«Quieren estar juntos, aunque sus pasos tiemblen, y el miedo al futuro se encienda con el calor de sus abrazos.
El amor que nace no busca lógica ni razones, es como lanzarse al vacío, sin explicaciones».
El día comienza a desvanecerse, dando paso al atardecer. La brisa marina, suave y acariciante, lleva consigo el aroma salino del mar. El sol se despide con una paleta de colores intensos. Sus rayos dorados se reflejan en las aguas cristalinas del Adriático, creando un camino luminoso hasta el horizonte, donde los barcos se convierten en siluetas oscuras que contrastan con la luminosidad del atardecer.
Las nubes, como pinceladas de algodón dulce, se tiñen de rosa y naranja, mientras las murallas de la ciudad antigua se recortan contra el crepúsculo. El ambiente es sereno, roto solo por el suave murmullo de las olas y el canto de las gaviotas que dibujan elegantes espirales en el cielo.
En medio de este paisaje de ensueño, Kaia y Serkan caminan por la playa tomados de la mano. Serkan entrelaza sus dedos con los de Kaia y la firmeza de su agarre le transmite seguridad, como si pudiera confiar en él sin reservas; como si todo su mundo, aunque solo por un momento, estuviera bajo control.
—Nunca había visto algo igual —exclama, maravillada—. Es impresionante.
—Lo es —coincide Serkan.
—Me siento como en un cuento de hadas —dice con una dulce sonrisa. Mira a Serkan—. Eso quiere decir que tú eres mi príncipe encantador —bromea con los ojos llenos de brillo.
—Y tú eres mi damisela en apuros —responde él, con la mirada resplandeciente.
—¿Me protegerás del malvado dragón?
—Le partiré el cuello con mis propias manos, le arrancaré la cabeza y la pondré como trofeo en mi estudio.
—Eso, definitivamente, es lo más romántico que he escuchado en toda mi vida.
Kaia sonríe divertida y rodea con sus brazos el cuello de Serkan. Él une sus labios en un beso suave y profundo, mientras piensa que, aunque haya sido una broma, destruiría a quienquiera que osara, intentar siquiera, hacerle daño a su princesa.
—¿Por qué te gusta tanto Croacia? —pregunta Serkan cuando reanudan su caminata—. No me digas que solo por Juego de Tronos.
Kaia emite una pequeña risa divertida.
—Claro que no —responde—. Aunque esa es un muy buena razón —lo señala con una advertencia.
—Por supuesto —concede con una amplia sonrisa—. ¿Entonces? —la mira, interesado.
La risa en el rostro de Kaia desaparece.
—Mi tío… —Se detiene y traga con un poco de dificultad—. El hermano de mi padre… él me hablaba mucho de este país —guarda silencio un momento, mirando la majestuosa extensión del mar—. Viaja mucho por trabajo, pero aquí es donde mejor se siente —sonríe nostálgica—. Cuando me visitaba, siempre me traía un recuerdo. —Su mirada se humedece un poco—. Eran cosas muy sencillas: alguna artesanía, un objeto tallado en madera, una pulsera de hilo, un cuadro de algún artista callejero. Incluso, una vez me trajo una pequeña servilleta de encaje de aguja, según él, famosa por su delicadeza y complejidad, y enseguida me contaba toda la historia del regalo.
Sonríe nuevamente y limpia una lágrima de su mejilla.
—Me decía: “Cuando pasé por ese lugar, me acordé de ti, mi pequeña Atenea”. Me llamaba así en honor a la diosa griega —sonríe con melancolía—. Siempre repetía que yo era muy inteligente y curiosa, y eso le agradaba.
Deja de hablar y baja la mirada, un doloroso nudo en la garganta no la deja continuar. Serkan siente una fuerte opresión en su pecho al escuchar su relato.
—Es una muy buena razón —dice él, conmovido.
Kaia lo abraza, cierra los ojos y permanecen abrazados por largo rato, en silencio. Es agradable oír a Kaia hablar de su familia, ya que nunca lo hace. La acurruca con más fuerza entre sus brazos. Cada vez que lo hace, siente un gran placer. Podría estar abrazándola durante horas. Hay tanta serenidad en todo aquello… tanta paz, que…
Su corazón se salta un latido. Todo se acelera en su interior. No sabe cómo describirlo, pero puede sentirlo de manera apabullante.
La quiere a su lado.
La besa con dulzura, aferra los brazos a su pequeña cintura, confirmándolo y toma una decisión:
«Mañana mismo le contaré a Kaia toda la verdad».
—En dos días regresamos —informa Serkan—. Tengo mucho trabajo pendiente.
Kaia siente que la sangre se congela en sus venas. Están sentados en el balcón de la suite, en una chaise longue adornada con cojines en tonos blancos y grises. Han pasado ya dos semanas y él debe retomar sus responsabilidades y centrar su atención en los Casinos Makris. Es inevitable. Su trabajo lo consume, él lo sabe. Antes de Kaia, eso no le generaba ningún problema, pero ahora, no le hace nada de gracia regresar y sentarse en esas interminables reuniones a tomar decisiones frías sobre números, ingresos y pérdidas. Por encima de todo, no quiere enfrentarse a Corban. Pero tiene que hacerlo.
Editado: 20.02.2025