El sonido de la habitación rompiéndose no se parecía a nada que hubiera escuchado antes.
No era el crujido de la madera ni el quiebre seco del concreto.
Era algo más profundo, más vivo.
Como si la realidad misma estuviera abriéndose en capas.
Las grietas se extendieron bajo mis pies como venas negras iluminándose desde adentro. La sombra—mi otra yo—sonreía mientras observaba cómo el piso se abría como un tejido desgarrado.
—Así nace todo, Lia… rompiéndose primero. —susurró ella—. Es hora de volver a unir lo que nunca debió separarse.
El aire se volvió pesado.
Me costaba respirar.
El medallón ardía en mi mano, como si quisiera fundirse con mi piel.
Adrian corrió hacia mí.
—¡Lia, dame la mano!
Se agachó justo cuando una grieta más profunda atravesó el suelo entre nosotros, abriéndose como una boca oscura. Me lancé hacia él, aferrándome a su muñeca con todas mis fuerzas. Sentí sus dedos hundirse en mi piel, desesperados.
—¡No la escuches! —gritó—. ¡Mantente conmigo!
Pero la voz que respondió no fue la suya.
—Quédate conmigo tú, Adrian. —dijo la sombra con una dulzura venenosa—.
—Al fin y al cabo, tú fuiste quien nos rompió. Qué irónico que ahora intentes salvar solo a la mitad.
Adrian se estremeció, pero no soltó mi brazo.
—Lia, escúchame —jadeó—. Ella no es tu otra mitad. No lo olvides. Es la parte que casi te mata antes de nacer.
—¿Y qué hay de la parte que tú mataste después, Adrian?
La sombra avanzó un paso. Su silueta vibraba, perdiendo forma, recuperándola, estirándose como agua suspendida.
—Cuéntale la verdad. Cuéntale cuánto tuvo que morir para que ella pudiera vivir.
El latido del medallón se intensificó, sincronizado con el mío… y con el de ella.
Un triple pulso que resonaba en mi pecho como un tambor antiguo.
—Adrian —dije—. ¿Qué significa eso… “morir”? ¿A qué se refiere?
Él tembló. Fue mínimo. Pero lo sentí.
La sombra rió, un sonido hueco que hizo vibrar las paredes.
—Ella no lo sabe, Adrian.
—No sabe que para que Lia existiera… yo tuve que ser destruida.
—Pero no lo lograste, ¿verdad? Yo sobreviví a pesar de ti. La mitad que no querías. La mitad que temías.
Adrian respiró hondo, sin soltarme.
—Lia… yo… no quería hacerte daño. No entiendes lo que eras antes. Lo que ambas eran. Eran demasiado poderosas… demasiado inestables.
—¿Ambas? —susurré—. ¿Entonces ella sí era… yo?
—NO —rugió Adrian.
Pero la sombra habló encima de él.
—Sí.
El suelo volvió a sacudirse.
Una grieta más grande se abrió justo bajo mis pies, tragándose el borde de la alfombra y el mueble donde antes estaba la lámpara.
Adrian tiró de mí con fuerza, alejándome del borde.
—Lia, escucha bien. Tú eres la versión que elegimos porque tú podías sobrevivir sin consumirlo todo. Ella… no.
La sombra ladeó la cabeza.
—Yo no consumía. Yo absorbía. Como toda energía viva. Pero ellos se asustaron.
—Se asustaron de lo que éramos capaces de hacer juntas.
—Por eso te sellaron. Por eso a mí me quebraron. Por eso nos separaron.
Algo dentro de mí se tensó.
No en mi cuerpo.
Más profundo.
Como si un hilo invisible conectara mi pecho con el suyo.
Un tirón.
Una llamada.
—Adrian… —musité, aterrada—. Se está… acercando. La siento más dentro que fuera.
—Entonces suéltala. Lucha contra ella. El medallón te responde a TI, no a ella.
La sombra se acercó otro paso.
Cada avance suyo hacía que las luces titilaran.
—Eso no es cierto y él lo sabe. El medallón me responde a mí también. A mí primero. Yo soy la original, Lia. Soy la raíz. Tú eres la rama que creció después.
Mi corazón dio un salto.
—Adrian… ¿soy una copia? —pregunté, la voz quebrándose.
Él abrió la boca.
Pero antes de que pudiera responder, la sombra lo hizo:
—Claro que lo eres. Pero eso no es algo malo, hermana. Las copias se crean para ser perfectas. Tú eres mejor que yo… en algunos aspectos.
Se llevó una mano al pecho, donde un corazón debería estar.
—Pero no eres completa. Les falta mi mitad en ti. Y cuando volvamos a unirnos… no habrá límites. Ni para ti. Ni para mí. Ni para lo que somos juntas.
El temblor del suelo cesó.
De pronto, todo quedó en silencio.
Y el silencio fue peor.
Porque significaba elección.
Adrian me apretó la muñeca.
Editado: 14.12.2025