Al día siguiente…
Eryan lo vio antes de decidir acercarse.
Soren estaba sentado bajo un árbol, sosteniendo la fotografía del día anterior entre los dedos, mirándola como si intentara descifrar algo oculto. No sonreía; tenía el ceño ligeramente fruncido, como si lo que hubiese captado la cámara no terminara de encajarle.
Eso intrigó a Eryan más de lo que quería admitir.
Caminó hacia él.
Soren levantó la cabeza en cuanto escuchó sus pasos.
—Volviste —dijo, algo sorprendido pero sin la excesiva emoción del día anterior.
—Parece que sí —respondió Eryan. Su tono era firme, pero había algo más, una grieta mínima que Soren notó.
La fotografía seguía entre las manos del humano.
—¿Qué ves ahí? —preguntó Eryan, sin suavidad.
Soren dudó.
Eso llamó aún más la atención del mago.
—No estoy seguro —admitió—. Parece… alguien que intenta ocultarse. No sé si de mí, o de él mismo.
Eryan sintió un golpe interno. No esperaba una lectura tan certera.
—No deberías analizarme —gruñó.
—No estoy analizándote —replicó Soren—. Solo estoy mirando.
Ese “solo” irritó y atrajo a Eryan a la vez.
Durante unos segundos ninguno habló.
El viento movió las hojas.
Un silencio pesado, pero vivo, se extendió entre ambos.
Entonces Soren levantó su cámara.
—¿Puedo? —preguntó, más serio que antes.
Eryan lo observó. Esta vez, Soren no sonreía.
Había algo distinto. Algo más profundo. Menos ingenuo.
—Intentá —dijo el mago.
El clic del obturador fue rápido, preciso.
Soren bajó la cámara sin apartar los ojos de él.
—Lo que sea que estés escondiendo —dijo finalmente— pesa demasiado. Se nota.
Eryan se tensó. No por la frase, sino por el tono: no era compasión, no era lástima.
Era una simple observación. Cruda. Directa.
—No te conviene seguir mirando —advirtió Eryan—. No sabés dónde te estás metiendo.
Soren respiró hondo, como si evaluara sus palabras con cuidado.
—No soy tan frágil como creés —respondió—. Y si algo te persigue… no deberías cargarlo solo.
Eryan apartó la mirada.
No porque Soren lo intimidara, sino porque ese humano tenía la espantosa habilidad de ver demasiado.
Y eso era más peligroso que cualquier magia