La prometida de mi hermano

8

El sombrero no lograba protegerla del sol de San Philippe en el desfile del aniversario. El público, aplaudiendo y agitando banderas, algunos vestidos con los colores nacionales y otros con trajes tradicionales, ocupaba las calles. 
Sintiéndose un auténtico fraude, recorrió el pasillo del piso superior descubierto del autobús que iba a la cola del desfile. El autobús llevaba a la familia real, a altos dignatarios y a otros invitados. Pero no a su madre, que se había marchado temprano aquella mañana después de que ambas mantuvieran una  
breve conversación. 
Había estado sentada junto a Adam en la parte delantera del autobús durante un rato, pero tenía que hacer una cosa y le parecía que allí, en público, podía pasar más desapercibida. 
Se sentó discretamente al lado de Rafael. No le había visto ni había vuelto a hablar con él desde el beso. Él continuó saludando al público sin mirarla. Quizá fuera más fácil así, con la cabeza vuelta; de esa manera, evitaría ver desdén en su mirada. 
—No me voy a marchar. 
—El asiento estaba libre, me da igual que lo ocupes tú. 
Lu apretó los dientes y lo intentó de nuevo. 
—Me refería a que no me voy a marchar de San Philippe. 
Rafael volvió la cabeza para mirarla. 
—Ya me he dado cuenta de eso. 
—Le he dicho a Adam lo de... 
Rafael alzó una mano y saludó al gentío. 
—Lo sé —dijo él sin mirarla—Yo también. 
—Adam quiere que me quede y yo he accedido. 
Rafael la miró a las manos. Ella no le dio explicaciones respecto a la ausencia de un anillo. De hecho, Adam había querido que se lo pusiera, pero ella se había sentido incapaz de llevar tan lejos el engaño; sin embargo, por Adam y a pesar de que el compromiso entre ellos se había cancelado, había accedido a quedarse y a aparecer junto a él durante una semana más. Había programadas varias apariciones de ellos dos juntos, como aquel desfile y el baile y la cena de veteranos del día siguiente. 
También había accedido a mantener en secreto su acuerdo. No iban a decírselo a nadie de su familia, ni siquiera a Rafael. 
Lo harían público después de que ella se fuera. 
En un esfuerzo por sumergirse en el entusiasmo de la gente, Lu saludó vigorosamente.  
—Caí en tu trampa. Te has salido con la tuya —quería que Rafael se enterase de que ella se había dado cuenta de lo que se había propuesto. 
— ¿Mi trampa? —Rafael volvió la cabeza y la miró con el ceño fruncido.

