La Propuesta

La Propuesta

HADES ÖZDEMIR PRIDE

 

Desde que la vi bajar del auto no podía dejar de verla, era como si me hubiese hechizado con su sola presencia.

 

Compartimos una deliciosa cena.

 

Bailamos al ritmo de una canción turca, era una de las favoritas de mi padre pero era demasiado melancólica, trataba de un amor que no pudo ser y tuvo que despedirse de la idea de amarse por siempre a causa de una traición. Ahmet desde que llego a la recepcion nunca dejo su mirada de estar sobre nosotros y eso me molestaba sobre todo sus sonrisas llenas de burla dedicadas a Cassidy.

 

Estaba seguro de que algo no andaba bien e iba a descubrir que era.

 

Estábamos encerrados en una habitación luego de tan íntimo baile juntos, por lo menos después de tres años la tenía frente a mi, de pie en el balcón mirando la noche iluminada de Turquía.

 


Debía admitir que estaba molesto, estaba tan cerca y tan lejos de ella, durante la noche no habíamos mediado más que palabras sobre la sociedad de nuesta empresa para aquel proyecto.


Evadiendo temas importantes como nuestros hijos y las malditas miradas de mi medio hermano.

Deje la copa de vino sobre la mesa central del living de este departamento y camine hasta ella, mi cuerpo quería sentir el suyo. Todavía recordaba esa noche, esa noche que sin pensarlo le entregue todo de mi.

—No entiendo que hacemos aquí, si solo estarás callada mirando la ciudad  en silencio —dije molesto y con el vino haciendo efecto en mi sistema.

—¿Qué quieres diga Hades? —pregunta sin verme.

—Todavía lo preguntas —rio sin gracia mientras la observo de reojo y como tiembla por el frío de la noche— Te busque desde que te fuiste, me mentiste y ocultaste durante casi cuatro años su existencia, hiciste que odie a mi mejor amigo pero la única culpable eras tú, tus mentiras.

—¿Mis mentiras? —mumura molesta mirándome de reojo con una sonrisa que más parece una mueca de dolor— Mirame a la cara y dime todo otra vez, yo cada maldito mes te envíaba una carta con mi puño y letra desde que supe que existían. Con Egan no tenías por que molestarte yo se lo pedí y si admito que tengo culpa, pero tu no quedas libre Hades.

Me acerqué a ella acortando la distancia que nos separaba, estaba de espalda y aún así su cuerpo la delataba mostraba las ansias de sentir el mío y mi tacto en cada centímetro de su piel, pose mis manos en su cadera dejando mi rostro descansar en su hombro. 

—Tengo una propuesta con dos condiciones —susurre sólo para que ella me escuchase.

—Habla. —sonreí dejando un beso en su cuello.

—Quiero saber la verdad sobre tu reunión con Ahmet está tarde —se remueve nerviosa en mis brazos— El proyecto seguirá en pie, pero con estas dos condiciones: Mis hijos y tú en mi cama volviendo a ser mía o en menos de un pestañeo me los llevaré  y no los volverás a ver en tu vida.

Se que estaba siendo un completo cabron, pero quería que ella confíe en mi y me dijese la verdad que sus ojos marrones me ocultaban.

—Tú no eres el único que sabe jugar, lo haremos de a dos —dijo girando sobre su lugar quedando frente a mi sintiendo el calor de sus labios sobre los míos— Hades.

Demonios, la deseaba y su cercanía nublaba mis sentidos.

—¿Lo tomas o lo dejas?

—Aceptó la propuesta —acerqué su cuerpo más al mío y bese sus labios sellando nuestro trato.

Mis manos se pasearon por su figura esa que había cambiado con el paso del tiempo y el embarazo de los trillizos.

La cargue en mis brazos y la acosté en la cama de la habitación sin dejar de besar esos labios que me volvían loco, lo que quería escuchar me lo diría después de recorrer su piel con mis labios sin dejar ningún espacio sin ser reclamado por mí. 

Ella era toda mía en cuerpo, mente y alma así como yo era suyo, escuchar sus jadeos era la gloria, tallar su cuerpo con mis manos era como tocar  una obra de arte, sentirla piel con piel me hacía sentir vivo, lejos del infierno que mi vida había sido las últimos días, semanas, los últimos años.

Nuestros cuerpos en sincronía, la habitación con cada momento se llenaba de jadeos, gemidos, nuestras manos exploraban nuestros cuerpos queriendo memorizar cada parte de nosotros y no sólo eso, también tomábamos nuestra alma.

Estábamos conectados.

Sentirla unida a mi era como sentirme vivo otra vez, ella era mi luz, su cuerpo perlado por el sudor era iluminado por la luna, ella era mi Persefone, mi diosa griega, era mi rosa negra, única e inigualable ella era lo que necesitaba para sentirme vivo.

Sentir que estábamos conectados más allá de lo físico era excitante, esto no era sólo sexo, esto era amor, compromiso.

 

***

 

—Déjame ayudarte mi diosa del Olimpo —me acerqué a ella y subi el cierre de su vestido de estilo griego.

 

—Gracias, creo que con mi cabello no podré hacer mucho —dijo mirándose al espejo con una sonrisa divertida.




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