Capítulo 9: No son necesario los favores.
Después de tomar nuestro helado, decidimos sentarnos en una de las bancas que se hallan en el parque, al final de cuenta a ambas nos terminó de servir el paseo.
-Sé que no era el postre que esperabas, pero espero que hubiese servido de algo. – Comento.
- ¿Bromeas? Fue de lo mejor, y eso no estaba en mis planes. – Contesta.
Nuestra mirada se dirige a las tres camionetas que empiezan a ingresar al parque, ya tenía la clara idea de quien se trataba.
-Creo que llegó el momento de que enfrentes todo lo que no quieres enfrentar. – Expreso.
-Si, llegó la hora.
La chica respira profundo antes de parase del asiento de manera desafiante y esperar a su hermano. Esa chiquilla tenía algo en mente, lo podía ver en su rostro.
-Lo siento, de verdad. – Se disculpa Miller apenas baja del auto.
-Tus disculpas no me sirven en este momento. – Contesta la chica adentrándose al auto, dejando a su hermano con una cara de reproche.
- ¿Tan grave fue lo que hice? – Me pregunta.
-Está enojada y triste, intente entenderla. – Respondo sin sonar muy defensora.
-Gracias por la ayuda, señorita Corney. – Habla.
-No se preocupe. Emm… Le quería decir algo, pequeño. – Digo acordándome de las atenciones del hospital.
-Dígame.
-De verdad agradezco la atención que quiso prestar con nosotras en el hospital, pero no era necesario. – Contesto sin rodeos.
-Solo fue un favor. – Se defiende.
-Con todo respeto, Señor Miller. No son necesarios este tipo de favores.
-Sabía que iba a decir eso, así que tómelo como un pago al ayudarme a sacar a mi hermana de aquella habitación. – Contesta.
-No es necesario ningún pago, lo que hice es simplemente un favor y los favores no son algo que se tengan que devolver.
-Bien, entonces, tómelo con un préstamo que no tiene ningún afán de ser pagado. – Continúa sacando excusas.
-¿Sabe usted que los préstamos no tienen ningún afán, cuando el dueño no lo cobra? – Yo también podía ponerme a la defensiva.
-Veo que con usted es casi imposible, después aclararemos algo. Pero cuénteme, ¿si le dieron la habitación? – Pregunta cambiando de tema.
-Sí, gracias. – Contesto.
-No tiene porque agradecer. Deberíamos entrar a la camioneta, sino esa mujercita me vuelve loco– Dice mientras me hace espacio y abre la puerta de la camioneta.
Miller se fue en la parte delantera de la camioneta a diferencia de Heily y yo, quien íbamos en la parte trasera.
Por alguna cuestión de no sé qué, las camionetas cambian su rumbo y empiezan a dirigirse a la calle en donde se encuentra el hospital. Antes de poder hablar o decir algo, él lo hace:
-Gracias por su ayuda señorita Corney, espero y pueda descansar. Nos vemos mañana en el evento. – Dice mientras las camionetas empiezan a parquear.
-Gracias a ustedes. – Contesto mirando al par de hermanos.
-Nos vemos, Stella. – Se despide Heily.
Con una pequeña sonrisa de labios cerrados, bajo de la camioneta y me adentro al lugar. Antes de seguir caminando, algo pasa por mi mente.
-Nos vemos mañana en el evento. – Dice.
¡El evento! ¡No tengo vestido!
Puedo jurar que en este momento podría necesitar una máquina para poder respirar bien, como se me había podido olvidar ese vestido, el evento, hay Dios mío. ¿Qué voy a hacer?
Hago varios intentos para calmarme, necesitaba calmarme sino quería terminar en una de las camillas del hospital.
Luego de calmarme me dirijo a la habitación de mi madre, allí estaba ella, concentrada en la televisión viendo una novela. Ni siquiera había notado mi llegada, hago un pequeño sonido para que me preste atención.
-Hola madre, ¿Cómo estás? ¿tan buenas está la novela que no prestas atenciones de cuando tu hija llega? – Saludo con una sonrisa y dándole un beso en la mejilla.
-Cariño, no seas tan boba. Claro que sé que llegaste, simplemente no me quería desconcentrar, aunque ya es en vano. – Contesta de igual manera dándome un beso.
-¿Cómo sigues? – Pregunto.
-Mucho mejor, a ti, ¿Cómo te fue el día de hoy? ¿Y ese milagro de llegar temprano?
-Simplemente cortesía del Señor Miller. – Excuso, pero antes de que pudiera decir algo fuera de lo común, hablo. – La hermana estuvo el día de hoy allá, tuvo problemas con la joven y necesitó mi ayuda, así que por todo; me dejo llegar temprano, además tengo un evento el día de mañana.
-Mmm. – Dice aunque no se lo creía mucho.
-Es enserio, no malpienses las cosas.
-¿Entonces si pasó algo?, yo nunca he dicho que malpienso las cosas. – Se ríe.
-Lo digo porque te conozco, y sé que puede cruzar por esa mentecilla
-Ajá, voy a hacer como si te creyera. – Dice, -¿Le dijiste algo sobre las atenciones?
-Sí. Le dije que no era necesario, pero contesto que solo era un favor. – Respondo a su pregunta.
-Pero mira que elegante. – Alaga. Simplemente hago como si no hubiese escuchado dichas palabras.
Me siento a su lado y empezamos a hablar para pasar el tiempo, al final de cuentas terminó viendo la novela que en realidad es más buena de lo que suponía.
-¿Entonces ya se puede ir? – Pregunto.
-Si, señorita. La salud de la señora Corney está muy bien, ya pueden volver ustedes a su casa. – Informa el doctor.
Mi emoción fue tanto que de inmediato me puse a empacar a los utensilios que mi madre había utilizado durante su estadía en el lugar. Estaba dichosa de volver a la casa, aunque apenas y había durado uno a dos días, era un alivio volver a casa y sentirse cómoda en nuestro lugar.
[…]
Ayudo a mi madre a bajar del taxi, luego bajo el bolso en donde se hallan sus pertenencias. Antes de poder entrar a la casa una vecina llega con una caja en manos.