En mi habitación hacía más frío de lo habitual. Me acurruque bajo las sábanas intentando encontrar el calor que siempre me reconforta, pero algo no encajaba, tenía una presión en el pecho que no podía ignorar, un silencio extraño, como si el mundo estuviera conteniendo el aliento.
Abrí mis ojos con miedo, miedo de al despertar encontrarme con algo que no me fuera a gustar, pero para mi sorpresa, al abrirlos lo único que pude ver fue oscuridad.Me giré, buscando la familiar luz anaranjada de las farolas filtrándose por la ventana o la luz tenue de mi despertador... pero solo encontré oscuridad. Densa. Absoluta.
Sentí como si dicha oscuridad buscará acoplarse a mi, como si quisiera abrazarme hasta que forme parte de ella y entonces mi cuerpo se tenso. Con movimientos medidos me dispuse a salir de mi cama, para mi sorpresa cuando llevé los pies al suelo, no sentí madera, ni alfombra, solo tierra, húmeda, fría...y entonces lo entendí.
Había vuelto.
Mi corazón se aceleró, no podía ser verdad, no quería que fuera verdad.
Caminando por la oscuridad busqué algo con lo que pudiera protegerme del frío, una vez con algo en mano me dispuse a buscar la salida.
Cuando por fin logré encontrar la salida, después de unos minutos luchando con la penumbra, ahí estaba, un paisaje que ya conocía a la perfección. Estaban las lejanas montañas cubiertas de niebla, las antorchas encendidas en el muro de piedra, el crujir lejano de un dragón batiendo sus alas. Mi corazón se aceleró nuevamente, miré a mis alrededores buscando a alguien, pero la zona estaba vacía, solo se podía escuchar el crujido de la leña quemándose.
Con precaución comencé a caminar, el frío era tanto que en cada paso sentía que se clavaban mil agujas en mis pies.
No lo quería creer, pero me encontraba otra vez allí. En la aldea.
Todos los recuerdos que estuve reprimiendo volvieron a mi y el frío que sentí al volver no solo se guardó en mi piel, sino también en lo más profundo de mi ser. Por un instante me quedé mirando el fuego de una hoguera cercana y pude ver reflejada en las llamas una silueta .
Ahí estaba, una niña, una indefensa niña, que se había acostumbrado a la soledad, podía ver sus ojos sin brillo y como miraba al horizonte sin expresión alguna.
El olor a tierra húmeda y rocío me sacaron de aquel trance y retomé mi camino. La neblina y el frío cada vez eran más fuertes y la fina capa que había tomado del cuarto oscuro donde desperté no me protegía, la presión en mi pecho aumentaba y mi cabeza daba vueltas.
Entonces lo sentí.
Sentí una presencia a mis espaldas.
Me giré, esperando ver a alguien conocido, pero no había nadie, solo una figura envuelta en sombras, dio un paso en mi dirección, por más que lo intentara no podía verle el rostro. Quise gritar, pero la voz se me quedó atorada en la garganta.
—Sigrhildr... —Susurró la figura
Dio un paso a mi dirección, yo por inercia di una hacia atrás.
—Sigrhildr...Vuelve—Susurro nuevamente aquella figura.
El dolor en el pecho cada vez era más fuerte, mi vista se nublo , y mis piernas cedieron.
Caía.
Sentí cómo el suelo desaparecía bajo mis pies, mi corazón dio un vuelco, mientras caía escuchaba como la misteriosa figura seguía diciendo ese nombre...mi nombre.
Entonces logré escuchar una voz conocida.
—¡Adelaida! ¡Despertá, mi amor! —La voz de mi madre atravesó la oscuridad, se sintió como un salvavidas.
Abrí los ojos de golpe, jadeando. Estaba de nuevo en mi habitación, la luz de la mañana entraba por la ventana, y mi mamá me sostenía el rostro entre las manos.
—Tuviste otra pesadilla, ¿verdad?— Tomó mi cara con ambas manos.
Me miró a los ojos, y lo vi, vi su preocupación.
La preocupación por una hija, la cual tenía pesadillas desde chica, por la cual no podía hacer nada para protegerla de los fantasmas que la persiguen en aquellos sueños.
No pude hablar, no me salían palabras para darle tranquilidad.Solo asentí.
Ella me abrazó con fuerza, como si quisiera protegerme de algo que ya no estaba, pero yo sabía que esta pesadilla había sido diferente a todas las anteriores, esta vez se sintió diferente, se sintió real... más real que las anteriores.
En los otros sueños solamente era yo reviviendo recuerdos de aquella vida, pero esta vez no volvía como Sigrhildr, volví como Adelaida, lo cual hacía que fuera peor, porque el frío que sentí en el sueño, ahora lo sentía el pecho en lugar de en el cuerpo.
Tenia preguntas, muchas preguntas, pero con el tiempo aprendí que algunas dudas tenían que quedarse sin responder y para mi tranquilidad, hoy opte por dejar este suceso como lo que fue, otra pesadilla más...una extraña pesadilla.
Y con eso me decidí a empezar mi día.