"En la inmensidad de la noche, mi corazón te busca como una estrella fugaz en el cielo, anhelando un breve instante de tu luz para iluminar la sombra de tu ausencia".
Kaia está sentada en la terraza de su pequeña casa, el viento frío de la tarde sonroja su rostro mientras observa el horizonte. La ciudad bulle con vida frente a ella, pero su mente está lejos, perdida en una marea de pensamientos.
Ha pasado un mes desde que Ghania y Corban se fueron para Suiza. Por momentos la felicidad llega y consuela su pecho al saber que Ghania dio un gran paso hacia su recuperación. Después de aquella noche en Estambul, nunca más fue la misma. Su temor a la oscuridad se intensificó, su fobia social dio paso a una agorafobia que la tuvo prisionera de las cuatro paredes de aquella ruinosa casa durante meses.
Kaia recuerda con claridad esos primeros días. En un principio, fue muy difícil para las dos seguir adelante. Estaban solas en un país desconocido, sin ningún apoyo, sin familia, sin dinero, sin documentos. Todo lo que tenían era el auto de Kaia con el que habían escapado, y que luego vendieron por mucho menos de su valor real para poder sobrevivir, pero, sobre todo, borrar cualquier rastro de ellas.
Con uñas y dientes, Kaia luchó para proveerse de lo necesario y darle a su hermana un techo modesto, donde Ghania pudiera sentirse a salvo. Trabajó incansablemente en cualquier empleo que pudo conseguir para costear la asistencia médica que Ghania necesitaba para iniciar un tratamiento de calidad.
Fue entonces cuando conoció a Corban. Él también estaba atravesando una etapa difícil en su vida. Estaba sin esperanzas, sumido en una grave depresión con la que luchaba día tras día y que prometía ganarle la partida. En una de esas crisis, tuvo el primer contacto con Ghania en un grupo de apoyo cuyas terapias se realizaban por Internet.
En esas sesiones grupales, aunque el contacto físico era nulo, la conexión emocional entre Corban y Ghania fue creciendo. Poco a poco, sus sufrimientos similares los unieron; eran dos almas rotas que se propusieron reconstruirse juntas.
Así comenzó todo.
Ahora, varios meses después, ya están en Suiza, transitando un nuevo camino hacia su completa sanación. Kaia siente una mezcla de emociones al pensar en esto. No le importa tener que quedarse sola en Atenas. Ghania merece esta oportunidad de sanación, merece ser feliz, y Kaia sabe que, en este punto, todos sus sacrificios han valido la pena.
Ese día, una vez terminada su jornada en la agencia de cosméticos, Kaia va de regreso a casa. Serán sus últimos días en ese lugar. Ha decidido buscar un mejor empleo y ya tiene varias opciones a la vista.
Se siente sola, extraña a Ghania, a las conversaciones nocturnas con Corban y cómo él siempre sabía qué decir para hacerla sentir mejor. Su ausencia la llena de tristeza y hace que la casa le parezca mucho más deprimente
Tener más tiempo libre no le ha hecho bien, pues eso ha provocado que los pensamientos buenos y malos la saturen constantemente. Lo que inicialmente parecía una oportunidad para descansar y recargar energías, se le ha convertido en una trampa mental. Intenta mantenerse ocupada, pero las noches son su peor enemigo.
Dejó de trabajar en el casino una semana después de que se despidió de Serkan. De eso hace ya tres semanas. Antes de irse le preguntó a Antakos, su jefe, si sabía algo de Serkan y él le confirmó que se había marchado de la ciudad.
La certeza de su partida abrió una enorme grieta en su corazón, sin embargo, la resana permanentemente con los bellos recuerdos que compartió a su lado. Recuerda cada detalle de la última y maravillosa noche que pasaron juntos, desde las conversaciones hasta el beso que compartieron.
Nunca nadie la había besado de esa manera y ella tampoco había respondido así. Con Serkan todo fue explosivo, pasional, carnal, voraz, descontrolado, y le agrada. Aunque solo haya quedado de él un hermoso recuerdo.
Después de la cena, se acurruca en el sofá de la sala, envuelta en una manta. Afuera, cae una lluvia leve pero incesante, creando una agradable y suave cadencia contra los cristales de la ventana. Con el control a distancia en la mano, pasa los canales uno a uno sin que nada le llame la atención. Piensa en Corban y en su propuesta, cada vez más decidida a aceptarla.
Aceptar esa propuesta haría muy feliz a Ghania, y en este punto de su vida, eso es lo único que a Kaia le importa. Tendrá estabilidad, seguridad económica, pero más que nada, tendrá gente que las proteja. La imagen de Ghania sonriendo, segura y cuidada, llena su mente de una tranquilidad y calidez que contrasta con el frío de la noche.
Al no encontrar nada interesante en la televisión, Kaia suspira y se levanta del sofá. Busca uno de los libros que compró hace poco, el único capricho que se ha concedido en mucho tiempo, y se mete en la cama para leerlo. El frío la envuelve, y su mirada se dirige al armario. Allí, entre sus pocas pertenencias, se encuentra el abrigo de Serkan. Se levanta, lo toma y se cubre con él antes de regresar a la cama.
Editado: 20.02.2025