La Prometida del Gay

Capítulo 0


No me considero una persona pesimista, no, en todo caso, voy en la dirección opuesta, veo luz en medio de la oscuridad, aunque no exista, simplemente la invento y me aferro a ella... Sin embargo, hoy no me siento nada optimista. Intento recoger mi cabello rubio-castaño en una coleta, para luego dejarla caer nuevamente sobre mi espalda, bufo con fuerza. 

—¿Qué me está pasando? —me pregunto por centésima vez. Aunque no quiera admitirlo, los nervios me están matando. Hace tan solo dos horas que me llegó uno de los mensajes más raros que Brad, tal vez, jamás me haya enviado nunca.

Tenemos que hablarBrad.

Sin emojis, sin contextos, sin calor humano.

Luego de leer el mensaje, mi mente empezó a darle millones de vueltas a las benditas palabras tratando de encontrar significados ocultos, señales de SOS, no sé, algo,  lo que sea que me indique de qué quiere hablar.

¿Será que mi cara de boba no pudo ocultar lo mucho que me gusta?

Dejo caer los brazos a los lados de mi cuerpo, ya me duelen un montón, y lo peor es que todavía no sé qué hacerme de peinado. Igual no es como si me importará mucho, Brad es mi mejor amigo desde que tengo once años, ocho años después seguimos siendo los mismos, un poco más maduros, más entretenidos y más unidos que nunca.

Aunque, al parecer, no lo suficiente como para saber de lo que quiere hablarme. Así que estoy en medio de una crisis nerviosa...

Miro el espejo y paso la mirada por mi cuerpo. Llevo una camiseta verde, con unos jeans gastados y mis, siempre confiables, converse negros. Esta es mi ropa favorita y siempre que necesito fuerzas la uso, algo dentro de mí me dice que voy a necesitar todo el valor posible para seguir adelante.

¿Suelto o en cola? Me vuelvo a preguntar.

¡Aish!, curvo mi cuerpo hacia adelante dejando caer el pelo en el aire, luego enderezó mi espalda tomando el cabello en el camino hacia atrás y colocándole una gomita.

¡Ya está! Una coleta suelta y muy despeinada, caso resuelto.

Cada día me levanto preguntándome si hoy por fin tendré el valor de pararme frente a Brad y decirle —: Oye Brad, tal vez nunca esperaste esto, y la verdad yo tampoco, pero me gustas mucho, mucho, mucho,  y me gustaría intentar tener una relación que no sea de amistad contigo, digo, si a ti te parece bien, pero si no te parece bien olvida lo que he dicho y sigamos siendo amigos como hasta ahora.  —Y terminar así con una bella amistad.

¿Corazón no pudiste enamorarte de otro?

No sé ni para que le pregunto eso a mí estúpido corazón, él solo palpita y hace de buenas amistades un verdadero asco. Los toques de una bocina al frente de mi casa, aceleran mi estúpido y a veces funcional corazón. Brad ya llego, en otras palabras ya va a empezar lo serio.

Tomo mi celular y salgo de mi habitación, mis padres están sentados viendo uno de esos realities en los que la gente va a cantar.

—Ya me voy —me despido, pasando por detrás de ellos.

Brad está afuera de su jeep, recostado en la capota. Mi respiración se acelera de solo verlo y por unos segundos tomo muy en serio lo de no correr hacia sus brazos como siempre lo hago, decisión que se va por el desagüe desde que Brad me ve y abre los brazos en mi dirección. ¿A quién quiero mentirle?, ese chico es mi debilidad, así que corro hacía él.

En segundos me siento envuelta en una nube olor a aftershaves, perfume de hombre y a Brad. Escondo mi cara en su cuello e inhaló profundo.

—¿Cómo está mi dulce niña? —murmura contra mi pelo.

¿Niña? Eso es lo único que soy para él. Una estúpida niña. Siempre me ha llamado así, sólo que hoy no se siente bien.

Me despegó de él tratando de mantener mi sonrisa de «me acabas de romper todos los sueños, pero estoy bien». Brad abre mi puerta y espera hasta que estoy bien sentada y luego se acomoda él.

El camino es lo bastante silencioso como para que todos mis vellos estén de punta.

Siento como todo mi cuerpo reacciona a la tensión que se va formando poco a poco en el pequeño espacio en el que estamos. Estamos a menos de un metro uno de otro pero se siente como si estuviéramos a miles y miles de metros y sin ningún tipo de comunicación.

En el horizonte se ve el sol a medio esconder y las nubes despejadas, varias aves apenas son visibles y por unos instantes quedo hipnotizada mirando el bello atardecer. El jeep se detiene y todo el ambiente está cargado.

Estamos en medio de la nada.

Hay un gran árbol, está en medio de todo, luego hay un banco colgante debajo de este. El suelo cubierto de grama, todo tiene esa sensación de tranquilidad que tanto me gusta.

Sale del jeep sin mirarme, ni siquiera me abre la puerta como lo hace siempre.

Solemos llamarlo «nuestro lugar secreto».

—¿Sara? —Brad ya está sentando en el banco y su cara es seria.

Me acerco vacilante y me siento a su lado, él toma mis manos entre las suyas y las aprieta suavemente.

—Nunca pensé que diría algo como esto —Empieza a hablar sin mirarme a los ojos—. Nuestra amistad es lo más preciado que tengo y de solo pensar que te puedo perder me congelo, casi literal. —Sus ojos se posan en los míos para luego bajarlos de nuevo a nuestras manos juntas—. Te quiero muchísimo... —¡Oh Jesús!

—¿Y? —Le insisto cuando deja de hablar.

—Es difícil decirlo —Aprieta levemente nuestras momento —. Soy gay, Sara...

Mis pensamientos se paralizan de repente, veo sus labios moverse, sus ojos siguen mirándome, pero yo no estoy entendiendo nada de lo que me dice. Siento que acabo de desconectar del mundo.

Los latidos dentro de mi pecho son irregulares, y por muy ilógico que suene, una parte muy cruel y muy zángana de mí, esta feliz. Al menos, en este momento, no soy yo el problema.

Brad




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