HADES ÖZDEMIR PRIDE
¡Maldición!
Esto tiene que es una jodida mierda y el hombre que estaba con Cassidy junto a esos tres pequeños no era Egan.
Mi mejor amigo.
Mi puto mejor amigo estaba con la mujer que amo y no tengo duda que durante estos tres años el estuvo con ella, mientras yo estaba loco por encontrarla.
Me vio la cara de imbécil.
¡Traidor!
Lancé el casco sobre uno de los sofás del departamento desordenado mi cabello y me senté en otro, esto debía ser un sueño, un muy mal sueño del que voy a despertar y estaré en la cafetería esperando su salida... Pero a quien engañó, la vi feliz junto a sus hijos y el idiota de mi mejor amigo.
Estúpido Egan, ahora entiendo su desesperación por venir a Italia.
—¿Belül?
—Señor Özdemir.
—Prepara el avión volvemos a Turquía, ya no tengo nada que hacer aquí.
—Como diga señor.
Sale del pequeño living y quedo allí sumido en mis pensamientos, el rostro de Cassidy quedo grabado en mi mente su mirada llena de sentimientos: felicidad, miedo, necesidad y amor.
Estando al lado del que podía ser su esposo, me era difícil creer haber visto ese sentimiento en sus ojos.
¿Por qué me miro así? No lo sé, sólo esperaba que Egan tuviera una buena escusa para que no lo mate a golpes.
Me levanté del sofá pasando mis manos por mi rostro, entre a la habitación y me senté en una de las esquinas de la cama mirando a un punto fijo, sentia un dolor en el pecho como si me hubiesen arrancado la poca luz que me quedaba. La última vez que sentí eso mi padre y la mujer que me crío por casi diez años estaban muertos en medio de la carretera, quizá lo que Eda me dijo antes de morir era cierto nunca llegaría a ser feliz con alguien.
Muchos me aman, también me odian y uno más o uno menos en mi lista no haría diferencia.
Era hora de olvidarla y desechar a los traidores.
Volvería a Turquía para seguir con mi vida de empresario prestigioso y controlador, con la mente puesta en la mina de Izmir, nuevas inversiones, mi divorcio con Vanu pero sobre todo aquello investigar a Ahmet Bayrak, alguien que no dejaba de ser una molestia para mi desde el día que piso mi empresa, hace una semana.
Me miro en el espejo de cuerpo completo haciendo el nudo de mi corbata, la ducha fría ayudo mucho a calmar mis pensamientos, ideas para no correr en la búsqueda de ella pidiendo explicación por su relación con mi mejor amigo. Salgo de la habitación acomodando mi corbata color vino, alzó un baso que está sobre la mesa mesa del minibar y me sirvo un whisky, es fuerte, justo lo que necesito.
—Señor está todo listo, podemos salir ahora para el aeropuerto.
—Esta bien —digo con voz firme bebiendo de mi vaso.
—He traído la última investigación de la señorita Moore. —rompe el silencio dejando un folder amarillo sobre la mesa que nos separa.
Sonrió con desdén negando, termino de beber mi whisky y dejo el vaso sobre la mesa.
—Puedes hacer lo que quieras con eso.
—Pero Señor...
—Özderkan, desaste de eso, tiralo a la basura —paso por su lado y salgo de allí muy molesto.
Se que en ese folder no habrá nada que ya no sepa, quizá sólo confirmar que Cassidy y Egan son una familia feliz junto a esos tres pequeños.
Desearía que fuesen míos.
Pero eso será sólo un maldito deseo.
***
Lunes, día hábil de trabajo.
El fin de semana lo pase en casa de mis abuelos con Vanu y la pequeña Elif, fue como cualquier otro fin de semana con la diferencia que andaba más perdido en mis pensamientos que de costumbre y la única culpable era ella... y él.
Vanu de manera sutil le pidió a Elif que me hiciera jugar, pero verla a ella era como ver a esa pequeña pelirroja que se abrazo a la pierna de Cassidy.
Ahora sería Cassidy, ya no Persefone.
También ignore las llamadas y mensajes de Egan, aunque los mensajes por demasiados tuvieron que ser respondidos por Özderkan con monosílabos, ya que si yo lo hacía, seguro lo mandaba a la mierda por ser un mentiroso.
No estaba listo para tener un enfrentamiento con él, me vio la cara de estúpido durante tres malditos años, Él sabía y veía como me frustraba aún así tuvo la desfachatez de decirme que no me rinda.
—Por fin te encuentro —apreto los dientes con molestia al verlo entrar a mi oficina.
—Egan.
—¿Qué bicho te ha picado para que me evadas? —pregunta mientras toma asiento en una de las sillas frente a mi escritorio.
El bicho de la traición, idiota.
—Trabajo y fin de semana con mis abuelos. —trato de contener la molestia en mi voz sin despegar la vista de la computadora.
—Inventa una escusa mejor, siempre que estas tus abuelos me llamas amorcito —dice con diversión y giña un ojo.
Gruño y levanto el rostro del computador.
—Enseñame a inventar mejores escusas, creo que eres experto en ello —recriminó en tono hostil.