«Te deseo con una fuerza que trasciende la razón y quiero que la sientas en cada latido de tu corazón».
Su cuerpo se relaja mientras Serkan la carga entre sus brazos. Él entierra su cara en su cabello y disfruta de su aroma. El ardor del momento aún palpita en la piel de Kaia. Serkan la lleva a la cama. Ella, por su parte, no sabe cómo llega allí, ni siquiera se percata de la distancia entre la amplia cocina y el dormitorio, o cómo las sábanas acaban bajo su espalda o en qué momento, él se desviste y deja a la vista el potente y fornido miembro que se alza majestuoso, casi tocando su abdomen bajo. Solo ha conocido el cuerpo desnudo de un hombre antes, pero no fue nada maravilloso; al contrario, es un recuerdo escondido en lo más profundo y oscuro de su mente. Sin embargo, aquella desnudez no es, ni un poco comparable, con la del hombre que se cierne lentamente sobre ella.
Serkan recorre con la mirada todo su cuerpo y se detiene en sus ojos. Es la mirada más íntima que han compartido y Kaia comprende entonces que, no hay marcha atrás, ella será suya por completo. Aunque está mucho más nerviosa, nunca antes había estado tan segura y decidida en su vida.
Serkan se coloca sobre ella, se apoya con un brazo y con las yemas de los dedos de la otra mano le acaricia los labios, el mentón y el cuello. Kaia aún es incapaz de moverse; los rezagos de su primer orgasmo todavía la tienen atontada. En esos momentos solo disfruta de la exquisita sensación que le está invadiendo todo el cuerpo. Ella suspira cuando Serkan baja la mano y empieza a acariciarle los pechos, que ella siente más pesados que nunca. Instintivamente, echa la cabeza para atrás y separa los labios; él continúa estimulándola hasta hacerle sentir que ya no puede soportarlo más. Una violenta corriente eléctrica le recorre el cuerpo cuando él le acaricia la punta de los pezones.
Kaia abre aún más la boca y exhala profundamente.
—Serkan…
—Mi Kaia… —susurra embelesado.
Su sangre hierve al verla así, sonrosada, extasiada, con el cabello desordenado y la mirada brillante producto del orgasmo. Todavía siente su sabor en su lengua, pero necesita más, mucho más. La quiere toda. Solo para él, y hacerle olvidar cualquier otro hombre que estuvo antes que él.
El cuerpo de Kaia se arquea, está ardiente de deseo, concentrada nada más en la deliciosa sensación que se concentra en sus senos. Gime y jadea cuando Serkan inclina la cabeza para chuparlos, lo disfruta tanto que piensa que podría morir de placer. Presiona sus caderas contra las de él, disfrutando del exquisito contacto íntimo. Serkan levanta la cara y sus miradas se conectan en una profunda conversación silenciosa mientras ella disfruta de la sensación de presionar y rozar su centro contra la potencia del endurecido miembro viril.
Serkan la abraza con posesividad. Kaia le acaricia los hombros, luego el pecho; la calidez de su piel le resulta enloquecedora. Él es realmente delicioso, musculoso en su justa medida. El deseo se apodera de ellos, sus caderas se contonean con insistencia, hambrientas, desesperadas.
—Serkan —susurra con la voz un poco temblorosa, pero feliz porque está con el hombre que le gusta y que desea.
—Repítelo —exige él, con la voz afectada por la pasión.
—Sono tua. Tutta tua —dice en italiano—. Je suis à toi —repite en francés. Serkan sonríe fascinado—. I am yours —sonríe ella, mientras lo declara en inglés—. Benim ben —reafirma en turco—. Είμαι δική σου —dice en griego—. Soy tuya, Serkan, completamente tuya.
Serkan pierde la poca razón y control que le queda y suelta por fin las riendas al potro que lucha dentro de él por correr desbocado. Se apodera de sus labios con voracidad, sin interrumpir ni por un segundo el contacto cuando le separa las piernas y se acomoda entre sus labios íntimos. Con su miembro en la mano, duro como un bloque de granito, roza los pliegues de su vagina que ya conocieron su lengua.
Kaia se estremece, se presiona y encoge contra la cama en una reacción refleja de temor. Sus caderas y piernas se ponen tensas. Serkan, extrañado por su inesperada actitud, se separa un poco, se apoya en sus antebrazos y la mira a los ojos. Un susto inexplicable para él, brilla en los ojos de Kaia; su rostro está completamente enrojecido.
—¿Sucede algo? —pregunta, cariñoso, repartiéndole suaves besos en los labios.
—Yo... —pasa saliva nerviosa, y su mirada, por primera vez, rehúye la de él—. Yo…
—¡Mierda, cierto! —gruñe entre dientes—. Discúlpame —le da un suave beso en el mentón—. Lo había olvidado por completo —sonríe y le acaricia una mejilla—. ¿Tú estás usando algún anticonceptivo?
Kaia niega con un gesto de su cabeza. Serkan frunce el ceño mucho más extrañado.
—Yo no tengo ningún preservativo en el apartamento. No me había preocupado en comprarlos porque no los había necesitado —dice pensativo—. Podemos usar la pastilla del día después, si estás de acuerdo.
Kaia asiente, aún nerviosa. Un leve temblor la ha invadido. Sus dedos están enterrados en la espalda de Serkan.
—¿Qué pasa? —pregunta con dulzura, su voz es suave y tiene un dejo preocupado—. ¿No deseas continuar?
Editado: 20.02.2025