La Prometida

13 EL REGRESO DE ANDRÉS

Los días pasaron veloces, y pronto llegó la noche de la fiesta. Hortensia había escogido un hermoso vestido verde claro, sencillo pero elegante. Unos delicados aretes de esmeralda adornaban sus orejas, mientras que un fino collar con una gota de agua esmeralda resaltaba en su pecho. Su cabellera roja y rizada, suelta y natural, completaba su atuendo, dándole un aire etéreo y sofisticado.

Miranda tampoco se quedaba atrás. Su hermosa cabellera de un negro azabache caía como una cascada sobre su espalda, que dejaba al descubierto un precioso vestido amarillo claro. Llevaba dos simples perlas blancas como aretes, y sin embargo, su belleza era espectacular. Su amigo, el joven doctor, la acompañaba en un perfecto traje beis. Juntos, hacían una pareja que atraía todas las miradas.

El salón principal estaba lleno de invitados. Numerosos periodistas rodeaban el lugar, pujando por acercarse a los protagonistas de la noche, pero el cordón de seguridad los mantenía a raya. Hortensia, del brazo de su tío, se dirigió a una mesa central reservada para ellos. Al pasar, divisó en la mesa contigua a Ricardo, quien hizo un ademán como saludándola. Ella, con una mezcla de nerviosismo y determinación, fingió no verlo.

A su derecha, le llamó la atención un grupo de personas que saludaban efusivamente a su tío. Entre ellas, destacaba una hermosa joven ataviada de blanco que sonreía felizmente. "Debe ser la prometida del dueño", pensó Hortensia, sintiendo una punzada de curiosidad.

Mientras se acomodaban en su mesa, Hortensia no pudo evitar sentir la tensión en el ambiente. Las miradas de los invitados se alternaban entre ella y Ricardo, como si esperaran algún tipo de confrontación o confirmación del supuesto compromiso. Respiró hondo, recordando las palabras de su tío: "Mantén la calma y la dignidad, pase lo que pase".

Miranda, sentada a su lado, le apretó suavemente la mano bajo la mesa, un gesto silencioso de apoyo. Hortensia le devolvió una sonrisa agradecida. Juntas, enfrentarían lo que esta noche les deparara, fuera lo que fuese.

El murmullo de las conversaciones llenaba el salón, mezclándose con la suave música de fondo. Hortensia sabía que esta noche sería crucial, que cada palabra y cada gesto serían analizados. Con un último suspiro, se preparó para lo que estaba por venir, consciente de que los secretos del pasado y las intrigas del presente estaban a punto de colisionar.

De repente, las luces del salón se atenuaron, creando un ambiente de expectación. Un locutor hizo su entrada, captando la atención de todos los presentes. Con voz solemne, comenzó a narrar la historia de la empresa, acompañado por un emotivo video que mostraba imágenes de los padres de Hortensia y otras figuras clave en el desarrollo de la compañía.

Hortensia no estaba preparada para aquello. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver a sus padres en la pantalla, tan llenos de vida y pasión por su trabajo. Miranda, notando la emoción de su amiga, le tomó la mano en un gesto de apoyo silencioso.

La presentación dio un giro inesperado cuando se abordó el tema del desfalco. Un informe detallado expuso los motivos y los responsables del fraude que había sacudido a la empresa. Para sorpresa de todos, la policía hizo acto de presencia en el salón, procediendo a arrestar al padre de Ricardo junto a otros implicados. Los murmullos de asombro recorrieron la sala mientras los oficiales escoltaban a los detenidos fuera del recinto.

El clímax de la noche llegó con el anuncio del nuevo dueño de la empresa. Un apuesto joven, enfundado en un elegante traje negro que lo hacía lucir mayor de lo que era, subió al podio con paso firme. Hortensia y Miranda, al reconocerlo, dieron un salto en sus asientos, incapaces de creer lo que veían.

¡Era Andrés!, su querido amigo de la infancia, ahora convertido en un hombre de negocios. Se mantenía serio y profesional en el centro del escenario, muy lejos de la imagen del chico alegre que recordaban.

—No puede ser—, susurró Hortensia, con una mezcla de sorpresa y emoción en su voz.

Miranda, igualmente impactada, al pensar que su querido amigo, casi hermano, las había estado engañando todos esos años, respondió en voz baja:

—¿Cómo es posible? ¿Andrés? ¿Nuestro Andrés es el que compró todo lo tuyo? ¿Nos engañó todo este tiempo? —formulaba las preguntas sin dejar de mirar al elegante joven en el podio que continuaba hablando con seguridad.

Mientras Andrés seguía su discurso, agradeciendo la confianza depositada en él y prometiendo llevar a la empresa a nuevas alturas, Hortensia sintió que las piezas del rompecabezas empezaban a encajar. Los recuerdos de su infancia, las fotos que había encontrado, todo cobraba un nuevo significado.

La noche que prometía ser un desafío se había convertido en una revelación. Hortensia sabía que, una vez terminara el evento, tendría mucho de qué hablar con Andrés. Las preguntas se acumulaban en su mente: ¿Por qué no les había dicho nada? ¿Cuál era su conexión con la empresa de sus padres? Y, sobre todo, ¿qué significaba esto para su futuro?

Con el corazón acelerado, Hortensia se preparó para enfrentar esta nueva realidad, consciente de que su vida estaba a punto de dar un giro inesperado una vez más. Andrés había comenzado su discurso con aplomo, saludando a todos los presentes y dándoles una cálida bienvenida. Con voz firme y segura, explicó los nuevos planes que tenía para la empresa, proyectos ambiciosos que prometían llevar la compañía a nuevas alturas. Mencionó que estos planes los llevaría a cabo junto a su prometida, la futura esposa y legítima dueña de todo aquello.




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