No sé cuánto tiempo pasó desde que Adrian pronunció esas palabras hasta que pude mover un solo músculo de mi cuerpo. Era como si la realidad hubiese perdido su estructura, como si todo lo que había creído posible se derrumbara ante mí. "No puedes volver". La frase se repetía una y otra vez en mi mente, como un eco destinado a perseguirme.
—Debe haber otra opción —dije al fin, aunque mi voz sonó más a súplica que a argumento.
Adrian negó lentamente.
—No la hay. No para ti.
Aquellas palabras me golpearon con una crudeza insoportable.
—Entonces me trajiste aquí para decirme que tengo que sacrificarme —dije, sintiendo que la rabia comenzaba a imponerse sobre el miedo.
—Te trajimos para darte a elegir —respondió Adrian—. Nadie puede obligarte.
Me reí, incrédulo.
—¿Elegir? ¿Llamas a esto elegir? Si no lo hago, dices que el mundo entero está en peligro.
—Sí —admitió—. Y aun así… sigue siendo tu elección.
Me aparté de él. Necesitaba espacio, aire, cualquier cosa que me permitiera pensar. Caminé de un lado a otro de la habitación, tratando de ordenar mis ideas.
—¿Qué es lo que hay detrás de esa puerta? —pregunté al fin.
Adrian se tomó unos segundos antes de responder.
—No es un "qué" —dijo—. Es un "quién".
Lo miré fijo, esperando que continuara.
—Una entidad que existía antes que cualquier concepto humano. Antes de la historia, antes de la memoria. Fue confinada ahí para evitar que consumiera lo que quedaba del mundo.
—¿Y por qué yo? ¿Por qué tendría algo que ver conmigo?
Adrian suspiró.
—Porque parte de ella te eligió al nacer.
Sentí un vacío desgarrador abrirse en mi pecho.
—No… —murmuré—. No puede ser.
—Lo es —insistió—. Has sentido esa conexión toda tu vida, aunque no pudieras nombrarla. Ella te llama. Y tú la escuchas, incluso cuando no quieres.
No sabía si quería gritar, llorar o simplemente desaparecer.
—¿Y si me niego? —pregunté.
Adrian me sostuvo la mirada.
—Entonces la puerta se abrirá sola. No hoy, quizá no mañana… pero pronto. Y cuando lo haga, no habrá nada que podamos hacer.
Me quedé quieto, mudo.
Adrian se acercó con cautela.
—No tienes que decidir ahora. Solo tienes que ver algo.
—¿Qué cosa?
Adrian extendió su mano.
—La primera llave.
Editado: 07.12.2025