La propuesta del Sr. Miller.

Capítulo 33: Maldivas

Capítulo 33: Maldivas

Luego de aquel desayuno incómodo, Carlos se despidió y se machó, obviamente me dejó su número de teléfono para tener contacto.

Ahora nos encontrábamos en el puerto, esperando el bote a motor que nos llevaría a una de las islas que se encontraban en el lugar.

–¿Ya se dieron cuenta que básicamente sus atuendos hacen juego? –Pregunta Heily señalando la ropa que llevamos puesta.

Miro a Harry quien tenía una camisa blanca con los dos primero botones desabrochados y un pantalón beige, sonrío al darme cuenta de la coincidencia.

–No, no me había dado cuenta. –Confieso.

–Yo tampoco. –Responde Miller.

Unos minutos después ya nos encontrábamos subiendo al bote.

–¿Logró descansar? –Pregunta Miller acomodándose a mi lado.

–Si, bastante. –Miento. Pues, me había pasado casi toda la noche bailando sola en la habitación.

–Me alegro que lo lograra hacer.

–¿Usted?, ¿Cómo le fue con el negocio? –Curiosea.

–Bien, son algo exigentes, pero todo salió mejor de lo que había pensado.

Era incómodo porque ninguno de los dos sabía que tema de conversación sacar, aunque lo intentábamos terminábamos fallando.

–¿Demoramos mucho? –Pregunta Heily a su hermano.

–No creo, el tiempo pasa rápido así que en menos de lo que crees ya nos encontraremos en la isla. –Responde Miller.

Un bufido por parte de la chica se hace escuchar.

–Si me mareo y vomito es por tu culpa. –Acusa la chica a Harry.

–¿Y yo por qué? –Curiosea Miller con una sonrisa a la vez que se hace el ofendido.

–Porque tú sabes como me pongo con estos viajes y terminas eligiendo estos paseos turísticos que demoran una eternidad. –Explica.

–Deja de exagerar. –El hombre a mi lado rueda los ojos.

Era impresionante lo determinados que podían llegar a ser ambos, pues al parecer a ninguno le gustaba perder; eso quedaba más que evidente.

Luego de algunos minutos dejé de escuchar la conversación de los hermanos, me dispuse a ver el agua cristalina que no tenía descripción ante lo hermosa e impresionante que era.

Maldivas era un país hermoso en todos los sentidos.

Nunca se me cruzó la idea de venir a las islas de este lugar, incluso si en el pasado me lo hubieran dicho, de seguro hubiese soltado una carcajada hasta no poder más.

–¿Es hermoso, cierto? –La voz masculina hace que voltee levemente la cabeza para encontrarme con Harry.

–He quedado sin palabras. –Contesto con una sonrisa pequeña.

–Me alegro que le haya gustado. –Afirma.

–¿Y usted, ¿Qué le parece? –Curioseo.

–Igualmente; sin palabras. No había salido nunca de esta manera ¿sabes? Generalmente he salido por asuntos del trabajo, no para vacacionar o algo por el estilo. –Confiesa.

–Pienso que nuestra salud y bienestar debe estar siempre por delante de cualquier trabajo. –Digo.

–Y no se equivoca, tienes toda la razón.

–¿Nos soy la primera en decírselo, cierto?

–Exactamente, Heily y mi madre también tienen la misma mentalidad.

–No solo ellas, todos deberíamos tener esa mentalidad. Primero que todo, debe estar nuestra salud.

–Vaya, habla usted como una experta. –Dice con una sonrisa.

–Puedo serlo, hay momentos en los cuales nos concentramos tanto en algo que dejamos nuestro bienestar a un lado.

–Creo que le debo una disculpa. –Susurra, pero logro oírlo.

–¿Usted a mí?

No, claro que él no me debía una disculpa… eran varias.

–Si, me cegué tanto por no dejar que Nicolas tuviera una parte de la empresa que terminé llegando a medidas extremas para este matrimonio. –Explicado.

–No se preocupe, el pasado queda atrás ¿no? –Hablo sin tomarle importancia.

Nuestras miradas se sincronizan de repente hasta el punto de que me es inevitable mover la cabeza y dejar de ver esos hermosos ojos.

Desde este momento tenía algo claro: mis sentimientos estaban volviendo a salir a flote y me temía que más fuertes.

El sonido de su teléfono hace que dicho momento se arruine, Miller se disculpa y se va a contestar la llamada a una distancia prudente.

–Romeo y Julieta. Elizabeth y Mr. Darcy. O simplemente los dejaré como Stella y Harry Miller. –Me sobresalto al escuchar la voz de Heily a mis espaldas.

–Para la próxima avisa que te aproximas. –Pido poniendo mi mano en el pecho.

–¿Qué? No quería ser la culpable de arruinar el momento tan romántico entre ustedes. –Se justifica.

–Pero podías ser la culpable de queme de un ataque al corazón. –Le regaño.

–¿Dónde se metió Harry? –Pregunta bastante curiosa.

–Salió a contestar una llamada. –Respondo.

–Ese hombre ni de paseo deja ese bendito aparato, un día de estos lo voy a esconder para ver que va a hacer. –Dice poniendo los ojos en blanco.

–¿No sabes si ya vamos a llegar? –Curioseo.

–Eso le acabo de preguntar a una chica y me dijo que quedan diez minutos, de verdad, siento el tiempo demasiado lento. –Expresa.

–Mira esas hermosas aguas cristalinas y te relajas, verás que el tiempo se te pasa volando. –Propongo.

–Lo intenté; te lo juro, pero solo veo agua por todos lados.

–Definitivamente, tu don no es la paciencia.

–Ya, cambiemos de tema por favor. –Pide.

–Ajá, ¿Cómo de qué quiere conversar?

–Por ejemplo… Carlos, si, en definitiva, él puede ser un buen tema de conversación en estos momentos. –Explica haciendo que quede inmóvil por un par de segundo.

–¿Carlos? Paf, no, claro que no será un buen de tema de conversación. –Excuso.

–Es eso o voy a terminar vomitando cerca de ti.

–¿Me estás chantajeando? –La miro incrédula.

–Tómalo como quieras, aunque yo lo vería más como… Conocer, curiosidad; saber informase de las cosas a nuestro alrededor.




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