La propuesta del Sr. Miller.

Capítulo 7: Cambios de actitud

Capítulo 7: Cambios de actitud.

Veo atenta cada movimiento que realiza el doctor, como revisa a mi madre, ella simplemente me brinda una sonrisa de boca cerrada la cual no dudo en devolverle.

-Esta bien, de eso no hay duda. Prefiero que se quede dos días más, por seguridad. – Explica haciendo que un alivio recorra por mi cuerpo.

-Gracias doctor. – Habla mi jefe estrechándole la mano al hombre.

-Es mi trabajo, no tiene porque agradecer.

Después que saliéramos de la mansión Miller, decidimos pasar por mi casa, buscar algo de ropa para poderme quedar en el hospital.

-¿Cómo te sientes?. – Le pregunto Mónica.

-Estoy bien, cariño. No tienes de que preocuparte. – Responde con la voz un poco ronca.

-Mamá, estuviste en cuidados intensivos, en medio de un balance. No digas que estas bien. – Le regaño.

-En realidad lo estoy. – Insiste. – Ni siquiera duré un día en ese lugar, ¿ves que si estoy bien?.

-Lo único que veo es que eres muy insistente. Que te haigas recuperado rápido no quiere decir que todo esté perfectamente bien. – Sigo hablando.

-Señora y señorita Corney, ya me tengo que retirar, pero les deseo feliz noche. -  Dice mi jefe con una sonrisa de boca cerrada.

-Gracias por todo, Sr. Miller. – Respondo.

-De nada. Hasta luego. – Se despide dándole un beso en la mejilla a mi madre y a mí simplemente me brinda la mano.

Te tengo envidia en este momento madre.

Creo que Mónica se da cuenta de lo que pasa por mi cabeza porque no duda en hablar:

-No me mires así. ¿Sabes lo malo que es tener celos de tu madre?. – Bromea.

-¿Celos?, ¿Por qué debería sentir celos de ti, madre?. – Pregunto haciéndome la que no se nada.

-Ajá. Stella no soy tu verdadera madre- Ni siquiera la dejo continuar porque la interrumpo de inmediato.

-¿En que habíamos quedado?. Nada de tocar ese tema, eres mi madre y siempre lo serás. – Demando firmemente.

-Bien…Te conozco como a palma de mi mano, sé muy bien lo que ese corazoncito siente por ese hombre. – Dice sin titubear.

-No sé a lo que te refieres. – Intento excusarme.

-¿Hace cuento que lo quieres Stella?. – Curiosea.

-Ese es el problema. – Hablo mientras tomo asiento a su lado. – Yo no lo quiero mamá, yo lo amo.

-Stella, cariño… ¿Cómo puede amar a alguien, así sin nada más?. – Sigue mientras hace un además para que me acerque aún más a ella.

-Cinco años mamá. Cinco benditos años, en los que mis sentimientos han ido creciendo al borde. – Explico mientras ella pasa sus manos por mi cabello.

-¿Correspondida?. – Pregunta a lo que yo niego levemente.

-Aún peor, no soy correspondida. Él me quiera, ya me lo ha dicho, me ve como compañera, una “socia”, máximo como una amiga. – Sigo explicando. – Ha sido horrible como ver que ha salido con millones de mujeres, lindas, guapas y a las cuales él no las ve como una “amiga”.

-Stella, cariño, no digas eso. Eres una chica maravillosa, linda, guapa, sexy y todo lo que un hombre podría querer. ¿Por qué no les has dicho?.

-¿Decirle?, no gracias, no quiero terminar humillada. Que tal y me diga: “Señorita Stella, usted es alguien muy especial en mi vida, pero solo la veo como una amiga, nada más”. – Hablo mientras imito la voz y palabras que podría decir mi jefe.

Lo conocía y esa habían sido una de las palabras que usaba con sus conquistas, amigas o inclusive “pasatiempos”. Harry Miller podía ser muy “engreído” en algunas ocasiones, demasiado “superficial”, pero algunas mujeres con las que él solo buscaba divertirse, se enamoraban y esas palabras que había dicho, solo las escuché alguna vez en su oficina.

-No busco nada serio, ya te lo había dicho.

-Esto nunca iba a funcionar, pero gracias de todas maneras por tu tiempo.

-Siento que las cosas terminaran así. – Esas eran una de las miles de frases que ya le conocía a Miller.

-Peor es quien no lo intenta. – Expresa mi madre, sacándome de mis pensamientos.

-Peor es terminar humillada, enamorada, sin amigo, sin jefe y sin empleo, porque si yo le llego a decir y se niega; ni loca sigo en la empresa. – Contesto de inmediato.

-¿Y si acepta?. – Cuestiona. Ese era el problema, había dos opciones y amabas me aterraban.

-¿Sabes, qué?, deberíamos descansar. – Cambio de tema. – Ha sido un gran día, y lo último que quiero es que mañana llegue tarde al trabajo.

-Si tu insistes. – Ella me conocía muy bien y sabía que en este momento no me encontraba de ánimos para hablar de ese tema.

La ayudé que se acomodara bien en la camilla para luego yo acomodarme en uno de los muebles que se encuentran dentro de la habitación.

Mis ojos pesaban cuando empiezo a sentir un toque en mi hombro, de verdad que quería abrir mis ojos, pero el sueño me empezaba a vencer.

-Señorita Corney. – Veo que la persona empezaba a ser más insistente.

Como pude empecé a abrir mis ojos, encontrándome con una mujer vestida de totalmente de blanco y traía consigo un pequeño sombrerito.

Hay no, la llorona moderna.

Con este pensamiento, mis ojos se abren como platos, veo que es una enfermera.

El hospital Stella, estas en un hospital. – Pienso mientras me rio mentalmente de mí.

-Perdone. – Me disculpo con la chica al salir del susto.

-No se preocupe, disculpe usted. Lo que pasa es que su habitación ya está lista hace algunas horas, nadie le había venido a informar, perdone usted. – Habla la chica haciendo que mi cerebro empiece a procesar todo lo que ha dicho

-¿Qué habitación?. – Pregunto sin entender.

-La que él Sr. Miller pidió para usted. – Explica haciendo que otra vez me vuelva a perder.

-Creo, me parece, que anda un poco confundida, sin ofender. – Digo.




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