—Desde el principio me dijiste que ibas a estar observándome, que creías que no me merecía a Adam y que harías lo posible por enviarme de vuelta a mi casa. Has tratado de demostrar que no estoy enamorada de Adam. 
En realidad, Rafael sólo había precipitado una decisión que ella habría tomado de todas formas. 
—No es necesario que hablemos de esto —dijo él con sequedad. 
Pero ella no le había dicho todavía lo más importante y bajó la voz. 
—Sólo quería decirte que lo siento. 
— ¿Que lo sientes? —Rafael dejó de saludar y la miró juntando las cejas. 
—Sí. Lo siento por la parte que yo he jugado. 
Rafael sacudió la cabeza y volvió el rostro de nuevo hacia la multitud. 
—Basta. Tú no has tenido la culpa. 
—Soy responsable de mi debilidad. 
—La debilidad fue mía —Rafael se puso en pie y pasó por delante de ella— He visto a una persona con quien tengo que hablar. 
Mientras se alejaba, Lu se encogió en su asiento. Ya había acabado. 
Rafael estaba de pie junto a las cortinas de terciopelo de los ventanales del salón de fiestas. Se había equivocado al pensar que sus problemas se habían acabado. 
Necesitaba hacer algo para no pensar en aquella prueba; porque era eso, una prueba. Inesperadamente habían llamado a su hermano para otra reunión, y Adam le había dejado encargado que enseñara a Lu el baile popular. 
La relación entre ellos dos era tensa desde que le confesó a Adam que había besado a Lu aunque le había sorprendido la falta de cólera en el enfado de su hermano. De haberse intercambiado los papeles, él jamás se habría mostrado  
tan comprensivo como Adam. 
Al final, le había asegurado a su hermano que no volvería a suceder. 
Pero Rafael no había podido evitar revivir el beso en sueños, el roce de sus labios, sus cuerpos juntos... 
Todo sería más fácil si Adam y Lu parecieran más felices juntos, pero algo no andaba bien entre ellos; y no ahora, sino desde el principio. Por suerte, los medios de comunicación no habían reparado en ello, sólo una columnista había insinuado que la relación de la pareja carecía de chispa. 
Y ahora eso. 
El baile folclórico tenía sus complejidades e intimidades, y los príncipes y sus parejas debían bailar de forma diferente a los demás en la gala del aniversario.  
Al menos, eso era lo que Adam y él les habían contado a todas sus novias. 
Y a los dos les había gustado demasiado enseñar a sus parejas a bailar aquella danza, conscientes de las miradas seductoras y los roces con las palmas de las manos.Y ahora Adam quería que enseñara a Alexia a bailar, y él tenía que evitar  
seducir a Lucia o ser seducido por ella. 
Por supuesto, podía deberse a que Adam quería demostrarles que confiaba en ellos. En cualquier caso, para él era un problema bailar con Lu sabiendo que iba a casarse con su hermano. 
Se volvió en el momento en que Lu entró en el salón. Llevaba el cabello recogido, una sencilla blusa de seda y una falda a media pierna. Sus dedos sin anillos. ¿Dónde estaba el anillo de Adam? 
Ella se adentró en el salón despacio y con cautela. 
—Siento que tengas que hacer eso —le dijo Lu mirando a su alrededor—Sé que estás ocupado. 
—No lo sientas. Y no estoy ocupado —mintió Rafael. No tenía sentido hacerla sentirse mal también. 
—Sí, lo estás. 
Rafael ya tenía la música preparada, sólo le faltaba apretar un botón. 
— ¿Conoces los pasos básicos? 
—Los aprendí de pequeña y he seguido un curso de este baile por Internet, pero no es lo mismo que bailar con alguien. 
—No, no es lo mismo, pero es un baile muy sencillo. No nos llevará mucho tiempo. 
Lu estaba en medio del salón. El sol se filtraba por los ventanales y le hacía brillar el cabello. 
Rafael sacudió la cabeza imperceptiblemente y se acercó a ella. 
—Supongo que sabes la historia que hay detrás de esta música y esta danza. 
—Era uno de mis cuentos preferidos cuando era pequeña. 
Rafael sintió un gran alivio, no quería hablar del hombre y la mujer que, sin fiarse el uno del otro al principio, acabaron siendo amantes y viéndose clandestinamente en contra de la voluntad de sus respectivas familias; al final, se escaparon, cruzaron los Alpes y acabaron en San Philippe. 
—Se empieza normal —Rafael dio una vuelta a su alrededor mientras ella permanecía quieta y mirando hacia delante. Durante la segunda vuelta Lu le siguió con la mirada. A la tercera ambos se tocaron las palmas de las manos. 
El simple roce le hizo temblar. Sólo, se dijo a sí mismo, porque tocarla a partir de ahora le estaba prohibido. «Cuñada, cuñada», se repitió en silencio una y otra vez mientras continuaban con los pasos de la danza. 
—Ya lo tienes más o menos —dijo él al cabo de diez minutos de tortura.«Cuñada, cuñada». 
—Ahora ponme las manos en los hombros y mírame al dar un paso a la izquierda. 
Rafael le colocó las manos en la cintura. Tenía que irse de allí, quizá se fuera a Nueva York o... ¿por qué no a Viena? Podía ir allí, siempre le había gustado la capital de Austria.Lu se tropezó con él al equivocarse y girar a la derecha en vez de a la  
izquierda. Instintivamente, Rafael la sujetó con más fuerza para evitar que se cayera y, durante unos segundos, sus cuerpos enteros entraron en contacto. 
Los dos dieron un salto atrás y, evitando mirarse, volvieron a unirse para continuar con el baile. 
—Lo siento, me he distraído —se disculpó Lu. 
—Es fácil equivocarse. No te preocupes, lo estás haciendo muy bien. 
—Gracias —respondió ella con voz tensa. 
Continuaron bailando en silencio. Podía hacerlo, podía bailar con ella y no besarla ni abrazarla, podía bailar con ella y no desear hacer el amor con ella. 
Ya casi habían terminado. Treinta segundos más y lo habría conseguido... 
Rafael la hizo girar y volvió a agarrarla con el fin de que acabaran el baile con ella a un lado de él pero en el círculo de sus brazos. Cuando ambos hicieron una pequeña reverencia al final de la danza, él dio gracias al cielo porque hubiera  
acabado. 
— ¿Ya hemos terminado? —preguntó Lu con evidente alivio. 
—Sí —Rafael se apartó de ella y comenzó a caminar hacia la puerta. 
Rafael le cedió el paso. Ahí era donde se despedía. Si podía tomar un avión en unas horas sería lo mejor para todos. Pero si se marchaba, ésos eran los últimos minutos que iba a pasar con ella. 
Estar con Lu era un tormento y, sin embargo, era mejor que no estar con ella.  
Por eso caminaron juntos por el palacio. Llegaron a la puerta de la habitación de Lu demasiado pronto. Ahora, lo único que tenía que hacer era irse. Y lo haría,era lo suficientemente fuerte para ello. 
La miró. La belleza de Lu le resultaba irresistible. Por eso se marchaba. 
Lu esbozó una leve sonrisa, casi triste, pero le comió con los ojos. Él reconoció ese deseo, el mismo que el suyo. 
—No me mires así, Lu. Soy humano. 
Lu dio un paso atrás y se cruzó de brazos mientras sacudía la cabeza. 
—No te estaba mirando... así. 
—Sí me estabas mirando así. Me deseas. 
Ly se quedó boquiabierta. 
—Es la verdad. ¿Por qué vas a casarte con mi hermano si a quien miras así es a mí? 
El hermano que la respetaba y a quien le caía bien, pero que no la amaba. 
Lu bajó los ojos. 
—Adam es bueno, amable y un hombre de honor —pero no había contestado a la pregunta.  
—Se te ha olvidado noble y dulce.  
—Tienes razón, también es noble y dulce.  
—Y encantador.  
—Sí, y encantador.



#7709 en Joven Adulto

En el texto hay: amor traición engaño

Editado: 30.08.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.