Prólogo

Hace siglos, al sur de Noruega, existía una pequeña isla olvidada por el tiempo: Drakkarvik, donde las auroras boreales no eran lo único mágico que cruzaba el cielo. Desde su nacimiento, la isla fue protegida por dragones, criaturas antiguas que custodiaban sus montañas y valles. Dichas criaturas vivieron en paz hasta la llegada de vikingos, los cuales en lugar de atacarlos, decidieron unir fuerzas y así juntos cuidar la isla, conquistar nuevas tierras y con el paso del tiempo encontrar paz.

Pero esta historia no se trata de cómo nació Drakkarvik, ni de cómo fue la alianza entre vikingos y dragones, en esta ocasión vamos a conocer la historia de una joven, de aquella que volvió de entre las cenizas con una misión, que después de ser rota, los dioses la ponen en el papel de jueza y tiene la opción de tomar venganza o ser la salvadora de un pueblo que cuando la tuvieron lo único que hicieron fue menospreciarla, apartarla y enseñarle lo que es la soledad, aprendiendo que el frío no solo se puede sentir en los huesos, sino también en el alma.

Una joven llamada "Sigrhildr".

Nombrada así por sus padres con la esperanza de que la "victoria en batalla" la acompañara siempre.Lastimosamente los dioses no estaban de acuerdo con dicho nombre, y Sigi lo tuvo que aprender a la corta edad de 5 años, donde la primera guerra que enfrentó la perdió, en ella perdería lo más apreciado que tenía, sus padres, los cuales murieron en batalla, protegiendo la cabaña donde se encontraba ella y su mejor amigo, Hakon. Desde entonces cada batalla tanto simbólica como real que enfrentaba estaba predilecta a perderla, siempre se pregunto que hubiera sido de ella si sus padres hubieran sobrevivido, ¿Su historia sería diferente?

Despreciada por la aldea por ser huérfana - sinónimo de mal augurio para ellos -, fue alejada de todos, siendo el blanco de burlas y bromas pesadas, donde todos se reían y disfrutaban de sus desgracias.Encontraba confort en el apoyo de su mejor amigo, pero también duro poco, al ir creciendo entre ellos se creó un abismo, él tenía un título que cuidar y expectativas que cumplir, más la opinión de la aldea que tenía mucho peso para un joven que soñaba con encajar en el rol que se le habían asignado, opto por alejarse de ella, porque "¿Cómo podría él verse relacionado con el mal augurio que presentaba ella?" .

Pero no todo era malo, o así quería verlo, desde niña descubrió que podía hablar con los dragones, encontrando en ellos el hogar que alguna vez anhelo, cumpliendo el papel de adiestradora y cuidadora de dichas bestias, se encontraba más en la montaña, que en esa vieja casa, que solo le hacía sentir el frío de la soledad, compartiendo tardes con la anciana de la isla, su vida se basaba en la monotonía, algunos días menos tristes que otros.

Sus padres antes de fallecer le habían enseñado que no hay peor traición que aquella que viene de la gente que alguna vez quisiste, pero nunca se imaginó que durante un ataque a la aldea, lo experimentaría en carne propia. Secuestrada durante el ataque, se desgarró la garganta pidiendo ayuda a sus conocidos...todos la ignoraron, ella podía ver como desviaban la mirada, no querían intervenir en su rescate, incluso vió como Hakon, aquel joven con el cual alguna vez compartieron una amistad e infinitas experiencias, también aquel que fue su primer amor (y corazón roto), desvió la mirada para ayudar a otro aldeano que se encontraba en apuros...Y entonces lo entendió, no importaba cuánto se esforzara en querer ser parte, no importa cuánta ayuda diera con los dragones, ella nunca sería parte de ellos.

Tiempo después fue rescatada por los dragones de la isla, pero el daño ya estaba hecho, volvió, pero esta vez no era la misma, su mirada estaba sin vida, el poco brillo que alguna vez tuvo había desaparecido, no hablo con nadie en su llegada, no quería esa falsa lastima, ni mucho menos que actuarán preocupados por ella, con paso firme camino hacia la cabaña de la anciana, ignorando las miradas curiosas que brindaban los pueblerinos, al llegar solo tuvo una petición.

- Solo quiero que me borres... de esta aldea, de este mundo, de todo. Quiero no haber nacido. Quiero dejar de doler.

Al verla tan muerta en vida la anciana aceptó dicha petición y esa misma noche, teniendo a los dioses y a las auroras boreales como testigos, cumplió el deseo de la joven.

Lo que Sigi no se esperaba era que luego de tanto dolor, los dioses le tuvieran compasión y que al desaparecer el brillo de las auroras, dos pares de ojos la estuvieran viendo con amor y emoción, los dioses le habían otorgado la familia que tantas noches soñó, que tantas veces les rogó en llanto, ahora por fin lo tenia enfrente de ella, y así nació esta nueva versión de si misma.

Ya no era Sigrhildr, sus nuevos padres la llamaron Adelaida, y así enterró (o eso intentó) a Sigi en lo profundo de su ser. Pero no todo era tan fácil, porque al anochecer y estar a solas, la oscuridad la abrazaba y la devolvía a aquella solitaria cabaña, donde el frío no era físico, sino emocional, pero con ayuda de sus padres y asistiendo a terapia, podía sobrellevarlo.

Nunca se imaginó que su peor miedo y pesadilla recurrente se volvería realidad, hasta una tarde donde al volver de una clase, su rutina cambió drásticamente y al despertar el olor a madera quemada y lavanda recién cortada le daban la bienvenida a la aldea de la cual pidió desaparecer. La anciana la traería nuevamente a una aldea conocida para ella, pero donde su papel sería diferente, ahora necesitaban de su ayuda para poder ganar una guerra donde no solo estaba en juego la isla, sino la vida de aquellas criaturas que la cuidaron y aceptaron cuando nadie más lo hizo. Los dioses la ponían en papel de jueza, podía salvar a la aldea que en su vida le dio la espalda o tomar venganza y destruir todo a su paso.