Habían pasado meses desde la noche en que el cielo se abrió para revelar aquellas dos estrellas unidas por un hilo dorado.
El mundo siguió su curso, pero para Soren el tiempo se volvió un lugar extraño, lleno de pasillos vacíos y amaneceres que dolían distinto cada día.
Y aun así, él continuó cumpliendo su promesa.
Cada noche alzaba la vista al cielo.
Cada mañana llevaba el amuleto al lago, donde la luz se reflejaba como si conociera su nombre.
La ausencia de Eryan ya no era una herida.
Era un pulso silencioso, un espacio que respiraba, una presencia que no podía verse pero que seguía ahí, como una sombra cálida.
Una mañana, mientras la neblina se disolvía entre los árboles, el viento cambió.
Una voz, apenas un susurro, rozó el aire:
-Soren...
Su corazón reaccionó antes que su mente.
-Eryan -murmuró, mirando hacia el agua.
El lago tembló.
La luz del amanecer se dobló sobre sí misma y tomó forma.
Una silueta luminosa apareció entre los reflejos, fugaz, transparente... pero inconfundible.
Los ojos que había amado.
La sonrisa que aún lo acompañaba.
No era un regreso físico.
Pero tampoco era una despedida.
-No hay distancia entre nosotros -susurró la voz-. Solo caminos distintos hacia el mismo destino.
Soren extendió la mano hacia el reflejo.
El agua no se movió, pero el amuleto vibró, respondiendo a su toque.
Entonces lo comprendió:
Eryan no estaba perdido.
Solo estaba esperando el momento adecuado para regresar.
Pero antes de que la figura desapareciera, algo más ocurrió.
El agua del lago se oscureció de golpe, como si una sombra hubiera cruzado por debajo.
El viento dejó de soplar.
Una grieta de luz azul se abrió por un instante en el aire, más grande que la que había visto meses atrás.
Soren retrocedió, sorprendido.
El amuleto ardió contra su pecho.
"Está creciendo", pensó.
"Alguien -o algo- del otro mundo está intentando atravesar."
El reflejo de Eryan habló una última vez, esta vez con una urgencia que Soren nunca había escuchado en su voz:
-No estoy solo al otro lado... y tú tampoco lo estarás cuando llegue el momento.
La silueta se desvaneció.
La grieta se cerró con un chasquido eléctrico.
El lago recuperó su calma.
Pero Soren ya no era el mismo.
El amor entre ellos había sobrevivido a la distancia.
Había desafiado a los dioses.
Y ahora... algo más se estaba moviendo entre los mundos.
Soren apretó el amuleto con fuerza y levantó la vista hacia el cielo, donde la constelación de las dos estrellas brillaba más que nunca.
-Eryan... -susurró-. Cuando llegue ese día, te encontraré.
El viento respondió con un murmullo cálido.
Y mientras el sol ascendía, tiñendo el lago de oro, Soren supo que su historia no terminaba en ese amanecer.
Habían sobrevivido al primer viaje.
Pero el segundo ya estaba llamando desde el otro lado.
✨ El viaje continúa...