Capítulo 3: Problemas
Alivio, la palabra perfecta para describir como me sentí después de que la camioneta parqueara al frente de mi casa. El ambiente adentro de dicho vehículo era seco, hablabamos de cosas laborales pero no se sentia cómodo.
Al entrar a la casa; mi madre me recibió con un regaño, pues estaba muy procupada y pensó que me había pasado algo y no era para menos.
Después de comer y cada una irse a la habitación, yo me quedé viendo entretenidamente el techo de mi recamara. De alguna manera estaba inquieta, pues el susto que había pasado en la noche no era para menos pero Harry-suspiro- fué mi angel en ese momento.
Me remuevo inquieta en la cama, no podía dormir.
Ante mil intentos para conciliar el sueño y que todo sea en vano, en mi desespero; empiezo a contar obejas.
Demasiado infantil; lo sé. Pero de verdad que necesitaba dormir y nada funcionaba.
Mis ojos empezaban a pesar, lo que queria decir que 500 ovejas no habían sido en vano.
[...]
Volteaba los tocinos, terminaba de hacer el café, luego me colocaba el zapato que me hacía falta, por último apagaba la estufa y dejaba todo servido. Tarde, la palabra indicada para describir como estaba mi mañana.
Resulta y pasa que al querer quedarme algunos minutos en la cama, resultó siendo media hora y cuando desperté mi cabeza estaba completamente desorientada;un completo caos.
En vez de caminar, estaba era corriendo. Al llegar a la parada del autobús, pregunto para saber si dicho transporte ya había pasada pero no. De algo malo, siempre sacar algo bueno.
Mientras esperaba inquietamente, varias camionetas se empiezan a estacionar, las conocía perfectamente porque en uno de eso vehículos me había subido anoche.
Sr. Miller.
Trago grueso, ruego al cielo para que no me despidiera.
Tranquila Stella, tranquila. Compostura ante todo.
-Buenos días. Sr, Miller. - Intento sonar relajada.
-Señorita Corney, mis hombres y yo nos encargaremos de llevarla. - Habla.
-No se preocupe, Sr. Miller. En unos momentos pasará el autobús. - Informo.
-No creo que le de mucho tiempo ir a su casa y luego devolverse a tomar el autobús. - Dice con su típica postura seria.
Frunzo el seño al no entender a que se referia, el agacha su mirada dirigiéndose a mis tacones.
Uno era café y otro negro.
¿¡Tenía los dos tacones de diferente color!?.
A razón varias personas me habían quedado mirando raro.
No hay nada peor que pueda arruinar mi día. Solo que mi jefe vio que traiga conmigo zapatos de diferente color, ¿había algo peor que aquella pena que acababa de pasar?.
Veo que en sus labios se halla una pequeña sonrisa, una bendita sonrisa que me hacia enloquecer pero en este momento no podía distraerme, ¡tenía zapatos de diferente color!.
-Mis hombres y yo la acompañaremos a su casa, de allí a la empresa; señorita Corney. - Habla mi jefe
-Si, señor. - Fueron las únicas palabras que salieron de mis labios, no tenía ninguna otra opción.
De seguro mi cara estaba roja como un tomate.
Nos subimos a la camioneta-cosa que no veía necesaria- pero en un par de minutos ya estabamos en la casa.
Cuando habíamos llegado mi madre ya estaba despierta, solo se hecho reir de lo distraida que era su hija. Mientras yo subia a mi habitación a cambiarme los zapatos, mi jefe quedó encantado en quedarse hablando con mi madre.
-Su hija es una excelente persona, sin duda alguna. - Esa era la voz de Harry.
-Lo sé. Es una gran persona y mujer. - A diferencia de la voz anterior, la que hablaba era mi madre.
Camino a paso firme para que mis tacones sonara y así dar a entender mi presencia.
-Ya podremos irnos a la empresa, Sr. Miller. - Digo mientras llegó a la mesa de la cocina que es donde ellos se encontraban.
Veo que Harry al igual que mi madre, tienen consigo una taza de café en sus manos. El al verme se para de su asiento.
-Gracias por todo, señora Corney. - Dice mi jefe. Mi madre sonrie, pues la ausencia de mi padre poco a poco la ha ido superando.
-Gracias a usted por cuidar de mi hija. - Responde mi madre.
-Es un placer.
-Mamá, en unos momentos la enfermerá llegará. Si pasa algo, me llamas. - Hablo mientras le doy un beso en su frente.
Salimos mientras llamamos la atención de algunos vecinos chismosos. Harry Miller nunca había venido a mi casa, en los cinco años que llevamos trabajando nunca lo había hecho, lo que hacia que me planteara una pregunta: ¿Cómo sabia mi dirección?.
Conocía a mi madre, sí. Pues algunas veces nos invitó a ambas a algunas ocasiones especiales para él, era poco lo que él conocia pero para mí era suficiente.
Cada quien tenia su vida privada, había algunas cosas que Harry no conocía de mí y de seguro yo de él. Para los Miller, algunas veces ellos no contaban con esta "vida privada", pues la prensa no los dejaba.
-Su madre es una gran persona, al igual que usted. - Alaga Miller. - Veo que ha tenido un buen progreso.
-Si. Algunas veces a tenido varias recaída. - Respondo. - Gracias a Dios contamos con una buena atención médica.
El asiente levemente, en ese momento nos vemos interrumpidos por una llamada. Él contesta el teléfono y yo solo me concentro en la ventana de dicho vehículo.
-Mier**. - Sale de sus labios al colgar el teléfono. - Perdone, - Se disculpa conmigo, al parecer no soy la única en tener una rara mañana. - Lo siento señorita Corney, es que tengo algunos problemas.
-¿Todo bien o algo de lo cual preocuparse?. - Mi curiosidad me gana, así que pregunto.
-Digamos que mi empático hermano vuelve a la ciudad. - El tono sarcástico de su voz era evidente.
Nicolas Miller, hermano por parte de papá. Digamos que aquel hombre cuando aparecía,eran problemas; porque desde la muerte del padre de mi jefe, Nicolas solo busca empoderarse de los terrenos que con tanto esfuerzo han conseguido.