Jolanis buscó algo que ponerse y que cubriera un poco más su cuerpo. Max se encontraba mirándola desde la cama, con ojos cazadores y a la espera de que ella hiciera un movimiento en falso para encerrarla bajo llave cómo lo había hecho desde que estuvo en sus manos. Durante esos días, se mantuvo alejada de Bahir, más porque tenía miedo de que él le hiciera algo.
— El lunes después del trabajo irás a vivir conmigo otra vez a la manada —le dijo Max, mirándola desde la cama—. Espero que no hagas nada estúpido, porque sabes lo que sucederá.
— Lo sé, no tienes que amenazarme a cada rato con esto —tomó su bolso, y guardó su cámara—, pero este apartamento me queda más cerca de la empresa y…
— Ya te dije que no, ¿o es que quieres verme enojado otra vez? —Max se levantó de la cama, y fue rápidamente hacia dónde ella se encontraba—. Quiero quemarte el rostro, quitarte ese punto de placer que tienes para que no se te olvide nunca, que tu único dueño soy yo y que si no he hecho, aún, es porque me gusta follarte —acercó su boca a su oído—. Ese alfa tiene los días contados, no me importa quién sea o lo que signifique para ti. Eres mía y es hasta que la muerte nos separe.
— Tú me quitaste todo lo bueno que tenía —sus ojos se cristalizaron—. Mataste a mi hijo y me quitaste la voluntad de poder tener más. Te odio.
— Fue tu culpa que ese bastardo no naciera —el alfa la soltó—. Recuerda, que todos decían que te acostabas…
— El trabajo me espera —tomó las llaves, y él la agarró del brazo, antes de que saliera—. ¿Sucede algo?
— Necesito mi beso.
Ni pudo negarse a ese beso, Max tomó posesión de sus labios como si no hubiera un mañana y ella solo pudo corresponderle lo mejor que pudo antes de salir e ir con el chofer de este hacia la empresa. Se limpió la boca en cuanto estuvo en el auto, sin importarle que el sujeto le fuera con el chisme a su jefe.
El trayecto fue más corto de que cuando toma el metro, así que con su orgullo por el suelo, fue con la mente pensando en todas las cosas que cambiarían a partir de ese momento. Max no la dejaría terminar su pasantía si iba con él a la manada, la encerraría y más porque descubrió que se acostó con Bahir.
Para su mala suerte, Bahir estaba en su oficina, sentado en su silla y viendo las fotografías que dejó el día anterior.
— ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo entraste? —cerró la puerta detrás de ella.
— Buenos días para ti también, Jolanis —el alfa levantó la mirada de las fotos que tenía—. ¿Por qué no saludas?
— No has respondido a mis preguntas —dejó su bolso en el sofá y la cámara en el escritorio—. Quedamos en que los dos tomaríamos distancia.
— Lo sé —él la miró de arriba hacia abajo—. Me estás ignorando y me ha llegado el aviso de que has pedido que te cambien a otra de las empresas de la compañía. ¿Puedo saber por qué?
— Por nada en especial, solo quiero cambiarme de sitio, eso es todo —se encogió de hombros—. No vi nada de malo en eso, porque las personas de igual modo dejarían de hablar de que tienes tratos preferenciales conmigo.
— Y si los tengo, ¿qué? —ella retrocedió lo mejor que pudo al tenerlo tan cerca—. Lo que las personas digan, es algo que no tiene por qué importarte, si estamos en una relación, es cosa nuestra.
— Tú…
— Sí, ese soy yo —el alfa hizo que ella quedara con la espalda en la pared—. Tu alma gemela y tú sientes lo mismo que yo.
— Tengo que trabajar —le pasó por el lado—. La campaña se lanzará la próxima semana, puedes hablar con las demás personas del área de publicidad.
— Es molesto cuando tu alma gemela te ignora por cosas sin sentido —Bahir caminó hasta la puerta—. No te molestaré más el día de hoy, disfruta de tu día y no es necesario que cambies de empresa.
Miró el techo de la oficina para retener las lágrimas que querían bajar de sus ojos, tenía que ser fuerte y no dejarse caer. Hubo una reunión de imprevisto con los empleados, explicando la situación que se vivió con las modelos que fueron despedidas y los rumores que estas ocasionaron.
Todos en el área de publicidad conocían a Bahir de antemano, aunque parecía ser un alfa amistoso y juguetón, los chismes no eran de su agrado y menos cuando se trataba de él.
— Jola —Dahiana la tomó del brazo—. ¿Está todo bien contigo?
— Sí —frunció el ceño—. ¿Por qué lo preguntas?
— Porque desde que iniciaste a trabajar en la empresa de un momento a otro te noto más deprimida —afirmó su amiga, mirándola fijamente—. ¿Has hablado con ese sujeto?
— No, Max se ha mantenido a raya conmigo —puso un mechón de su cabello detrás de la oreja—. Él no ha dado señales de vida y espero que siga de ese modo por mucho tiempo o al menos, hasta que termine mi pasantía.
— ¿Y Bahir? ¿Te sigue molestando?
— Para nada, se ha mantenido a raya —se soltó de su agarre—. El deber llama, no puedo quedarme más tiempo hablando contigo.
— No, seguiremos hablando e iremos a comer —afirmó, sin importarle su negación.
Vio a una distancia prudente a Bahir, mirándola cómo si quisiera saber cada uno de sus movimientos, de los cuales ni ella misma sabía. Estaba perdida y quería contarle que su ex regresó para hacerle la vida imposible.
— Te gusta Bahir —la voz de Dahiana hizo que saliera de su trance—. Sé que mi amigo está sabroso, pero déjate querer aunque sea un poco por él.
— No sé de qué me hablas…
— Jola, no soy estúpida como para no saber que durante ese fin de semana tuviste mucho sexo con Bahir —presionó el botón del último piso—. Así cómo yo terminé con una enorme marca en el cuello, tú tenías otra cosa dentro de ti esa noche también.
— ¿Cómo es que hablas del sexo tan a la ligera?
— Es que la única que no se da cuenta de que Bahir babea por ti eres tú.
No le respondió, fue por más miedo a cometer un error con sus palabras que por responderle y que ella se diera cuenta de lo que ocultaba realmente de todos.
Comió con ella fuera de la empresa, para que su madre no la molestara con eso de los vegetales, todos se fueron temprano ese día y se sintió un poco vacía al no encontrarse con Bahir a la salida como cada tarde.