La protegida del alfa

Prólogo

«No quería abrir los ojos, porque al hacerlo, sentiría que su mundo ya estaría perdiendo el valor, pero el enojo de Maximiliano, era evidente y el personal médico no haría mucho tampoco para ayudarla en dado caso. Era un alfa con mucho poder, su manada era una de las más poderosas y con los negocios ilícitos, ya dejaba mucho que decir. Abrió los ojos lentamente, para poder acostumbrarse a la luz que estaba en el techo.

— Señora Rossi —la llamó la enfermera—. ¿Puede oírme? —Jolanis asintió—. Ella está consciente, doctor —dijo la mujer y un hombre se acercó a ella.

— ¿Le duele algo? —el doctor tomó un vaso con agua y le ayudó a beber, mientras que Max, seguía parado sin hacer nada.

— Me duele el abdomen, ¿está mi bebé bien?

— Necesito que se calme un poco, porque esto es algo delicado —le informó el doctor—. ¿Se acuerda de algo? ¿Lo que sucedió antes de que llegara al hospital con su esposo?—

— Ya le dije que ella se cayó sola, la encontré desmayada y sangrando en las escaleras —Max al fin habló—, y nadie en la casa vio algo. No sé si discutió con alguna de mis empleadas, porque ella siempre está a la defensiva con todos.

— ¿Es eso cierto?

— No lo sé, ¿mi bebé está bien? —preguntó en un susurro—. Yo quiero que él esté bien, lo de más no importa, doctor.

— Usted tiene varios días hospitalizada, señora —dijo el doctor con pesar—. Su embarazo era un poco avanzado, es decir, ya tenía cinco meses, sin embargo, por el golpe de la caída, no pudimos salvar el bebé y eso provocó que tuviéramos que practicarle una cirugía de emergencia…

— No, no…

— Lo sentimos, no pudimos salvar al bebé y…

— Era todo lo que tenía —sollozó—. No pueden hacerme esto —apretó los brazos del médico—. Por favor, no me quiten esto.

— Salgan —ordenó Max hacia el personal médico—. Ahora, y recuerden no decirle a nadie sobre esto.

El personal le dio una mirada de lástima a Jolanis, antes de salir de la habitación. Se llevó ambas manos a su vientre, sintiéndolo con menor tamaño que antes, le quitaron un pedazo de su vida sin darse cuenta y todo por culpa de ese sujeto que se encontraba mirándola con aires de superioridad.

Sus padres la habían vendido en cuanto cumplió dieciocho, con la excusa barata de que no podían alimentarla más. Ella se ofreció a dejar de estudiar para ayudarles con los gastos, pero ellos no aceptaron, simplemente la dejaron de lado y Max apareció en su vida para convertirla en un infierno. Porque él abusaba de ella de una y mil formas. Todos en su manada lo sabían, pero no hacían nada porque él tenía dinero y ella solo era una chica que no tenía la suerte.

— Tú…

— Todo sucedió por tu culpa —le dijo Max, tomándola por los hombros—. Me hiciste enojar y ahora sufres las consecuencias de tus actos. Ese bebé posiblemente no era mío y ni siquiera me sirves para darme herederos. ¿Cómo crees que me dejas? ¿Merezco esto viniendo de ti?

— Yo también quería a ese bebé y no hice nada para que te enojaras conmigo —sollozó, un poco más fuerte, y luego cayó en cuenta de las palabras que había dicho—. ¿Qué no puedo darte más hijos?

— Por tu culpa, tuvieron que sacar todo, por lo que no eres más que una omega estéril».

Jolanis cerró los ojos con fuerza al recordar esas palabras; tenía los mismos sueños desde que se enteró de que ya no podría tener hijos y que era su culpa por haber hecho que Max se enojara con ella y que, de paso, su bebé haya sufrido las consecuencias. Cuando le entregaron el cuerpo ya formado de su hijo, se derrumbó por completo, porque no había podido proteger a esa pequeña vida que estaba creciendo en su interior.

— Ni para ponerte una ropa decente sirves —masculló Max, mirándola de arriba hacia abajo—. Un auto te espera para llevarte a la universidad y cuando venga, trata de no mostrarte tan demacrada ante las personas de la manada, no puedo lidiar con tus problemas.

— De acuerdo —se dio la vuelta para tomar sus cosas de la universidad—. Es posible que llegue tarde, debo hacer un trabajo final y no puedo quedar mal.

— No, cuando salgas de la universidad hablaremos sobre algo —Max tomó su rostro con ambas manos—. No hagas nada estúpido, sabes lo que te sucederá si intenta escapar de mí.

— No haré nada.

— Sí, eso pensé.

Max la besó rudamente, sin importarle que sus labios se encontraban maltratados o que su cuerpo tenía moretones de las golpizas que anteriormente le había dado. A él no le importaba mucho que las personas en esa manada vieran la manera en la que ella era tratada o las humillaciones que sufría día y noche a manos de ese sujeto. Mientras recibieran dinero, les daba igual.

— Recuerde que el alfa vendrá por usted en unas horas —le indicó el chofer.

Ella salió del auto sin responderle y colocó su vieja cámara alrededor de su cuello, antes de ingresar a la universidad. Pudo ver a algunas de las mujeres que vivían en la manada y sonrió con pesar, porque ellas eran amantes de Max, creyendo que él las tomaría en cuenta solo porque no las había usado de la misma manera que a ella.

— Tu labio se ve fatal —dijo Dahiana, su mejor amiga, haciendo una mueca—. ¿Por qué no te pusiste algo?

— Max me prohibió salir de la manada durante el fin de semana y no pude ir a mi apartamento —se encogió de hombros—. Y el dinero que tengo ahorrado es para intentar escapar otra vez.

— Vaya, si hubiese sido por mí, ya no estaría con vida ese sujeto —masculló su mejor amiga—. Espero que puedas escapar en algún momento de ese hombre, porque a decir verdad, solo nos han tocado hombres que nos utilizan.

— Lo siento, yo siempre te ando diciendo de mis problemas y no pregunto por los tuyos —se sintió peor que antes—. ¿Cómo estás tú? ¿Y Owen?




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