La prometida de mi hermano

CAPÍTULO 39. PERDÓNAME

«Dame una sola oportunidad más, te ruego. Quiero borrar con mi esfuerzo cada lágrima que he causado, cada sonrisa que he apagado. Permíteme reconstruir lo que he destruido con mis propias manos».

Kaia respira hondo, intentando mantener la calma y la compostura. Desde que llegó a Mykonos, su corazón no ha dejado de latir con fuerza ante la posibilidad de volver a verlo. Y ahora, tratar de calmarlo es inútil, pues la razón de su agitación mide más de 1.85 metros, tiene unos ojos azules que la miran con intensidad y está a solo unos pasos de distancia.

Han pasado dos meses desde la última vez que vio a Serkan, y aunque ha hecho todo lo posible por enterrar los sentimientos que él provoca en ella, su presencia en la boda ha desatado de nuevo todas esas emociones que tanto se estaba esforzando en reprimir. Su pecho late fuerte, desobediente, pero ella ha aprendido a controlar sus emociones, a no permitir que eclipsen su razón.

Por fuera, luce tranquila, segura de sí misma, e indiferente, mientras que por dentro todo arde en un torbellino de emociones que amenazan con desbordarse a cada segundo. Sin embargo, lo oculta perfectamente; no permitirá que nadie, y mucho menos él, sospeche o siquiera intuya lo que en verdad ocurre en su interior.

Cuando lo vio en el altar, todo el control que había acumulado se tambaleó peligrosamente. El impacto de verlo después de tanto tiempo la dejó aturdida por un instante. Serkan, con esa presencia imponente que la cautivó desde el primer día, estaba allí, a solo unos metros de ella. La expresión en su rostro mostraba desconcierto, confusión. Y aunque trató de mantenerse firme, por unos segundos sus piernas flaquearon y un temblor casi imperceptible recorrió sus manos. Por suerte, Serkan no lo notó.

Desde la pequeña discusión en la iglesia, ha evitado cruzar miradas con él; sentada a varios asientos de distancia, centra su atención en cualquier otra cosa. Sabe que Serkan está desesperado por hablar con ella, por aclarar todo al darse cuenta de que lo que creyó saber no era más que una ilusión creada en su propia mente egocéntrica. Pero a ella no le interesa darle ninguna explicación.

Come y bebe sin saborear ni disfrutar nada, concentrada en mantener a raya los recuerdos de Croacia, de esos días en los que se permitió soñar con un futuro distinto y aunque el desenlace fue amargo y doloroso, no puede negar que, antes de la llamada de Corban y de que Serkan le revelara su verdadero rostro, cada momento vivido a su lado fue extraordinario.

Desde donde está sentada, puede escuchar su voz; esa que, por lo general es segura y envolvente, ahora le ha parecido tensa, contenida, sin embargo, poco le interesa saber de qué habla. Lo único que importa ahora es que su hermana está radiante, feliz, tranquila y eso es lo único que debe preocuparle. Nada, ni siquiera la presencia de Serkan, va a estropear este momento.

Rato después, Kaia se levanta de la silla, cansada de los pensamientos que la atormentan; Ghania conversa animadamente con Eleni, la madre de Corban, así que Kaia aprovecha el momento para despejar su mente.

Su mirada se clava en el hombre cuya sombra imponente la cubre por completo; dueño de una sonrisa deslumbrante que nunca abandona su atractivo rostro, y que en esos momentos fotografía a una pareja de invitados. Kaia entrecierra los ojos, dudando por un instante, pero enseguida decide ignorar ese impulso instintivo que la frena. Ya no quiere sentirse prisionera de su pasado ni de los fantasmas que la han perseguido por tanto tiempo.

Es hora de avanzar, de dejar atrás el miedo que, incluso cuando creyó estar protegida, no impidió que Serkan la lastimara. Ahora, Kaia ha tomado las riendas de su vida. No más encierros. No más cadenas. No más huir de lo que la amenaza. Está decidida a enfrentarlo todo y, sobre todo, a no permitir que vuelvan a lastimarla.

Sin embargo, por unos segundos, una leve zozobra se cuela entre sus pensamientos y la detiene, acompañada de una vieja sombra de duda y precaución. Pero, se niega a ceder, elige enfrentarla. Respira hondo y avanza, un paso más al frente y luego otro, decidida, firme. No puede seguir viviendo encadenada a su pasado, no puede seguir permitiendo que el miedo la domine, ni siga dictaminando su vida. Lo que vivió con Serkan le enseñó que protegerse no siempre es suficiente, y que ni la más alta muralla puede evitar el dolor, así que ya no teme, ya no se esconde. Está lista para enfrentarse a lo que venga.

Además, se siente tranquila. De ahora en adelante, Corban protegerá a Ghania, la mantendrá a salvo, y Kaia, por su parte, no dejará que nadie vuelva a lastimarla. Nunca más.

Sin repensarlo más, Kaia se dirige hacia Ángelo Fragkos, su vecino del edificio donde vive actualmente. Se encontró con él por casualidad un par de meses atrás. La primera vez que coincidieron, ella salía del ascensor y él esperaba para entrar. Un simple y respetuoso saludo fue lo único que intercambiaron. En los días siguientes, coincidieron en el pasillo o en la entrada del edificio. Todo se reducía a saludos corteses hasta que, una tarde, Ángelo decidió presentarse formalmente.

Kaia, al principio, cuando él se le acercó, se sintió nerviosa e intimidada por su altura, su intrigante presencia, y ese aroma… tan único y característico. Su corazón latió con fuerza, y un fuerte nudo se formó en su estómago al punto de casi sentirse enferma. Aun así, se obligó a sonreír, aunque su mano tembló ligeramente cuando la estrechó con la de él, grande y firme. «No fue tan malo después de todo», pensó con alivio. Desde entonces, mantienen una amistad no muy profunda, pero sí agradable.



#4 en Thriller
#4 en Misterio
#2 en Suspenso

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 20.02.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.