La prometida del magnate

MI VIDA ES UNA TRAGEDIA

Narración de Samantha Cedeño (Protagonista)

Gracias a Dios aquel sombrío y frío día una gentil enfermera me ayudó aliviar el dolor que sentí en el vientre. ¡Mi niña! Nos salvamos de esta, espero regresar nuevamente al hospital para pedir ayuda al doctor que la enfermera me recomendó.

Mientras me tomo un baño en el albergue, acaricio mi barriga con lágrimas en los ojos, estoy de siete meses de embarazo con un posible parto prematuro.

“Mi amado Richard no sabes qué esperas una hija fruto de nuestro amor. Aquella es la sorpresa que te iba a dar, pero de un día para otro cambió todo”.

Parece una pesadilla lo que estoy viviendo hoy, de mi delicada cama con cobijas de terciopelo a dormir en una cama pequeña en este lugar, me hiere el corazón.

Pero así es la vida, nadie sabe lo que pueda pasar el día de mañana, todo puede cambiar de un momento a otro. Es hora de salir de la ducha ya que hay otras mujeres esperando su turno para bañarse.

Después de subir al pequeño cuarto y vestirme, me dirijo nuevamente al hospital para hablar con el doctor que me he recomendado la enfermera, espero Dios me ayude y pueda dar a luz a mi hija sin ningún tipo de complicaciones.

—Enfermera buenos días, ¿Tenga la amabilidad de llamar al doctor que me recomendó aquel día cuando me auxilió al llegar al hospital? —Le saludo expresando gratitud en el semblante.

—Si la recuerdo señorita, con gusto, en este momento llamo al doctor Hetfield. —Me contesta con una sonrisa cálida.

— ¡Muy amable! —Le respondo.

Estoy un poco nerviosa, espero el doctor me ayude con mi embarazo y dé a luz en este hospital. Desde lejos miro venir un hombre con mandil blanco, es muy alto casi de dos metros, cabello castaño, mirada seria y lleva varios papeles en sus manos.

—Doctor buenos días, mi nombre es Samantha y deseo hablar con usted. —Le digo con la voz agradable, suave y cariñosa.

— ¿Usted es la mujer que me recomienda una de mis enfermeras? —Me responde con el tono ronco, fuerte y grave.

—Así es doctor Hetfield. Usted debe estar al tanto de mi embarazo y delicado estado de salud. —Le contesto expresando nerviosismo en los labios.

 — ¡Lo sé! No la voy ayudar. —Me dice con una mirada llena de odio y amargura.

— ¿No entiendo doctor? Una de sus enfermeras me recomienda a usted porque es bueno. —Mi cara muestra confusión y asombro.

—Hágame el favor de irse de aquí, este hospital no es instituto de obras caritativas. —Me da las espaldas mostrando frialdad en el rostro.

— ¡No doctor! ¡No me haga esto! Mi hija está en peligro de perder la vida si no soy atendida inmediatamente. —Me postro ante él cayendo de rodillas con lágrimas en los ojos.

¡Seguridad! ¡Seguridad! Saquen del hospital a esta mendicante. —Grita enérgicamente con voz de autoridad.

— ¡Le suplico no me haga esto! ¡Por favor misericordia por amor a mi bebé! —Me humillo en el piso mientras le imploro un poco de piedad.

Mientras el doctor se aleja, el personal de seguridad viene para sacarme del hospital. De lejos escucho discutiendo a este indiferente doctor con la enfermera.

—Doctor Hetfield, ¿Por qué trata así a la chica embarazada? Yo mismo la he recomendado a usted por su bondad y empatía.  —Le pregunta expresando miedo en la mirada.

— ¡No quiero saber nada de las mujeres desde hoy en adelante! —Su semblante se torna lleno de rabia e indignación a la vez.

—Doctor, ¡me sorprende su cambio repentino! Usted tiene un matrimonio perfecto con su esposa y en otras ocasiones ha prestado a mujeres ayuda gratuita en el hospital —Ella muestra confusión en el rostro.

— ¡Taylor me ha traicionado!, ayer al llegar a la casa la encontré con un joven en nuestra propia cama. — Su lenguaje corporal frío y cerrado luce más altanero.

No puedo seguir escuchando la discusión ya que los guardias de seguridad me sacan a la fuerza del hospital.

¡No Dios mío! ¿Por qué me pasa esto? ¡No! ¡No! ¡No! Nuevamente mis lamentos al recorrer bajo esta densa lluvia. ¿Qué hago sin la ayuda de alguien? ¿A caso es el fin de mi hija?

Mientras camino de regreso al albergue con el rostro hecho un mar de lágrimas, observo algunas personas pertenecientes al gobierno con varios policías y patrulleros.

Las mujeres del albergue son sacadas a la fuerza con sus niños en brazos. Es una locura lo que estoy viendo, asustada me acerco a un policía para preguntarle:

—Agente, ¿Qué sucede en el albergue que están sacando a todas las mujeres por la fuerza?

—Órdenes del nuevo alcalde de la ciudad.  —Me responde mostrando indiferencia y frialdad en la cara.

— ¿Pero por qué? ¿Qué han hecho aquellas pobres mujeres para que sean tratadas cruelmente? —Muestro espanto en la mirada.

—Todas estas latinas son inmigrantes ilegales, al fin hay un alcalde en nuestra ciudad con los pantalones bien puestos para enviar de regreso a esta gentuza. —Me contesta el agente policial mientras cruza los brazos en señal de satisfacción.




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