La protegida del alfa

3. Una noche para olvidar.

Muy rápido, era cómo estaban ocurriendo las cosas. Nunca debió aceptar ese empleo, mucho menos, ir a ese bendito viaje que lo único que estaba logrando era asustarla más. Si Max se enteraba de que Bahir era su destinado, las cosas no serían para nada bonitas y sería su fin. En cuanto el alfa vio las marcas en su brazo y ahora, que había aprovechado su distracción para quitarle el abrigo, imaginó que él la miraría con asco.

— No…

— Jolanis, soy un alfa milenario —Bahir bajó la mirada hacia su cuerpo—. No me mientas, y más aún sabiendo que eres mi alma gemela, así que dime la verdad del asunto en este momento, porque me enojaré.

— Ya no estoy en una relación con nadie —respondió al fin—. Mi relación con esa persona terminó hace un tiempo y las marcas que ves en mi cuerpo son antiguas. No quiero hablar sobre eso.

— Jolanis…

— Iré a mi habitación, porque aquí…

— No te irás a ningún lado hasta que hablemos y no me huyas, porque lo odio —siseó el alfa—. No he hecho algo para que lo hagas, apenas tenemos unas horas de habernos conocido y me huyes.

— Tengo miedo —admitió, aún más asustada—. Esto de las almas gemelas es algo nuevo para mí, lo siento. 

— Para mí también es algo nuevo —el alfa dejó su abrigo en el piso de la habitación—. Estás realmente asustada ahora, y tu corazón está latiendo muy rápido —él levantó la mano para tocarle el rostro, por lo que por inercia, cerró los ojos—. No voy a golpearte, se nota desde lejos que en la relación que tuviste no era buena.

— Es un reflejo que no puedo quitar —no se movió de su lugar—. Pareces el típico alfa que engaña a las mujeres para llevarlas a la cama y luego las abandona a su suerte.

— No, no es lo que hago —dio unos pasos hacia atrás—. ¿Ibas a darte un baño?

— ¿Uh?

— Antes de venir conmigo, imaginé que te ibas a dar un baño. Puedes usar el de mi habitación.

— Puedo ir al de mi habitación, no es necesario que sigas haciendo todas estas cosas por mí y mi ropa se encuentra ahí.

— Iré a buscarla.

Abrió y cerró la boca como si fuera un pez fuera del agua. Fue a abrir la puerta, pero esta ya se encontraba cerrada con llave. Con los hombros hundidos, fue hacia el baño de la habitación, para ducharse. 

Se quitó la ropa, y vio que junto a la puerta, se encontraba un espejo de cuerpo completo, su figura era horrible, ningún hombre querría estar con ella y menos con esos moretones, cicatrices y deformaciones que tenía en algunos puntos. Pensaba que en cuanto Bahir la viera desnuda, saldría corriendo, porque Max una vez le dijo que ella estaba rota, sucia y usada.

Se metió debajo del agua, relajando su cuerpo y lavándose el cabello de paso. En su pequeño apartamento, no tenía esos lujos a diarios, ya que al ser un edificio viejo, el cambio de agua no era frecuente.

Cuando terminó, se encontró con su ropa sobre la tapa del retrete y no se lo supuso mucho antes de secarse el cuerpo y ponerse el pijama que él le había llevado. 

Mordió su labio, esa ropa no era de ella, sino una que le prestó Dahiana una vez que durmió en su casa y que se lo iba a regresar ese día. Con sus hombros hundidos, salió y vio que Bahir se encontraba sentado en la cama mirando algo en su celular.

— Ya estoy aquí —se rascó el brazo—. ¿Ya me podré ir a mi habitación?

— ¿Por qué la prisa? —el alfa dejó su celular—. Salgamos a cenar y luego podremos regresar.

— No saldré de la habitación en este estado —apuntó hacia su cuerpo—. Escucha, pareces un buen tipo. Esa clase de alfa que…

— Salgamos a la farmacia —Bahir cambió rápidamente de táctica, estaba haciéndole caso omiso a lo que le decía, así que siguió cada uno de sus movimientos—. Te prestaré uno de mis abrigos.

— ¿Es que no te bañas?

— Lo haré después —siseó, mirándola de arriba hacia abajo—. Sí, te queda bien.

— Bahir… por favor, quiero irme.

— Ya te dije que no, iremos a la farmacia más cercana para comprar medicamentos —hizo que ella levantara los brazos cómo si fuera una niña pequeña—. Es para colocarlo en tus heridas.

En sus labios se formó un puchero, nadie la había tratado antes de ese modo y un alfa que apenas conocía de cerca desde hace un par de horas, le estaba dando todo el cariño que siempre buscó en su familia y en Max. 

Él permitió que saliera primero, y antes de que siquiera pensara en huir a su habitación, la agarró de la mano y entrelazó sus dedos con los de ella para que no se le fuera.

— Es extraño —dijo en voz alta.

— ¿Qué cosa?

— Nada, estaba reflexionando en voz alta, cosas que hago a veces sin darme cuenta.

Bahir la miró extrañado, aun así, no dijo más palabras sobre el asunto. El tacto de Bahir se sentía cálido, ese jodido alfa estaba tomando más atribuciones de las que debería y ella no podía quejarse de nada. Max no le compraba medicamentos, mejor la dejaba tirada, llena de sangre y sin deseos de moverse. 

Se cogía a las empleadas con ella en la misma habitación, también en el baño o en cualquier parte de la manada y no había nada más humillante que ver a tu pareja tener sexo con otra persona y que los empleados hablaran mal. 

Con Bahir, se sentía diferente, Dahiana le había dicho que era un buen observador, escuchaba atentamente como cualquier amigo y que buscaba una solución a todos los problemas.

— Vaya, vaya —dijo una de las chicas, que habían quedado para hacer la pasantía—. Veo que no pierdes el tiempo, Jolanis… —la miró de arriba hacia abajo—. Apenas llevas unas horas en la empresa, y ya estás con el jefe.

— Eso no es… —quiso quitar la mano de Bahir de la suya, pero él la sostuvo.

— No es asunto suyo, señorita —el alfa puso a Jolanis detrás de él, sin soltar su mano—. Usted también tiene algunas horas de haber llegado a la empresa y ya anda de chismosa. ¿Es que ya quiere ser despedida?

— ¿Qué? —chilló la chica—. Yo no hice nada, señor.

— Ella tampoco y usted al igual que sus compañeros —apuntó hacia las personas que estaban detrás de ella—. Largo de aquí, porque yo mismo me encargaré de que su estancia en la empresa sea un infierno.




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