Narración de Richard Burton (Protagonista)
—Hoy es el día más feliz de mi vida, al fin después de tanto tiempo voy a casarme contigo mi amor. —Le digo mirándole a los ojos con amor y mucha ternura.
—Yo también me siento feliz mi amado Richard. —Me contesta Samantha poniendo su cabeza en mis hombros y cogiendo mis manos.
—Gracias a Dios tu amiga la celosa y engreída Erika, ya no te acosa más por mi causa. —Mi rostro se torna tranquilo y lleno de paz.
—Ella durante varios meses me ha estado haciendo la vida imposible debido a mis orígenes humildes y porque soy una simple campesina de mi país, pero sobre todo porque nos vamos a casar —Samantha me contesta expresando tristeza y temor en su mirada.
—Erika no te volverá a molestar nunca más, hace varios días atrás la puse en su sitio advirtiéndole que si una vez más comienza a atacarte, voy a tomar serias represalias. —Expreso molestia y enojo al hablar de esa loca mujer.
— ¡Tranquilo mi amor!, no te alteres por una persona que no vale la pena. Ella siempre desde que fuimos pequeñas me ha tenido envidia. —Samantha me da un beso tierno y dulce en los labios.
Mi hermosa prometida a pesar de ser de familia campesina es de piel blanca, ojos negros de profunda mirada, cabello rubio, rostro angelical, nariz llana y labios rojos como el carmesí. No solamente me encuentro perdidamente enamorada de ella por su hermoso rostro, sino también por su gentileza, bondad y nobleza de corazón. Es difícil encontrar una mujer con estas virtudes en la actualidad.
Yo la abrazo mirándole fijamente a los ojos demostrando el inmenso amor que tengo por ella. Para ser sincero tengo un poco de miedo de lo que Erika pueda hacer con Samantha, han sido dos veces que ha intentado hacerla daño.
Sinceramente es una pena que dos amigas que desde pequeñas se han llevado muy bien, rompan esta amistad por causa del amor.
—Richard quiero decirte una verdad que la he tenido guardada desde hace varios días atrás. —Me dice Samantha, su mirada se torna pensativa y algo temerosa.
— ¿Qué pasa mi amor? Esa mirada me delata que algo te preocupa. —Le aprieto las manos suavemente para darle confianza y tranquilidad.
—Sé que pronto nos vamos a casar, sin embargo, no sé cómo recibas la noticia que debo decirte. —Me contesta proyectando profundidad en la mirada.
— ¡Me tienes intrigado mi vida! dime ¿Qué te pasa? ¿No confías en mi amor? Tú sabes Samantha que soy todo tuyo desde hoy y para siempre. — La quedo mirando con los ojos del amor.
— ¡Es verdad Richard, tú en verdad me amas! Soy una tonta en comportarme así contigo. ¿Me perdonas? —Ella suelta una cálida y luminosa sonrisa.
—Mi vida no tengo que perdonarte nada. Si no me quieres decir tu secreto no hay problema, respeto tu intimidad y cosas personales. —Le devuelvo la sonrisa acariciando su tierno rostro.
Rin, rin, rin.
Rin, rin, rin.
Rin, rin, rin.
—Perdón mi amor es mi amigo Robert, debe ser algo urgente que me llama a estas altas horas de la noche. —Le digo a Samantha.
—Robert mi gran amigo ¿qué sucede que llamas a las 11 y media de la noche? —Le contesto un poco preocupado.
—Richard, acabo de conseguir los boletos de luna de miel a Shanghái para ti y Samantha. —Me responde con alegre voz.
— ¡En serio! Es una excelente noticia. Gracias por conseguirme los boletos, en verdad eres un gran amigo. —Le respondo expresando regocijo en la voz.
— ¡Suerte para ti y Samantha! Ven mañana a retirar los boletos de primea clase a mi oficina. —Se despide.
—Te ves alegre mi amor, ¿Qué buenas noticias te dice Robert? —Samantha expresa curiosidad en el semblante.
—Es una sorpresa mi vida. También tengo mis secretos como tú. —Sonrío a carcajadas.
—Está bien mi amor, cuando me reveles la sorpresa yo te revelo la mía. ¿Trato hecho? —Ella me sigue el juego devolviéndome una sonrisa.
— ¡TE AMO! ¡TE AMO! Samantha. —Acerco el rostro para besarla con pasión y ternura.
Toda la noche pasamos conversando y tomando una botella de vino recordando la primera vez que nos conocimos. Es tan hermosa nuestra historia de amor que quiero que se repita una y otra vez. Ella tenía apenas 15 años y yo 27, la diferencia de edad no fue obstáculo para enamorarnos, tampoco nuestros padres a pesar de ser de distintos estatus sociales, países y culturas. Yo soy americano de la ciudad de Manhattan que es uno de los centros culturales, financieros y comerciales más importantes del mundo. Samantha es de Chone un pequeño pueblo de la costa de Ecuador.
Recuerdo muy bien aquel día que el destino nos tuvo preparado el encuentro. Samantha lucía un peinado trenzado, los labios pintados de una suave color rojo, estaba arreglada con un vestido del mismo color al estilo victoriano, raro para esta época, sin embargo, no hubo ni hay mujer tan hermosa que se la pueda comparar, especialmente aquella mirada profunda con esos ojos negros que reflejan la pureza del alma.
Después de una larga conversa nos quedamos profundamente dormidos y abrazados el uno del otro. Al despertar me levanto en silencio para dejarla descansar. Me baño, visto, tomo café y salgo enseguida a la oficina de Robert.