«Somos olas que chocaron con demasiada fuerza, dejando a nuestro paso una estela de dolor».
Desde el balcón de la suite, Kaia contempla el océano, que se extiende sin fin ante ella. La superficie turquesa brilla bajo los rayos del sol, fusionándose con el horizonte, pero el frío que emana de Serkan se extiende por todo el lugar, transformando la brisa marina en un soplo helado.
—Hay un auto esperando en la entrada del hotel; te llevará al aeropuerto —Serkan, finalmente rompe el silencio, su voz suena dura y afilada como el acero. Saca un boleto de avión del bolsillo de su saco y lo deja sobre la mesa con indiferencia—. Viajarás hoy mismo.
Kaia frunce el ceño, desconcertada. ¿Por qué la despide así, de esa forma y sin explicaciones?
—¿Por qué te sorprendes? —pregunta él con cinismo y hunde las manos en los bolsillos de su pantalón—. La función terminó. Durante todo este maldito tiempo, pensaste que podías jugar conmigo, pero ya he descubierto tu juego. —Su boca se curva en una mueca amarga—. Debo reconocer lo bien que lo has hecho —reprocha, con el pecho dolido—. Me engañaste por completo.
Cada sílaba destila desprecio. Kaia abre la boca para responder, pero nada sale de sus labios. La frialdad y dureza en la mirada de Serkan la paraliza.
—Serkan… ¿Por qué me dices esto? —logra decir con la voz apagada.
La cara de Kaia refleja confusión, pero él está convencido de que es parte de su juego, no es más que otra de sus mentiras.
—Créeme, es poco para lo que quisiera decir… —su voz baja un tono, aprieta la boca conteniéndose. Cierra las manos con fuerza y camina unos pasos. Regresa y se detiene frente a ella—. ¿Crees que soy estúpido? —continúa, con dureza, esbozando una sonrisa que no llega a sus ojos—. Escuché lo que decías. ¡Es la mejor noticia que has recibido!, ¿no fue eso lo que dijiste? —pregunta acentuando su sarcasmo—. Corban te ha propuesto matrimonio y «tú estás tan feliz», «lo amas y siempre lo vas a querer».
Kaia parpadea, queriendo comprender. Intenta hablar, pero él no se lo permite.
—«Irás con él a donde quiera». «Solo quieres que estén juntos y sean felices». ¿Olvidé algo?
El corazón de Kaia late con fuerza. De pronto, todo cobra sentido.
—Serkan, no es lo que piensas —se apresura a decir, acercándose a él—. Puedo aclararlo todo. Lo que escuchaste tiene una explicación.
Busca ansiosa su mirada, pero los ojos de Serkan son un abismo impenetrable.
—¿Qué me vas a explicar? —pregunta con mordacidad. Arquea una ceja, cruza los brazos en su pecho y se inclina ligeramente hacia ella—. ¿Me dirás que Corban solo es un familiar al que quieres mucho? O, no, espera —sonríe con perfidia—. ¿Quizá me dirás que no es tu prometido, sino el de tu hermana, tu prima o cualquier otra persona que se te ocurra? —le lanza una mirada de desprecio y se endereza en toda su altura—. Podrías inventar mil excusas, Kaia. Me encantaría escuchar cada una de tus mentiras, pero ya perdí demasiado tiempo contigo. Tengo que regresar a mi trabajo, y yo sí me gano la vida trabajando de manera honesta.
Kaia siente la garganta cerrada. No puede creer lo que está escuchando. Su mente busca las palabras adecuadas, pero cada intento muere antes de formarse. No termina de entender por qué Serkan está destrozando de esa manera todo lo que han construido.
—Por un momento, pensé que eras diferente —reprocha y suelta una risa seca, sin alegría—. Pero eres igual o peor que las demás. —Hace una pausa, y su expresión se vuelve sombría—. A partir de este momento, ya no eres nadie en mi vida, y me aseguraré que tampoco lo seas en la vida de Corban.
—Serkan… escúchame —logra decir con esfuerzo—. No es lo que…
—Te lo advierto —la interrumpe sin dejarla explicar nada, ni apartar la vista de ella—. No voy a permitir que arruines la vida de mi hermano.
—¿Qué dijiste? ¿Corban es tu…? —no puede terminar, está desconcertada.
El pecho le late desbocado, su mente es un completo caos. Su corazón pesa, duele, sangra. Serkan nota el horror y el dolor que sus ojos reflejan, pero los ignora deliberadamente. Desde luego que está horrorizada, piensa con desprecio. De un golpe, todos sus sueños de casarse con un hombre rico se han evaporado. Un matrimonio que ella incluso traicionó antes de que la boda tuviera lugar.
Serkan apoya sus manos en la mesa y fija su mirada en ella.
—Sí —confirma con voz tensa, cortante—. Corban es mi hermano.
El rostro de Kaia palidece.
—Él es… Corban Makris —dice, intentando aferrarse a una última esperanza de que todo no es más que una pésima broma—. Y, tu apellido es… Katsaros.
—Mi nombre es Serkan Makris Katsaros. Solo usé el apellido de soltera de mi madre.
Kaia siente que el suelo se abre bajo sus pies. Niega con la cabeza, incapaz de aceptar lo que escucha. Su pecho se oprime y sus ojos se humedecen.
Editado: 20.02.2025