"Eres la melodía prohibida que mi corazón anhela escuchar, la canción que solo yo puedo descifrar".
Serkan se ajusta el cuello de la camisa con un gesto mecánico mientras contempla su reflejo en el imponente espejo de la habitación del hotel. El traje hecho a medida, de un azul profundo que resalta el tono bronceado de su piel, le queda impecable. Cada corte y cada costura ha sido diseñado para acentuar su físico imponente, desde sus anchos hombros pasando por la definida línea de su cintura hasta el dobladillo de su pantalón.
Durante todo el día, no ha podido dejar de pensar en Kaia. La cita que tienen esa noche lo inquieta de una manera incomprensible. Esa mujer es un enigma para él y no deja de desafiar todos los juicios que se había hecho de ella. Su actitud esquiva, reticente es lo que más lo desconcierta.
«¿A qué está jugando Kaia?», se pregunta Serkan mientras termina de ajustarse las mangas de la chaqueta.
Se esparce un poco de perfume por el cuello mientras su mente sigue trabajando sin descanso tratando de armar ese rompecabezas. Para él, ese comportamiento inusual de Kaia no es más que una fachada cuidadosamente construida para manipular incautos como su hermano Corban, que ha caído en su juego.
Serkan intenta convencerse de este razonamiento, ya que nada en ella parece tener lógica.
«¿Por qué Kaia vive en un lugar como ese cuando tiene a Corban, que puede pagarle un piso en cualquier zona exclusiva de la ciudad?», se cuestiona.
«¿Por qué trabaja en ese casino si su hermano puede mantenerla?». «¿Por qué tiene tanto miedo de perder un empleo cuando su novio es dueño del lugar?».
Es más, ¿por qué trabaja? Si realmente es la cazafortunas que él cree que es, no debería tener ese empleo mediocre en esa empresa de cosméticos. En últimas, el casino sería su zona exclusiva de trabajo, donde puede atrapar a los peces gordos.
Parece que Kaia se esfuerza en mostrarse indefensa para despertar la lástima de Corban. Seguro que ya ha descifrado a la perfección el carácter bondadoso y protector de su hermano, y actúa en consecuencia para manipularlo.
Y ese es otro punto importante. Kaia en ningún momento ha mencionado que es una mujer comprometida, ni que tiene una relación de pareja. No ha utilizado ese argumento para alejar a Serkan. «¿Por qué?», se pregunta con desconfianza.
Además, «¿por qué una mujer con una propuesta de matrimonio estaría allí esa noche, acompañada de otro hombre?». La pregunta gira incesante, alimentando la creciente duda que se aferra a sus pensamientos. ¿El temor de perder su trabajo es la verdadera razón? O tal vez, simplemente es parte de una estrategia más elaborada.
¿Será que su relación es tan superficial que una cena con otro hombre le resulta más importante que respetar la promesa implícita de su compromiso? Quizás Kaia es exactamente lo que él teme: una mujer capaz de jugar con las emociones de su hermano, sin reparo alguno, siempre persiguiendo algo más grande, algo que sacie su ambición.
Recuerda entonces, la conversación por videollamada que tuvo con Corban, ese mismo día, mientras su hermano lo ponía al tanto de sus avances en su recorrido por los casinos y hoteles de Dubai.
—Es la primera vez que amo de esta manera, Serkan —aseguró Corban mientras sus miradas se cruzaban a través de la pantalla, cuando el tema salió a colación—. He amado a otras mujeres, pero a ninguna como a ella. Esta vez lo que siento es profundo, limpio y verdadero.
Serkan lo observó con suspicacia.
—¿Y ella? —indagó con escepticismo—. ¿También siente ese amor profundo, limpio y verdadero que describes?
—Sí —respondió Corban con absoluta seguridad—. Ella también me ama.
Esa afirmación se clavó en el pecho de Serkan como una puñalada, avivando una irritación inexplicable en su interior.
—¿Entonces por qué tanto misterio con esa mujer? —reprochó Serkan más molesto de lo que hubiera deseado—. ¿Por qué temes presentarla a la familia?
—No temo nada ni hay ningún misterio —aclaró con firmeza—. Simplemente, mi relación con ella hace parte de mi intimidad y así deseo mantenerlo. Además, ella tiene… asuntos que resolver.
—¿Qué asuntos? —insistió Serkan, inquisitivo.
—No son de tu incumbencia. Basta con que sepas que aún no está preparada para conocerlos. Es más, no entiendo cuál es tu problema, ella ni siquiera ha aceptado mi propuesta.
—¡Por favor! —exclamó Serkan con desdén—. Te aseguro que solo se está haciendo la interesante, te pone las cosas difíciles para que te desesperes y sigas rogándole.
—¿Ves? —señaló a Serkan con el dedo índice a través de la pantalla—. ¡Por esta razón la voy a mantener bien lejos de ti! Sigues con tus prejuicios y presunciones, ni siquiera la conoces y ya la estás acusando sin fundamentos ni pruebas.
—Esta historia ya la habíamos vivido antes, Corban —le recordó con cierta reserva en su voz.
Editado: 17.01.2025