La prueba

11: El rayo

...

La luz era penetrante cuando querían que nos demos cuenta que algo tramaban arriba.

La presidenta nos daría un anuncio importante, y los nervios me estaban matando.

Todos ya estábamos reunidos en el patio.

Ahora que ya sabía que reacciones causaba el alcohol, comenzaba hacerme la idea de que la presidenta estaba ebria la mayor parte del tiempo.

La mujer se tambaleó, un guardia le tendió la mano para que ella podase sostenerse un poco, y sonrió.

Se aclaró la garganta frente al micrófono, induciendo que un ruido chirriante nos atacase.

—¡La cuenta regresiva comienza! —gritó, provocando quejas detrás—, el entrenamiento es necesario para esta última prueba, deben de llevarlo a cabo, si es que quieren pasarla.

Y así, casi tropezando con sus tacones, se marchó, dejando burlas y palabras de lo patética que lucía.

Pero en mi sí dejó la intriga, y la cabeza me comenzó a doler.

"¿Qué haríamos?"

...

Todos se estaban tomando el anuncio muy a la ligera; dentro del salón de entrenamiento había muy pocos, y la mayoría estaba charlando.

El rayo del cual había dibujado con anterioridad, lo pegué en la puerta, inspirándome en que podría ser nuestro cello, o logo de secundarios.

—Oh Mery, te has salvado que no sea por la belleza la última prueba —habló Lynn, que por cierto seguía molestando con mi aspecto físico.

Rodeé los ojos, caminando al área de pesas.

Pero escuché sus pasos aproximándose a mí.

—Entonces después de todo, sí aceptan feos arriba —bufó, y las risas no tardaron en llegar.

Devon me tomó de la mano cuando vio lo que pasaba.

—Vámonos —dijo, y quise tomarle la palabra, pero debía comenzar a defenderme.

Lynn se aproximó a mí, y cuando abrió la boca para decir algo más; solté un fino golpe en su rostro.

La bulla creció cuando cayó al suelo por la sorpresa del golpe.

Me sacudí la mano, y cuando levanté el rostro para mirarla, ella ya estaba encima de mí, tomando mi cabello con fuerza, jalando mientras golpeaba mi cabeza contra el suelo.

Ella era robusta, y yo, flacucha.

Enterré mis uñas en sus brazos, y aprovechando su mueca de dolor, empujé con fuerza hacia arriba, dándole la vuelta, y así, golpeando nuevamente su cara.

Nadie nos detuvo; y los golpes fueron y vinieron; y caí al suelo cuando su cabeza se estampo en mi boca, reventando el labio inferior.

La ira que pensé que no tenía salió cuando el golpe me dolió de más.

Pateé su estómago, tan fuerte que se arrodilló un poco, y cuando estaba dispuesta a tirarme encima para golpearla de nuevo; los brazos de Chad me cargaron fuera.

—Ya has ganado —dijo, sacándome del salón mientras todas las miradas se posaban en mí.

Mi ira seguía impregnada en todo mi cuerpo, y el dolor no se sentía.

—No había terminado —Me quejé cuando Chad me puso sobre mi cama.

Sentía las mejillas calientes, y todo el cuerpo me estaba temblando.

—¿Y yo soy el loco? —inquirió, sonriendo.

Puso un paño húmedo sobre la herida de mi labio; mi cuerpo se enfrió de golpe y el ardor severo me hizo retirar mi rostro hacia atrás.

Chad me miró como animalito, sonriendo como si fuese divertido.

—¿Qué es gracioso? —musité; pero cuando el paño volvió a mi cara, el dolor me selló.

—Me acuerdo cuando tu limpiabas mis heridas —recordó, tratando de acomodar el desastre de mi cabello.

Giré los ojos, y me recargué sobre la pared de la habitación.

—Estaba muy molesta —sinceré, respirando profundo—, lleva años molestándome.

La mano de Chad tomó la mía, la dañada por el mal golpe que le propiné a Lynn.

Lo encaré.

—No la tomes en cuanta —masculló, apretando un poco mi mano—, eres hermosa, Mery.

Pude pronunciar una leve sonrisa, a pesar del dolor del labio roto.

Devon entró a la casa, y Chad me soltó de golpe.

—Te llevaré a la enfermería —avisó, pasando por enfrente de Chad para tomarme.

Chad se puso de pie, alejándose. Lo miré, pero él a mí no.

Y Devon me sacó, y caminamos hasta allá.

...

Requerí cinco puntos; y un par de antibiótico para la cabeza.

Solo esperaba que Lynn, ya no vuelva a molestarme jamás.

Y cuando pasé de nuevo por el salón de entrenamiento; aprecié el rayo, que no había sido retirado.

—Creo que Lynn no volverá a meterse contigo —agregó Devon, sonriendo.

Y yo seguía sin entender qué les hacía gracia.

—Lo que más me preocupa es lo que dijo la presidenta —señalé, sentándome en mi cama.

Yami me vio desde lejos y también rio.

—Ya dominas el arte marcial —bromeó—, ya nada debería preocuparte.

—Oh, ¿tú también? —jadeé, recostándome bien.

Se rio un poco, sentándose cerca de mí.

—No te preocupes por lo que dijo la presidenta —alentó, acariciando mi cabello—, siempre intentan meternos miedo, y al final, todo es sumamente sencillo.

Aplané los labios.

—Eso espero...




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