HADES ÖZDEMIR
—Hades, cariño despierta. —susurra Cassidy sobre mi pecho mientras sus dedos acarician mi barbilla— Ya vas cinco minutos tarde a la oficina.
La escucho nuevamente, se que es una mentira por que si fuese cierto mi teléfono estaría abarrotado de llamadas ya que tengo una importante reunión. Bostezo cubriendo mi boca con la palma de mi mano para después pasarla sobre mi cabello, abro los ojos lentamente viendo que la habitación aún está en penumbras.
—¿Deseas algo especial se comer? —pregunté bajando un poco el rostro y beso su frente.
—No, yo sólo... —esconde su rostro en mi cuello como hace varios días lo viene haciendo desde que hago mi rutina a las seis de la mañana.
Sí, tuve que recorrer una hora mis ejercicios para mantenerme en forma.
—Aşkim dime que atormenta esa cabecita tuya, llevas hace una semana así y me pone mal no poder ayudarte.
Murmuro acariciando su espalda, la escucho suspirar y comienza a delinear mis tatuajes.
—¿Me odias? —frunci el ceño a pesar de que ella no lo notará— Veo como eres feliz con cada mes que pasa mientras mi vientre crece, pero también veo como observas a los trillizos y aquella sonrisa feliz pasa a una de melancolía. Yo... yo quería buscarte pero tenía miedo de tu reacción cuando apenas estuvimos una semana juntos en aquel año y el hecho de que apareciese mi familia...
—Silencio, porfavor —cortó su discurso, me siento sobre la cama y la instó a ella que haga lo mismo— No te odio, nunca podría hacerlo mi bella Persefone, me hubiese gustado también disfrutar del embarazo de los trillizos no obstante si no pude en ese momento fue cosa del destino pero ten algo por seguro, de mi no vuelves a escapar nunca más ¿Entendido prometida?
—Entendido señor.
Beso sus labios esos que nunca me canso de probar y me hacen sentir en las nubes, volvemos a acostarnos juntos ella sobre mi pecho mientras acaricio su cabellera castaña a los minutos escucho su respiración tranquila, está dormida. Me levanto de la cama con cuidado de no despertarla miro la hora en el reloj de la mesa de noche el cual marca las cinco de la mañana en punto, suspiro cansado y salgo de la habitación por un vaso de agua para así poder despejar mi mente.
En mi camino a la cocina me detengo en la puerta de los trillizos apoyando mi cabeza en esta mientras mi mano cubre la perilla de la misma, dejo salir el aire retenido en mis pulmones y entro en la habitación que es iluminada por la luz tenue que se cuela por la ventana de su habitación.
Cada uno duerme tranquilo en su cama, estando los tres juntos no temen quedar solos en su gran habitación cuando es hora de dormir, desde hace unos días me han pedido que después de cada cuento y si ellos quedan dormidos apague las lámparas cosa que no he cumplido y ellos se dieron cuenta hasta el pasado día de ayer donde me dijeron que sino hacia lo que pedían no volviese a contarles un cuento.
El puchero de enfado sobre todo de Athena me causó risa sumado al pequeño sarten que tenía entre sus manos de forma amenazante, tuve que prometer que si lo haría y cada uno volvió a sus cosas.
No dejaré ver a mi pequeña Enredados.
Mis hijos habían crecido y aunque ante mi futura esposa dijese que no importaba haber estado desde el primer a lado de ella en el embarazo, sí lo hacia, en un mes cumplirán cuatro años e irán al jardín de niños que por nada del mundo me perdería dejarlos en su primer día de clase. Sin embargo me hubiese gustado estar cuando dieron sus primeros pasos, sus primeras palabras o cuando probaron una nueva comida y no les gustó... tantas cosas.
—¿Con qué aquí estabas? —la voz de Cassidy interrumpió mis pensamientos, su vientre de seis meses se hacia notar debajo de la playera que tenía puesta.
Simplemente perfecta.
Se acercó a mi y limpio mis mejillas que al parecer tenían rastro de lágrimas, aquellas que apenas puse un pie en la habitación de mis hijos cayeron libres.
—No te sientas triste o también yo lo estaré ¿Si? —acaricio mi rostro y como a niño pequeño después de haberse hecho una prqueña herida beso mi frente— Todo estará bien, nada nos va a separar y serás un gran papá.
Y esperaba que fuese así.
***
Tomados de la mano Cassidy y yo esperábamos que llegue nuestro turno con la ginecóloga, desde el cuarto mes de embarazo habíamos intentado saber el sexo de la pequeña semilla de manzana y hasta ahora no se dejaba ver.
Los trillizos hoy vinieron con nosotros por que también quieren ver a su hermano o hermana, aunque Athena está reacia a tener una hermana por el hecho de que teme que ella no la quiera así como lo hace Fiore.
Un par de veces le pregunté que sucedía entre las dos, por qué no quería jugar con su prima cuando viene a la casa, ella decía que no quiere otra niña más en su casa, que ella es la princesa y para ella son sólo los cariños de sus familia.
Hemos hablado con un psicólogo para tratar ese miedo a que le quiten lo suyo y de a poco también va aceptando el hecho de que si llega un niña a la familia ella también la va amar mucho.
—Señores Özdemir, su turno.
Entramos los cinco al consultorio de la doctora, los niños la llena de preguntas sobre como se hacen los bebés y si ellos eran como se ve en el par de retratos que se encuentran el la habitación.
Ella responde amable y luego les pide silencio para así poder ver al bebé.
—Espero que hayas estado tomando tus medicinas y cuidado tu alimentación —declara la doctora levantado la blusa de Cassidy y preparando la máquina para poder ver al bebé— Esperemos que hoy este pequeñin nos deje ver si es niño o niña.
Durante unos segundos la doctora se queda en silencio creando expectación en todos, tanto que Athena se abraza a mi pierna y mi futura esposa apreta mi mano entre la suya. Hande sigue moviendo aquella máquina sobre el vientre y sonríe.