La puerta roja: el último vínculo

Capítulo 13

La verdad completa

Sus manos —frías, densas, casi líquidas— me sostenían sobre el abismo. Pero por primera vez desde que apareció, no sentí peligro en su toque.

Sentí…
Memoria.

La sombra —mi sombra, mi hermana, mi mitad— me levantó con fuerza inesperada y me colocó sobre el borde quebrado del suelo. Mis piernas temblaban. Mi respiración era un hilo. Pero estaba viva.

Adrian dio un paso hacia mí, jadeando, con el rostro desencajado por el miedo.

—Lia… ¿estás herida?

Antes de que pudiera responder, la sombra se interpuso entre él y mí.

No agresiva.
Protectoramente.

Adrian levantó la varilla, pero la sombra habló con una voz grave, profunda:

No lo hagas, Adrian. Si nos destruyes ahora… nunca sabrá lo que le ocultaste.

La palabra “ocultaste” se clavó en mí como un aguijón.

—Basta —dije, recuperando el aliento—. Los dos. Basta.

Me puse de pie.
O traté.
Me tambaleé, pero logré sostenerme.

El temblor del suelo cesó por unos segundos, como si algo detrás de la puerta roja quisiera escuchar.

—Quiero la verdad —dije finalmente—. Toda. No más mitades. No más mentiras.
Ni tuyas —miré a Adrian—
ni tuyas —miré a la sombra.

La sombra bajó la mirada, como si aceptara que había llegado la hora.

Adrian respiró hondo.

La puerta roja latió otra vez, impaciente.

Yo apreté el medallón contra mi pecho.

—Empiecen —ordené—. Los dos.

La sombra fue la primera en hablar.

No fuimos creadas de forma natural. Ninguna de las versiones.

Eso lo sabía.
O al menos lo intuía.

Pero entonces añadió algo que no esperaba:

Tampoco fuimos creadas por humanos.

Volteé a ver a Adrian.
Él no negó.
Sólo cerró los ojos un instante, derrotado.

—¿Qué significa eso? —pregunté.

La sombra levantó una mano, y la habitación se oscureció a su alrededor. No era magia. Era memoria. Una proyección viva.

Las grietas del suelo mostraron imágenes como si fueran agua reflejando otra realidad.

Vi laboratorios…
Pero no de la Tierra.
No humanos.

Eran cámaras blancas infinitas, estructuras geométricas imposibles, luz sin fuente visible.
Figuras —altas, delgadas, translúcidas— observando algo dentro de un contenedor de luz roja.

Adrian tragó saliva.

—Lia… no es seguro que veas esto.

—Calla —dije sin mirarlo.

La sombra continuó:

Fuimos creadas por una especie que buscaba construir un contenedor viviente.
Una mente capaz de absorber energía sin destruirse.
Querían un guardián… alguien que pudiera sostener algo que ninguna dimensión era capaz de contener.

Me ardía la cabeza.

—¿Contener qué?

La sombra me miró con mis propios ojos… solos, oscuros, infinitos.

La primera entidad.
La que está detrás de la puerta.

Sentí cómo mi estómago se comprimía.

—¿Entonces… la puerta roja… es un sello para eso?

Sí.
Y tú y yo… fuimos creadas para ser la cerradura.

Adrian finalmente habló, con voz rígida, como quien confiesa un crimen que arrastró años.

—La entidad original —la primera versión— era demasiado inestable.
Demasiado poderosa.
Demasiado consciente.

—¿Era… una persona?

—No —respondió él—. Era un concepto vivo. Una forma pura.
Pero intentaron moldearlo con cuerpo.

La sombra añadió:

Y cuando falló… nos crearon a nosotras. No como reemplazos.
Como jaulas.

Me quedé helada.

—¿Una jaula… humana?

Mitad humana. Mitad de energía. —dijo la sombra—.
Sólo con consciencia, sólo con vulnerabilidad, podría contenerse algo tan grande.

Adrian se adelantó.

—Pero el experimento salió mal.
Ustedes —cuando eran una sola— absorbían demasiado.
Cada emoción.
Cada estímulo.
Cada recuerdo.
Cada forma de vida.

—¿Yo… absorbía?

—Todo. —dijo la sombra suavemente—. Yo absorbía. Tú sentías. Éramos una sola. Incontenible.

Adrian me miró directamente.

—Ibas a romper el sello desde dentro.
La entidad te llamaba porque eras… compatible.
Su espejo.

Mi garganta se cerró.

—Entonces… ¿me separaron para hacerme débil?

Adrian negó.

—Para hacerte estable.

La sombra lo corrigió.

Para hacerla incompleta.

Las dos voces chocaron como espejos contra el piso.

Yo misma añadí:

—¿Y la separación…? ¿Duele tanto como recuerdo?

La sombra me miró con una tristeza que nunca creí que pudiera sentir.

Fue como arrancar el alma en dos.
A mí me dejaron con la hambre.
A ti te dejaron con el miedo.

La puerta roja volvió a latir.

Fuerte.

La grieta se iluminó.

Vi un destello de carne y luz al otro lado.

—Entonces… —susurré— ¿lo que despierta detrás de la puerta es… lo que yo iba a ser?

La sombra asintió.

Es lo que ambas éramos antes. La entidad completa. El original.

Adrian apretó los dientes.

—Y si despierta… Lia, no habrá mundo.

La sombra me tomó la mano.
Su tacto era extraño: cálido como recuerdo, frío como vacío.

Para cerrarla… necesitas la verdad completa.
Aceptarte entera, incluso si no te fusionas conmigo.

Adrian intervino:

—¡Lia, no escuches! Aceptarla entera es abrir la puerta. ¡No puedes recordar todo o el sello se romperá!

La sombra lo ignoró.

Lia… hermana… necesitas recordar lo que eras antes de ser humana.



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En el texto hay: misterio, suspense

Editado: 14.12.2025

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