La Prometida del Gay

Capítulo 3

Camino deprisa, siento mis ojos arder y por la maldición que sea, no lloraré. No por Brad y no por sus palabras. No puedo entenderlo, ¿por qué decirme esas cosas a mí? que solamente estoy tratando de ayudarle.

Respiro profundo varias veces antes de abrir la puerta de mi casa y encontrarla vacía, el silencio esta por todos lados y por primera vez en mucho tiempo, me gusta esta soledad. Voy directamente a la cocina y busco un tarro de helado.

Hacerle bien a otra persona es hacerte mal tú. Es como un círculo vicioso en el que uno de los involucrados tiene que salir dañado, no importa quien, mientras salga dañado, no importa nada. Ya estoy bastante destruida para saber de lo que habló. Me desprendo de mis tenis y dejo caer mi cuerpo sobre el sillón, presiono uno de los botones del control y pongo uno de mis programas de criminología.

El amor nace de lo que nunca podremos ver, no podremos tocar o nunca podremos tener. Mi situación con Brad es la última, nunca podre tenerlo. Por el simple hecho de que es mi mejor amigo, también es gay, pero aunque no lo fuera. Un amorío con tu mejor amigo nunca termina en nada bueno. Luego estaría sin amigo y sin amor.

La puerta principal de la casa se abre de repente dando paso a un Brad con la respiración alterada por el esfuerzo.

—Eres la persona más sofocante que conozco —dice entre dientes mientras intenta tomar aire.

Su presencia invade toda la sala, que este aquí es tan normal, que mis instintos de supervivencia apenas se activaron cuando entro. Esta todo muy mal. Esto es muy malo para mí que no puedo alejarlo aunque quiera.

—¿Te puedes quitar del medio?—pregunto indiferente. Él está de pie en medio de la sala obstaculizándome la vista al televisor, entierro con fuerza la cuchara en el tarro de helado para después llevármela a la boca.

—¿Podrías escucharme? —Su rostro esta indescifrable. ¿Qué le escuche?, eso es justamente lo que yo quiero, que él me escuche—. Bien no me dejas otra opción. —Toma el tarro de helado de mis manos y lo deja en la mesita del centro.

—Pero...¿qué? —Todas mis ideas se evaporan cuando me toma de las manos, me pone de pie mientras él se arrodilla y toma mi mano izquierda entre las de suyas. Con una de sus manos saca un cajita negra de su chaqueta, dentro hay un bonito anillo de compromiso.

—¿Sara Mayer te casarías conmigo? —Brad esta arrodillado frente a mí, pidiéndome matrimonio y yo no puedo articular ni una palabra. 

¿Será que ya se me cumplió el deseo?

¿Será que yo no me he levantado de la cama y esto es un sueño?

Varios sollozos se escuchan detrás de mí, volteo la cabeza y ahí están mis padres. Como unos fieles espectadores a la espera de mi respuesta.

Siento mis ojos llenarse de lágrimas por segunda vez en el día y mi corazón partirse pedacito a pedacito.

—Eh —Trago con fuerza el nudo en mi garganta —. Sí —un murmullo sale de mi parte, es lo único que basta para que Brad se ponga de pie y me alce en el aire.

Mi mente está en el aire, en el único que lugar que la puedo mantener a salvo. Él más que nadie sabe que el sueño más grande de mis padres, es justamente esto. Un compromiso entre Brad y yo y lo esta usando sin misericordia. Levantó la mano izquierda hasta mi cara y observó el anillo en mi dedo. 

¡Maldito Brad Krieger!

—Estoy tan feliz —Mi madre se acerca y nos abraza. Mi mente me grita que tengo que salir de aquí lo más rápido posible, mi cuerpo se niega a moverse—. Sabía que tarde o temprano terminarían juntos y felices.

Juntos y felices.

¿Juntos? tal vez, ¿felices? lo dudo. Papá también me felicita y me dice palabras que no logro comprender. Todo esto se siente tan irreal, tan superficial y tan mal.

Brad me saca de la casa y nos dirige hasta un taxi.

—Tenemos que hablar Sara—dice incómodo —, hablar en serio. Tienes que saber la verdad.


 


 


 


 

Dejo caer mi enorme mochila en la silla con la esperanza de que haga ruido y los chicos se aparten. No puedo evitar sentirme celosa y que toda la adrenalina corra por mi cuerpo.
 


 

Ya tengo quince años, pero igual no puedo tener novio, mientras Brad si puede y eso no me gusta.
 


 

Cada vez que lo veo con una chica me da dolor de cabeza, todas deberían desaparecer de la faz de la tierra cada vez que piensan en acercarse a él.
 


 

—Hola hermosa —Evito levantar la cabeza y mirar a Brad y a la susodicha que tiene al lado.
 


 

¿Quién será ahora?
 


 

—Hola —murmuro sin ánimos.
 


 

Empiezo a sacar los libros de mi mochila y los pongo sobre la mesa, si ven que estoy  haciendo la tarea, tal vez me dejen tranquila.
 


 

—Tu amiga es una aburrida —exclama la chica al lado de Brad.
 


 

¡Bruja fea!, quisiera pisarle fuerte los pies.
 


 

—Ella no es aburrida, Melany —Me defiende Brad—, ve para allá. Yo voy ahora.
 


 

La chica bufa y va dando pisotones. ¡Ojala se caiga!
 


 

—¿Qué te pasa muñeca? —Brad toma una silla del lado y la pega a la mía para luego sentarse.
 


 

—No me gusta esa chica —digo aguantando hacer un berrinche como la niña que soy.
 


 

—¿Por qué? —pregunta él. Por su voz sé que de esta divirtiendo.
 


 

Esto lo pasamos cada vez que él esta con una de sus «novias».
 


 

—No sé —Porque no me gusta verte con ninguna otra chica que no sea yo, tu madre o la mía—, solo no me gusta.
 


 

—Mmm, bien—Se inclina y besa mi mejilla—. Sabes que siempre que me necesites estaré ahí para ti.
 


 

El amor debería ser pasajero, una condición sentimental que no podría durar más de días u horas si no es correspondido.




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