La propuesta del Sr. Miller.

Capítulo 51: Verdades Ocultas

Lucho locamente para poder levantarme de la cama, apenas y logro acostumbrarme un poco a la luz de la mañana. Aún ando cuestionándome si la acostada tarde valió la pena y en el fondo sé que es así.

Logro ponerme de pie y me dirijo de inmediato al baño, el agua caliente le ayuda a mi cuerpo a tomar un poco más de energía. Salgo del cuarto de baño con una toalla enrollada en mi cuerpo mientras tomo la maleta y busco algo presentable para el día de hoy.

Empiezo a alistarme lo más rápido posible sabiendo que ya voy un poco tarde por no decir demasiado. Me las arreglo para hacerme un moño alto en mi cabello en un intento de verme lo más profesional posible.

Hago un leve maquillaje y finalmente salgo de la habitación. Escucho voces en el primer piso y logro reconocer un par de ellas.

—Y las tostadas que estén doradas pero no tanto, y la mermelada de mora que no se te olvide Noelia —ordena Begoña.

Termino de bajar las escaleras y avanzo un poco hasta llegar al comedor, Begoña se queda perpleja por un segundo al verme pero lo disimula.

—Buenos días —saludo.

Magdalena me brinda una sonrisa y me devuelve el saludo.

—Siéntate, ya le aviso a Noelia para que te sirva el desayuno —informa levantándose de su asiento.

Le hago caso a Magdalena y tomo asiento al frente de Begoña, quien no tarda en abrir su boca:

—Pensé que era una broma de mal gusto.

—¿Disculpa? —Pregunto al no entender a qué se refiere.

—Había oído un par de comentarios de que estabas acá, tuve la esperanza de que eso no fuese cierto —responde.

—Pues evidentemente tus deseos no fueron cumplidos, así que acostúmbrate a mi presencia que estaré un par de días alojándome aquí —informo.

—¿Acaso no tienes casa, querida? Qué tienes que venir a buscar posada aquí.

—Sí, de hecho tengo varias y una de esas es esta.

—No seas ridícula, Stella. Esta casa para nada es tuya.

—¿Y tuya si? —Arqueo una ceja —Ridícula tú. Te recuerdo que Harry ordenó que apenas llegase no te quería aquí, por si lo olvidaste la que necesita posada eres tú.

—Respeta tú lugar Stella, te recuerdo que estoy por muy encima de tuyo.

—Si estar por encima de ti requiere de buscar artimañas, sobornos, mentiras para lograr las cosas; entonces no me interesa. Quédate donde estás.

—Te puedo asegurar que tú y yo nos parecemos más de lo que te gustaría —comenta.

—Ni en las peores pesadillas —respondo.

Va a decir algo más pero Magdalena llega con una sonrisa en el rostro y toma asiento en la mesa, más atrás llega Noelia con un par de platos en manos.

—Buenos días, Stella —me brinda una sonrisa —Espero que hayas descansado.

—Muy bien, gracias por todo.

Visualizo la comida que consiste en huevos revueltos, tocineta, pan tostado con un pedazo de mantequilla encima. El otro plato lo deja al frente de Noelia que había sido lo que ella había pedido.

Noelia se retira y al instante vuelve con un taza de yogurt griego con avena, banana, fresa y arándanos. Al igual que una taza de café y un vaso de juego de naranja.

—Harry me explico cómo era el café a tu gusto y espero que haya quedado bien —habla.

—Muchas gracias, Noelia, no debías molestarte —sonrío.

Ella se retira dejándonos ahora sí solas, me dedico a centrar mi atención en el desayuno. No es hasta que Magdalena decide hablar:

—¿Y que tal te ha ido en la empresa?

—Muy bien de hecho —le doy un sorbo al jugo —He tenido buen apoyo y ayuda.

—Y me imagino que Harry también te ha estado colaborando aún estando al otro lado del país —supone.

Volteo a verla con una sonrisa —Claro que si.

—No te lo tomes personal, Stella,  pero de verdad siendo una Miller no me pareció el hecho de que la empresa quedará en tus manos —el veneno de Begoña no tarda en estallar —No tienes  experiencia.

—Tal vez para ti no tenga experiencia pero lo que Harry dice y el balance que tiene la empresa da a entender otra cosa —respondo.

—Oh vaya, desayuno familiar —la voz de Nicolás hace presencia.

Volteo mi cabeza un poco para visualizarlo con un par de lentes y al lado de su prometida.

—¿Te quedas a desayunar, querido? —Pregunta Begoña.

—No, tengo asuntos que atender el día de hoy —voltea a verme —Buenos días, cuñada. Milagro en verte.

—Buenos días, Nicolás —saludo.

—Magdalena espero te encuentres bien —se dirige a ella.

—Si, gracias, espero que tu también hayas tenido una buena noche —responde ella con educación.

La prometida de Nicolás igualmente nos saluda y toma asiento en la mesa. Termino de comer mi yogurt mientras escucho las conversaciones entres Magdalena y ella, y de vez en cuando participo en estas.

Visualizo la hora en mi reloj de muñeca y me doy cuenta que de verdad voy tarde. Me levanto de la mesa dando las gracias y de una vez despidiéndome.

Tomo mi bolso de mano del mueble en donde lo había dejado y salgo de la mansión, Hilton al verme se acerca.

—Buenos días, señora. Espero que haya podido descansar.

—Claro que sí, luego de lo sucedido ayer… descansé como nunca lo había hecho —hago uso del sarcasmo —Por favor, necesito el Audi R8.

—¿Planea manejar usted el día de hoy?

—Evidentemente, por alguna razón se lo estoy solicitando. ¿No cree?

—En un momento se lo traigo —responde alejándose.

—Se te da bien dar órdenes —hablan a mis espaldas.

Nicolás se encuentra recostado en la pared dándole una calada al cigarrillo.

—¿Nicotina a estás horas, Nicolás?

El ríe y suelta el cigarrillo dejándolo caer, luego procede a pisarlo —¿Ya?

Me encojo de hombros —Allá tú —me queda viendo fijamente —Pensé que tenías asuntos que atender.

—Y los tengo, pero al final de cuentas vamos para el mismo lado. Pensé que podríamos irnos juntos —habla.




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