La Prometida del Gay

Capítulo 5

Justo cuando crees que tu vida es un asco aparece mil y unas razones para que confirmes esa creencia. Todo te da diez mil vueltas y al final terminas en absolutamente nada.

Hace apenas dos horas que Brad me dio la gran noticia, también hace apenas dos horas que me dejó en la casa porque recibió una «llamada» de lo más misteriosa y tuvo que irse. Sobra decir que cuando escuche una voz masculina al otro lado de la línea lo que sentí fue muy horroroso.

Cuando estábamos en la secundaria siempre tenía celos, muchos celos. Siempre me preguntaba porque ellas y no yo, eran celos «sanos» pero lo que sentí ahora fue desgarrador, fue sucio y abrumador. Ahora ni siquiera puedo preguntarme porque ellas y no yo, la respuesta sería tan sencilla como: no eres hombre.

Y si todo eso no es suficiente tengo varios noticias que procesar y ninguna son fáciles:

1- Soy la prometida de mi mejor amigo que es gay.

2- Mi padrino, que también es padre de Brad, pueda que muera.

Y finalmente:

3- Soy la típica chica cliché que se  enamora de su mejor amigo y no se lo puede decir.

En resumen: mi vida es un asco.

Acarició la suave colcha de la cama esta será la última noche en mi habitación. Tantas noches de insomnio, de llorar, reír, dar vueltas en la cama sin encontrar la posición correcta para dormir;  todo eso se quedara en esta habitación.  Mañana tendré que irme de camping con Brad y mis padrinos.

Me dejó caer boca arriba en la cama. Tal vez cambié el color de mi techo de un blanco a un sexy azul, las cortinas son cremas y mis armarios color caoba, porqué es de caoba. Tengo una pequeña alfombra al lado de mi cama color rosada —cabe destacar que odio el rosado—, pero es un regalo de Brad  y en el centro dice «Sara es la mejor» de un color azul y blanco, alternando las letras.

Pestañeo rápido antes de que las lágrimas  empiecen a brotar de mis ojos por segunda vez en el día, respiró profundo y me levanto a buscar mi maleta.

Mis padres están desbordando felicidad por cada poro de su cuerpo, en cambio yo me siento más miserable a cada minuto que pasa. ¿Cuándo se casan?, ¿por qué no nos dijeron que estaba saliendo?, etcétera. Todo un cuestionario de preguntas.

Me iban a  volver loca con tantas preguntas y lo peor es que yo no sé que responderle. La foto sobre mi mesita de noche atrae mi atención, en la foto estamos Brad y yo; él me tiene sobre su espalda mientras hace que se cae hacia delante y yo me aferró  fuerte a él para evitar «caerme», cuando en realidad lo hago porque me gusta la colonia y el calor que desprende su cuerpo contra el mío.  Sólo hace dos años de la foto, un día después de su confesión. Tuve que seguir con mi sonrisa en la cara, aunque por dentro me estaba muriendo.

Todo siguió igual. Por lo menos eso trató de decirme.

Suelto un bufido y vuelvo a centrar mi atención en la maleta que está a punto de rebosar sobre mi cama, ahora sólo hay que buscar la posición mágica  para cerrarla. Me subo sobre ella y voy presionándola despacio.

—¡Vamos, jodida maleta, cierraté! —exclamó desesperada y cansada.

Mañana todo cambiará, pasaré de ser «la típica chica cliché» a ser «la no muy típica prometida del gay». Estaré  más tiempo del normal con Brad y habrá más probabilidad de perder lo poco que me queda de corazón y razón.

Chequeo el celular, ya son las once de la noche,  el cansancio y muchas emociones me está haciendo efecto; definitivamente lo que me pasa a mí no le pasa a nadie más.  Terminó de arreglar todo y me acuesto a dormir.

Espero que Dios se apiade de mí.




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