“El que sabe provocar, no necesita pedir”
Tomo mis cosas y las guardo con la intención de ya irme a casa de mi madre. Son las seis de la tarde y es momento de abandonar tal guarida.
Salgo de la sala de juntas y me encamino a donde se encuentra Amanda, me brinda una sonrisa al notarme.
—¿El señor se encuentra? —Pregunto.
—No señora, él salió hace media hora —responde.
¿Y no me avisó? Bueno, tampoco es como si me importara.
—Vale Amanda, ya es hora de que tú también te vayas a casa. No hay nada más por hacer —ordenó.
—Señora, los reporteros han estado comunicándose durante todo el día. Desean una entrevista a cualquier costo —me informa.
—Mañana me encargo de eso.
—Pero mañana es sábado, señora.
—Lo sé, pero con algo así no me puedo dar lujos de quedarme en casa. Sabes que funcionamos como máquinas
—¿Mañana me necesita? —Pregunta.
—¿Mañana descansas, cierto? —Pregunto a lo que ella asiente —No te preocupes, yo me encargo. Tú toma el día que te corresponde y que es más que merecido —le hago saber.
Amanda se termina de despedir con una sonrisa en el rostro, yo me dirijo al ascensor donde Hilton ya espera a por mí.
—¿Mal día? —Pregunta una vez las puertas se cierran
—¿Es ironía, cierto?
—Claro que lo es. ¿Cómo sigue, señora?
—Me encantaría decirte que bien... ¿Ella como esta? ¿Está muer...? —La palabra completa no logra salir de mi boca.
—No se preocupe, está viva. Solo que se está recuperando —notifica.
Me quedo callada un segundo —¿Ellos ya saben, cierto?
—¿Disculpe? —No me entiende.
—Jhonatan y su gente, ya saben que yo sé —explico.
—Es lo más viable, señora. Por ese motivo debe ser que Volkov no vino.
—Lo supuse.
Las puertas del ascensor se abren así que cada uno retoma su postura.
—Creo que es mejor salir por la parte trasera, señora. Eso aún sigue lleno de periodistas —me informa Hilton.
—Como tú consideres.
Se posiciona delante mío abriéndome la puerta para la salida, cuatro camionetas ya se encuentran parqueadas y una sola de estas con la puerta abierta que es donde yo ingreso. Me acomodo en mi asiento y me recuesto a la ventana.
—¿A casa de Mónica Corney, cierto? —Me pregunta.
—Si Hilton. Elijan una de las rutas más rápidas y menos densas por favor, no quiero encontrarme con ningún tipo de tráfico —pido.
Mi solicitud es acatada y Hilton brinda órdenes a las otras tres camionetas para que brinden apoyo. Voy centrada en el paisaje de la ventana, tanto así que el tiempo se me va volando de un momento a otro ya estamos afuera de la casa de mi madre.
No espero a que abran la puerta de la camioneta, me bajó por mi cuenta. Del bolso saco las llaves de la casa y me aproximo a abrir.
Distingo la risa de mi madre, una que es bastante contagiosa si soy sincera. Por lo visto la enfermera se ha tomado muy enserio su papel.
Dejo el bolso en el mueble y me dirijo a la cocina que es de donde proviene el ruido, entonces al ver la escena mi rostro se transforma épicamente. Mi madre está sentada mientras sostiene una taza en su manos, Harry se encuentra revolviendo algo en la estufa que no se logra distinguir y ninguno de los dos me ha notado.
—Buenas noches —hablo finalmente mientras fulmino al hombre que queda al frente mío.
—Oh, hola mi vida —mi madre deja la taza a un lado y se levanta a darme un abrazo acompañado de un beso.
Dejó la rabia hacia el otro ser humano a un lado por un momento mientras me centro en Mónica.
—¿Cómo sigues? —Pregunto.
—Bien mi vida —Me muestra una sonrisa —Harry se encargó, no te preocupes.
—¿Miller? ¿Y la enfermera?
—Le pedí que se fuera temprano, quería hablar un rato con tu madre —explica el mencionado.
—¿A necesidad de que, disculpa? —Reclamo.
—Está bien mi vida, ya hablamos y aclaramos las cosas. ¿Quieres sentarte a tomar algo? ¿O comer? —Continúa Mónica.
—No te preocupes mami, no tengo hambre —excusó.
—Debes comer —demanda Miller.
Voy a responder pero un par de golpes se escuchan en la puerta, voy a abrir pero mi madre se entromete diciendo que ella se encarga.
—Y tú debes de dejar de meterte en mi vida ¿no crees?
—¿Cómo?
—Lo primero que te dije Miller era que quería a mi madre fuera de toda tu mierda y parece que esa parte no la entendiste bien —reclamo.
Él deja lo que está haciendo y se acerca —Quise venir a hablar con ella y explicarle todo lo que está saliendo con la prensa; eso es todo.
—Ay si, verdad. Olvidaba que te gustaba engatusar los oídos de los seres humanos que alguna vez creímos en tu palabra —uso sarcasmo —Disculpe señor Miller ¿le tengo que agradecer por su acto de venir aquí a excusarse?
—Detesto que hables en ese tono.
—Y yo detesto que metas a mi madre en todo esto.
—¡Buenas noches! —Un grito con tono emocionado se escucha a mis espaldas, esa voz la distinguiera a diez mil kilómetros —Cuñado, que milagro en verte aquí.
—Carolina, el milagro es mío —le sigue Miller.
—¿Qué haces tú aquí? —Volteo a verla.
—A mí también me alegra verte Stella.
—Te he visto todo el día, Caro.
—Bueno, si, pero ese no es el caso. Imagínate que estuve aquí hace un momento hablando con tu madre —le pasa un brazo por encima de los hombros a Mónica —Y le comenté que quería hacer una pijamada en mi casa como las que hacíamos antes; tú entiendes, algo tranquilo. Pero que tú insistías en quedarte con ella y no ibas a ir.
Tranquilo es la última definición que yo no usaría.
—Y me imagino que también le dijiste que yo no tenía ánimos de eso ¿cierto? —Hablo.
—Ese es punto, ella dice que deberías ir conmigo. Que dejes de querer estar aquí metida —excusa.
—Pero la decisión me corresponde a mí y ya te di un rotundo no —declaro.
—Cariño, ve. No te preocupes por mí, solo son unas horas para irme a dormir.