Capítulo 16: Pesadillas
Seco las últimas lágrimas que pasaban por mis mejillas, necesitaba descansar porque de seguro al día siguiente se aproximaba un día agitado para mí.
Miraba el techo mientras mi mente repetía una y otra vez las palabras de Miller: “Yo también lo siento” ¿Qué era lo que lamentaba?
Al llamar a Carolina, no pude evitar soltar unos cuantos sollozos haciendo que la pobre se preocupara, pero tuve que mentir diciendo que estaba bien, que eran simplemente las hormonas.
¿Lamentaba lo que había pasado? Un poco. Su voz y expresión seria, enojada, decepcionada, pasaba por mi cabeza una y otra vez. Estaba segura que nuestra amistad se había enterrado en lo más profundo de la vida, pero simplemente era algo que yo me negaba a aceptar.
Y me sentía el peor cobarde del mundo, porque le tenía miedo a los sentimientos que pudiera generar ese contrato. Si no hubiese estado enamorada de mi jefe, hubiese existido la posibilidad de aceptar por ayudar a un “amigo” y empezaba a entender las palabras de Carolina: “Eres demasiado buena para este mundo, a veces hay que ser cruel para no dejar que te lastimen” y era posible que ella tuviera razón.
Las ovejas no servían en esta ocasión, los pensamientos me carcomían cada vez más, ese desacuerdo entre la razón y el corazón los cuales se negaban a ponerse de acuerdo.
Cierro los ojos e intento mantener la mente en blanco, dejar de pensar en él, pero al parecer termine empeorando las cosas.
El fuego incendiaba el lugar, yo seguía abrazando al oso de peluche mientras varias lágrimas se derramaban por mis mejillas, intentaba gritar, pero era en vano porque me sentía sin energía.
Quería a mamá y papá.
–¡Ella, cariño! –La voz de mamá se hacia presente, sin embargo, yo no podía responder del mismo miedo que embargaba mi cuerpo.
–Mamá. –Un pequeño susurro fue lo único que salió de mi pequeña boca, la cual estaba completamente seca.
–¡Hija, por favor, ven a donde papá y mamá! Te vamos a proteger. –Escuchaba los gritos de aquel hombre; mi padre.
Aquellas dos personas golpeaban al parecer una puerta, no tenía mucha idea de que era. Luego todo fue completamente borroso, dos hombres vestidos de negro me tomaron del suelo llevándome con ellos, al otro lado pude distinguir como se llevaban a mis padres.
–¡Mamá, papá! –Tome toda la fuerza que podía para gritar, ellos voltearon a verme mientras intentaban zafarse del agarre de aquellos hombres que de seguro eran malos.
–¡Ella, cariño! Te amamos, no lo olvides nunca. Papá y mamá te aman con todo el corazón, hasta el infinito y –ellos no terminaron la frase porque yo lo hice.
–Más allá. –Hablo en un pequeño susurro.
Me despierto casi cayéndome de la cama, ese apretón en el pecho el cual no sentía hace años, el miedo recorrer mi cuerpo, el grito ahogado y mi cuerpo temblar.
Aquellos sueños o más bien pesadillas, indicaban una sola cosa; algo malo se podía aproximar.
Sonaba muy loco y todo lo que se podía imaginar, pero de verdad era muy cierto, en diferentes ocasiones había tenido esta pesadilla y al día siguiente las cosas salían mal.
Mis pensamientos empeoraron cuando recordé lo vivido con Miller, un claro ejemplo de que las cosas no andaban por muy buen camino.
Tomo mi teléfono que está en la mesita de noche, miro la hora y caigo en cuenta de que es hora de levantarme de la cama y ponerme manos a la obra. Desactivo la alarma porque ya no tenía sentido que sonara, pues ya andaba despierta y con los nervios a tope.
Al bajar las escaleras me sorprendo al ver a mi madre, quien estaba en la cocina preparando algo en una de las ollas.
–¿Qué haces despierta a esta hora? – Le hablo en modo de reproche acercándome y dándole un beso en la mejilla.
–Vine a ayudarte. –Contesta restándole importancia al asunto.
–No quiero excusas, vuelve a la cama en este momento, Mónica. –Le regaño como si lo estuviera haciendo con una niña pequeña.
–No es necesario, no voy a poder conciliar el sueño. Además, la ama enferma más. –Excusa.
–No quiero que hagas esto, deseo cuidarte y lo menos que quiero es que me vuelvas a asustar como lo hiciste la vez pasada. –Digo recordando el susto me lleve al verla hospitalizada.
–Eso no volverá a pasar. –Asegura sirviendo dos tazas de café y entregándome una.
–Gracias. –Contesto con una sonrisa de labios cerrados.
–¿No pasaste buena noche, cierto? –Pregunta a lo cual no tomo el tiempo de negar.
–Soñé con ellos. –Respondo recordando a mis padres biológicos.
–¿Lo mismo de siempre? –Curiosea a lo que yo asiento.
–Lo mismo, nada diferente.
–Stella, cariño… ¿No te da curiosidad saber que pasó con ellos? No sé, tal vez si aún viven, donde están o cualquier dato. –Pregunta a lo cual yo niego rápidamente.
–No, así estoy bien. Lo que menos quiero es volver a salir herida con todo este asunto.
Una vez, cuando estaba más joven o más bien era una adolescente, decidí ponerme a averiguar sobre ellos; cualquier dato. Todo fue en vano, falsas alarmas las cuales me ilusionaban, recuerdo perfectamente que un día estuvimos a punto de dar una gran cantidad de dinero a un par de estafadores que decían llamarse mis “padres”.
–¿Pudiste arreglar el asunto con tu jefe? –Pregunta cambiando de tema.
Trago grueso, lentamente quito la taza de mis labios y la dejo en la mesa.
–Algo, aunque la prensa sigue malinterpretando las cosas. –Miento intentado sonar lo más convincente posible.
–Esperemos que todo salga bien… Ese señor en un ángel. –Expresa mi madre a lo cual una sonrisa sarcástica sale de mis labios.
Sí claro, un ángel.
Antes tenía esa perspectiva de Miller, que era un ángel, mi ángel.