La puerta del Destino (los Hijos de los Dioses #3)

3. Todo es mentira.

La nieve caía con cierta pereza al otro lado del cristal mientras Ruth la contemplaba con el aburrimiento pintado en el rostro. A la vez que la maestra Morales se explayaba con los detalles de la importancia de una buena concentración a la hora de conjurar fenómenos meteorológicos complejos, la mente de la rubia joven divagaba más allá de los cristales. Al menos, hasta que un diminuto hilo de agua heladora empezó a caer sobre su coronilla. La muchacha se incorporó entonces a la velocidad de un resorte mirando a su alrededor, a la vez que se sentía enrojecer en cuanto comprobó que todos sus compañeros la miraban con mal disimulada hilaridad.
 

Ruth giró entonces el cuello para encarar la severa mirada de Layla Morales, Consejera en la Escuela de Madrid de la Casa de Urano y supervisora de la mayoría de las clases teóricas de Elemento Aire que se impartían en aquella. La otra maestra habitual de Aire, Andrea, trabajaba más en el Departamento de Seguridad y Espionaje, pero Ruth echaba de menos sus clases. Siempre eran una aventura y debía admitir, como hacía la señorita Linares, que ella era una alumna aventajada. De ahí que las clases de Layla, por otra parte, se le hiciesen eternas.
 

Sin embargo, los iris oscuros de su maestra auguraban un castigo mucho más largo que cualquiera de sus lecciones.

-Ruth... -pronunció lentamente-. ¿Puedo preguntar qué es eso tan interesante que atrae tu atención al otro lado de la ventana?

Ruth tragó saliva con fuerza. Otra cosa que la intimidaba de Layla Morales era su capacidad para hacer sentir pequeños e insignificantes a todos sus alumnos con apenas una frase.

-Estaba... Yo... Esto... -balbuceó antes de cerrar los ojos, respirar hondo y tratar de serenarse-. Quería comprobar si era capaz de intensificar la ventisca, si usted me entiende... -y al ver cómo los ojos de su maestra se entrecerraban en un gesto mezcla de irritación y suspicacia, se apresuró a aclarar-: Ahora mismo no hay nadie en el patio, y sería una buena práctica...

La muchacha calló, consciente de que había cometido un error en cuanto Layla se incorporó, apartándose del enorme escritorio en el que se había apoyado para dar la lección y aproximándose a ella lentamente. Cuando llegó a su altura, Ruth la miró como un conejillo asustado. "Porras", se maldijo, "¿es que no eres capaz de mantener la boca cerrada?", se recriminó a sí misma. Pero la expresión de Layla ahora no era de enfado, sino, más bien, de amable invitación a levantarse.

Ruth tomó su mano lentamente y se puso en pie.

-Vamos a ver, Ruth -la aludida tragó saliva-. ¿Puedes explicarme cómo pretendías realizar un conjuro de la Casa de Urano siendo una Hija de Mercurio, Virgo y de mayor ascendente Tierra que Aire para más señas, sin prestar ni la más mínima atención -la maestra recalcó a propósito las cinco últimas palabras- a la lección que instruye sobre ello y que estaba impartiendo hasta hace apenas unos segundos?

La acusación era bastante fuerte pero la muchacha, en vez de someterse y aceptarla, apretó los labios con el desafío propio de sus diecisiete años. Odiaba verse reprendida delante de toda la clase y aquel tono mitad burla, mitad reproche que estaba utilizando su maestra, la sacó definitivamente de sus casillas. Cierto que había nacido en una de las dos Casas Mixtas Tierra-Aire, con más ascendencia del primer Elemento que del segundo, pero todos los alumnos alumbrados bajo los signos de Tauro, Géminis, Virgo o Libra estudiaban conjuros de ambos poderes, tratando de desarrollar su doble potencial lo máximo posible.

Por ello, sin un ápice de arrepentimiento, la joven clavó sus iris oscuros en los de su maestra y vocalizó lentamente, convencida:

-Porque sé que puedo.

Sin embargo, Layla no pareció amedrentarse, aunque Ruth creyó vislumbrar un destello indefinido cruzando por sus ojos oscuros antes de que la mujer se volviese de nuevo hacia la clase.

-Vamos todos a la azotea -indicó entonces la Hija de Urano, ignorando deliberadamente el escalofrío que recorría a la alumna que tenía detrás mientras se giraba para enfrentarla de nuevo-. Quiero comprobar si vuestra compañera es realmente capaz de hacer lo que dice con tanta seguridad.

Ruth se dio cuenta entonces de que había cometido un gravísimo error y que había metido la pata hasta el fondo. Por ello, trató de retroceder.

-¿Y... si no soy capaz? -preguntó de pronto.

Al fondo de la clase se escucharon algunas risitas burlonas que la joven se esforzó en ignorar mientras mantenía la vista clavada en su maestra. Pero Layla alzó la barbilla sin desdén desde su corta estatura y se limitó a devolverle la mirada con tranquilidad.

-Has dicho que podías -le indicó, al tiempo que Ruth creía volver a ver aquel peculiar destello en sus ojos-. Así que quiero que lo demuestres. Y si no puedes... Bueno, veremos qué hacer para asegurarnos de que no vuelves a distraerte en mis clases -susurró junto a su hombro antes de darle la espalda y encaminarse hacia la puerta.

A un gesto de Layla mientras avanzaba, todos los demás alumnos se fueron levantando y la siguieron al exterior. Ruth se quedó un segundo clavada en el sitio, sin saber muy bien qué hacer ni cómo salir de aquel embrollo. Pero entonces, un leve empujón de Beatriz Sainz, su mejor amiga e Hija de Venus de ascendente Libra, que se sentaba en el pupitre contiguo, la devolvió a la realidad.



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En el texto hay: adolescentes, cuatro elementos, magia

Editado: 24.05.2018

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