«Seré el muro que impida que el miedo te alcance, la sombra que guarde tus pasos del frío y la niebla. Porque amarte y protegerte es mi guerra, mi fe, mi estandarte».
Kaia respira profundo y se acomoda en la cama. Pasa las manos por su rostro y cierra los ojos un momento, infundiéndose valor.
—Volkan y mi madre eran amantes. Juntos conspiraron para matar a mi padre —confiesa finalmente, con un hilo de voz cargado de un dolor acumulado por años—. Además, ese maldito, mientras se acostaba con mi madre, sedujo a Ghania y la convirtió en un títere, sin voluntad —la voz se le quiebra y las lágrimas empieza a correr por sus mejillas—. Cuando Ghania descubrió sus verdaderas intenciones quiso dejarlo.
—¿Qué quería ese malnacido? —pregunta con la ira bullendo dentro de él.
—A mí —responde con una espesa neblina cruzando sus ojos. Los labios de Serkan se aprietan en una línea fina y los puños se le cierran con fuerza—. Ella no quería seguir con él, quería contarme todo, ponerme sobre aviso, pero él no iba a permitirlo, así que empezó a amenazarla, intimidarla y finalmente a envenenarla. Con eso, no solo evitaría que Ghania lo delatara, sino que además pretendía quedarse con la herencia que mi padre dejó a su nombre.
—¿Cómo pretendía hacerlo si no tenían un vínculo legal? —pregunta, asqueado y confundido.
—Créeme, lo tenía todo muy bien planeado —responde con amargura—. Cuando Ghania empezó a enfermar, nadie sabía qué le pasaba. Los médicos no sabían a ciencia cierta qué tenía. Pero Volkan quería manipularme con eso, así que me lo confesó y me aseguró que seguiría envenenándola hasta matarla, a menos que yo aceptara ser su mujer.
Kaia hace una pausa, su respiración se agita ligeramente por la tensión del recuerdo.
—Aterrada, acudí a mi madre, sin saber que ella era la amante de ese… miserable. —La mirada se le endurece—. ¿Sabes qué hizo ella? ¿Sabes qué hizo mi madre? —pregunta con la ira y el dolor desfigurando su rostro. Serkan aprieta su mano dándole fuerzas—. Golpeó a Ghania hasta dejarla inconsciente. Ella siempre ha sido muy delicada, muy frágil, no tenía fuerzas para poner resistencia. Si no me hubiera interpuesto, estoy segura que el daño hubiese sido irremediable. Todo porque, según ella, era Ghania quien trataba de seducir a “su hombre” —expulsa aquellas dos palabras con la náusea revolviendo su estómago.
Las lágrimas brotan de los ojos de Kaia, pero su voz no pierde la firmeza mientras continúa.
—Me enfurecí como nunca antes. —Su mirada se empeña por el recuerdo y su voz se endurece por la ira y la traición—. Perdí el control y la razón al ver a mi hermana en ese estado. Me enfrenté a mi madre, le quité la fusta con que estaba golpeando a Ghania, y yo… la golpeé a ella… yo… agredí a mi madre —hace una pausa, respira profundo, intentando contener la marea de emociones que la asfixia—. Solo fueron dos golpes en el rostro, pero fueron suficientes para marcarla. Ella no hizo nada, ni siquiera intentó detenerme, o enfrentarse a mí. Solo me miraba sorprendida, desconcertada. Obviamente, no esperaba que yo fuera capaz de algo así.
Serkan observa cómo Kaia se desmorona un poco más con cada palabra que pronuncia. Su mano tiembla ligeramente entre las de él, pero no la suelta. Al contrario, la sostiene con más fuerza, como si con ese simple gesto pudiera protegerla de todo lo que ha vivido y de lo que todavía está por venir.
—Cuando reaccioné y vi lo que había hecho, arrojé la fusta —continúa—; para mi desgracia, esa mujer seguía siendo mi madre —hace una nueva pausa, intenta recomponerse—. Tomé a mi hermana en brazos, la subí a mi auto y la llevé a una clínica. Estuvo internada una semana. Mi madre nunca fue a verla —su mirada se pierde un instante—. Llamé a mi tío Kadir, él vive en Ankara, te hablé de él, ¿lo recuerdas?
—Quien te llevaba los obsequios —responde con dulzura—. Y te hablaba de Croacia.
—Sí —responde con las lágrimas amenazando con desbordarse de nuevo—. Le conté todo. Él estaba furioso, nunca lo había visto así. Echó a mi madre de la mansión sin importarle que era la única propiedad que mi padre dejó a nombre de ella.
Serkan siente una oleada de respeto por Kadir, aunque sabe que, incluso con esa intervención, el daño ya estaba hecho. Sin embargo, lo que más le duele es imaginar a Kaia enfrentando esa situación tan joven y completamente sola.
—Esa mujer se defendía diciendo que toda la culpa era de Volkan, que él era el único culpable; que la tenía amenazada, manipulada y no sé qué asquerosidades más. Ninguno le creíamos —dice con desprecio—. Mi tío no tuvo piedad, así como ella no la tuvo con Ghania. Interpuso una demanda y la condenaron a unos años de prisión; pero estuvo encarcelada solo por unos días, ya que después… —baja la cabeza y guarda silencio incapaz de seguir.
—¿Qué pasó después? —pregunta consternado y preocupado por todo lo que está escuchando, pero sin perder el contacto visual, manteniéndose tranquilo ante ella, atento, receptivo y comprensivo.
La historia que Kaia le está contando es mucho más oscura de lo que jamás imaginó. Todo lo que ella ha sufrido, lo que ha mantenido en silencio por tanto tiempo, ha sido más que devastador. El dolor de Kaia lo atraviesa como si fuera suyo, y aunque no sabe cómo responder adecuadamente, lo único que puede hacer es sostener su mano con más fuerza, brindándole ese apoyo silencioso que ella tanto necesita en esos momentos.
Editado: 20.02.2025