La prometida del magnate

EL SECUESTRO

Después de una semana, Robert me trae buenas noticias al contratar personal experto en este tipo de casos. Aún no puedo creer que para atrapar a un infeliz ex Sugar Daddy, tenga que valerme de un batallón para destruirlo, sin embargo, estoy completamente segura que Jack no es el mismo de antes, ahora es astuto, manipulador, inteligente y muy peligroso.

Mañana viene Robert con su gente a la mansión para ir tras ese desgraciado, mientras tanto quiero visitar a mi amado Richard en la clínica. Como es costumbre voy a vestirme con un traje sensual, la última vez que me vio con un escote amostrando casi la mitad de mis senos, no dejó de mirarme al disimulo.

Richard lleva bastante tiempo en abstinencia desde que perdió a su amada prometida, estoy segura que no ha tenido relaciones sexuales con nadie. Jaja, jaja, jaja, el pobre debe estar necesitado de las caricias y besos de una mujer.

Al ir al armario, busco el mejor traje ¡Vaya! Este vestido está liberal y juvenil, me lo voy a poner, es blanco casi transparente en la parte superior, en el interior es corto y apretado.

Al ponerme me miro al espejo, parezco una de las famosas actrices que desfilan con sus vestidos provocativos por las alfombras rojas de Hollywood, jaja, jaja, jaja. Soy demasiado hermosa.

Una vez lista, salgo como de costumbre en mi Ferrari rojo. Me siento tranquila al estar resguardada por varios hombres que cuidan de mí día y noche, sin embargo, tengo algo de recelo que aparezca de la nada el desgraciado de Jack e intente hacerme daño.

Clínica “Doctor city”

A la salida de la clínica me espera Richard para almorzar juntos. Al llegar lo veo vestido con su galante terno negro, es tan hermoso que soy capaz de ahora mismo entregarme en cuerpo y alma.

—Hola Erika, ¡luces hermosa! —Me saluda Richard besando con delicadeza mi mano derecha.

—Hola guapo, de igual manera luces hermoso. —Le sonrío seductoramente.

— ¿Dónde gustas almorzar? —Me pregunta.

— ¡Sorpréndeme! —Le exclamo clavando la mirada en sus ojos.

—Vamos al “París Old Restaurant”, hay exquisitos menús para degustar nuestro paladar. —Me comenta expresando una cálida sonrisa en el rostro.

—Donde tú quieras amor. —Le respondo.

— ¿Amor? —Me pregunta algo sorprendido.

—Perdón, donde tú quieras Richard. —Le contesto mostrando mi sonrisa coqueta.

Al irnos en mi coche, no dejo de mirarlo fijamente a los ojos dándole a entender que estoy perdidamente enamorada. Él con una tímida sonrisa baja la mirada sin decirme palabra alguna.

— ¿Por qué bajas la mirada? —Le pregunto antes de cogerle las manos.

—Tu mirada me intimida Erika. —Me dice.

—Te sigo gustando, ¿verdad? —Me acerco lentamente a él.

—Es innegable que sigues siendo atractiva y elegante. —Al responderme su voz le tiembla.

—Te noto nervioso. No me tengas miedo que no va a pasar nada de lo que no quieras hacer. —Mi voz es tierna y afectuosa.

Poco a poco acerco mis labios a los suyos esperando que me bese.

— ¡Lo siento Érika! No puedo hacerlo, aún Samantha sigue en mi corazón. —Richard se retrocede sutilmente.

—Entiendo mi querido Richard, pero algún día tendrás que aceptar que Samantha ya no está aquí. Cuando llegue ese momento recuerda que seguiré a tu lado esperando que abras nuevamente tu corazón al amor. —Le acaricio la mejilla suavemente.

—Gracias por tus palabras de consuelo, es mejor cambiar de conversación y alistarnos para llegar al restaurant. —Titubea al decir estas palabras.

Está en una clara señal que de alguna manera tarde o temprano Richard va a caer en mis brazos. Noto rotundamente como se pone nervioso al acercarme, además al mirar para abajo, detrás del pantalón su miembro viril esta erecto, jaja, jaja, jaja.

Tarde o temprano va a ceder a mis encantos, de eso estoy bien segura, jaja, jaja, jaja.

—Hemos llegado Richard.

No me contesta, solo abre la puerta del coche para ir a donde estoy yo y abrir caballerosamente la puerta cogiéndome de las manos.

Al entrar por la puerta principal del salón, el dueño del lugar sale a recibirnos calurosamente, él es uno de los clientes más allegados de Richard. Él, su esposa e hijos van a la clínica para hacerse arreglos faciales, todos son una familia de vanidosos pero que importa, con que yo siga con Richard estoy feliz de la vida.

No cabe duda que el ambiente aquí es de lujo, los meseros se acercan para llevarnos a la mesa reservada. Observo que hay una botella de vino tinto, dos copas, vajillas finas, cubiertos de plata y un arreglo floral muy llamativo en medio de la mesa.

—Está hermosa la mesa y su decoración, eres increíble Richard. —Le comento.

—Acostumbro almorzar solo en la mesa reservada, sin embargo, eres mí invitada en día de hoy. —Responde.

—Me estás poniendo nerviosa. —Le sonrío sosteniendo su mejilla y la acarició lentamente.

—Es un simple almuerzo Érika. —Me dice.




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