La propuesta del Sr. Miller.

Capítulo 32: La mirada de un ángel

Capítulo 32: La mirada de un ángel

NARRA STELLA

Miro el anillo ubicado en mi dedo anular, oficialmente me había convertido en una Miller.

Aún no me lo podía creer…. Stella Miller, ¿Quién diría que esto podía pasarme a mí? Nunca pasó esta idea por mi mente, todo empezó por una propuesta.

La propuesta del Señor Miller.

Y ahora estaba casada con él, completamente enamorada de él, pero las cosas no iban a la par; no eran mutua.

En fin, no podía hacer absolutamente nada para cambiar ello, aunque eso no quería decir que no lo iba a intentar. Una gota de esperanza se instalaba en lo más adentro de mi ser, algo era algo.

–Siento que me va a dar algo. –Exagera Heily mirando las ventanas del jet.

–No pensé que te diera mareo. –Hablo.

–Yo tampoco, pero teniendo en cuenta que llevo bastante tiempo sin montar en esta cosa, era obvio que esto me iba a pasar. –Excusa.

–Lo siento por ti.

–No te preocupes… y ¿Cómo va tu vida de casada? –Habla cambiando de tema.

–Teniendo en cuenta que solo llevo dos horas, supongo va bien. –Intento excusar.

–En este momento deberías estar con Harry en la habitación, con esa sexy lencería que tienes guardada en la maleta, haciendo ya sabes qué. –Expresa con una mirada pícara.

–Definitivamente eres sorprendente, Heily.

–Stella Miller, no me digas que eres virgen – la quedo mirando sonrojándome un poco. –¿Eres virgen?

–No, claro que no. –Me rio ante la cara que la chica había puesto. –Que lleve tiempo sin estar en una relación no quiere decir que no he tenido sexo en mi vida.

–Es raro hablar de esto contigo. –Se hecha a reír.

–Si, es raro.

–Somos mujeres al final de cuentas, esto es algo normal en la vida ¿no?

–Debe serlo, tampoco es un pecado. Por cierto, ¿Dónde está tu hermano? –Curioseo.

–Trabajando, está en una de las habitaciones haciendo papeleo. –Explica soltando un bufido.

–¿Quieres comer algo hasta que lleguemos? –Pregunto.

–Si, encantada.

Ambas nos paramos del asiento y nos dirigimos a comer algo, la comida del jet no era lo mismo que la de casa, pero seguía teniendo buen sabor.

Estaba algo cansada, pues todo el lío del matrimonio me tenía completamente consumida.

[…]

Luego de horas, minutos, por fin habíamos llegado a nuestro paradero.

Al salir del jet nos encontramos con dos camionetas, pues al parecer la seguridad ya no era tan necesaria en el lugar.

–Señor Miller, señora Miller, señorita Miller; un placer verlos. –Nos saluda un hombre abriendo la puerta del vehículo.

–Buenas noches. –Devolvemos el saludo al unísono.

–¿Estás cansada? –Pregunta el hombre que ahora es mi esposo.

–Bastante. –Respondo sincera.

–No se preocupe, ahora va a poder descansar. –Asegura.

Los minutos pasan volando porque luego nos encontrábamos en la entrada del hotel, era lujos y hermoso, simplemente al estilo de Miller.

–Buenas noches. –Saludamos a la recepcionista al adentrarnos.

–Buenas noches –contesta. –¿Los señores Miller? –Pregunta.

–Así es, ¿las habitaciones están listas? –Pregunta el hombre que tenía a mi lado.

–Si señor. Esta es la tarjeta de la suite matrimonial y esta es la de la habitación de la señorita Heily Miller. –Explica la mujer entregándonos dichas tarjetas, una a Harry, una a Heily y una a mí.

–Gracias. –Contesta.

–Feliz noche. –Dice la chica con una sonrisa.

Ruedo los ojos, de verdad que las personas se dejaban guiar por las apariencias.

Subimos al ascensor y a los pocos segundos ya nos encontrábamos frente a la suite matrimonial.

–Bueno, lo mejor es que descanse, yo necesito ir a arreglar unos asuntos con algunos socios. –Explica.

–Gracias. –Sonrío levemente.

–Gracias a usted.

Nos miramos por un par de segundos, los cuales se sintieron minutos. Finalmente, este se despide de un pequeño beso en la mejilla.

Lo veo alejarse cuando se adentra al ascensor, suelto un suspiro y ubico la tarjeta para yo poder entrar a la habitación.

Cuando lo hago, me quedo con la boca abierta. El lugar estaba decorado con pétalos de rosas por todos lados, la cama también tenía estos pétalos con la diferencia de que estos estaban ubicados en forma de corazón, velas que le daban una luz diferente, pero se podía ver todo perfecto.

Dos cubetas con hielo en donde se encontraban una botella de vino en cada una, la cama era el triple de grande que la mía.

Cierro la puerta y sigo caminando a paso lento hasta llegar al balcón, quien tenía una hermosa vista al mar.

Sigo recorriendo el lugar hasta encontrarme con una puerta, la abro y puedo encontrarme con el baño, que además tenía un gran jacuzzi con velas a su alrededor.

Suelto un bufido.

Empiezo a prender las luces del lugar haciendo que el ambiente romántico se aleje, poco a poco empiezo a soplar cada una de las velas, sacudo la cama para que los pétalos queden en el suelo.

Esto estaba lejos de ser una luna de miel, tampoco pretendía que lo fuera, pero por lo menos que él se quedara a mi lado y habláramos un rato; eso no sería mala idea, pero no lo hizo.

Unos leves golpes se escuchan en la puerta, me acerco y abro, me encuentro con un chico quien viene con las maletas.

–Buenas noches, su equipaje. –Explica.

–Claro, pase; por favor. –Pido.

Yo no podía con las dos maletas, por lo cual el chico me ayudó.

–¿Puede traerme una escobilla, por favor? –Vuelvo a pedir.

–Si señora. ¿Alguna otra cosa? –Pregunta con una sonrisa.

–No, eso es todo.

–Feliz noche. –Dice antes de salir.

Otro.

Otra persona que decía “feliz noche”, pues estaba lejos de serla.

Frustrada, abro una de las botellas de vino y me sirvo una copa.




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