La que desapareció del tiempo:el lamento de los dragones.

Capítulo 5: El eco de mi nombre

De un momento a otro, todo mi cuerpo se desconectó

De un momento a otro, todo mi cuerpo se desconectó. Lo último que recuerdo es el llanto de Sisi y a Leif diciéndome que resistiera, mientras me cargaba en sus brazos. Luego, todo fue oscuridad.

Pasé unos minutos en completo silencio y tinieblas, hasta que un cálido roce en mi frente me despertó. Abrí lentamente los ojos. Me sentía mareada, como un trompo, pero al adaptarme a la luz del lugar, vi que estaba en la orilla de una montaña, recostada entre flores que perfumaban el aire. La luz de la luna era la única encargada de iluminar todo el paisaje.

Me senté y miré a mi alrededor. Entonces, a mi derecha, me encontré con una figura. Era mucho más alta que una persona normal y no podía divisar su rostro, ya que estaba cubierto por un velo blanco que también envolvía todo su cuerpo. Por la posición de su rostro, podía deducir que me estaba observando.

No sé por qué, pero su presencia -a diferencia de otras ocasiones- no me transmitía malestar. Me encerré tanto en cómo me hacía sentir estar en tal lugar, con esa presencia misteriosa, que volví en mí cuando escuché su voz.

—Hola, Sigrhildr... ¿O debería llamarte Adelaida? —Su voz era suave, casi un susurro.

—Disculpe, pero no reconozco ese nombre. Me llamo Adelaida.

Soltó una leve risa, colocó cuidadosamente su mano sobre mi cabeza y comenzó a acariciar mi cabello.

—Querida niña... has estado intentando engañarte, por eso tus fantasmas no se van—Tomó uno de mis mechones y jugó con él entre los dedos.

—Disculpe... no comprendo.

—¿Estás segura? —guardó silencio un momento—Querida, yo te di la vida que tanto anhelabas...Pero durante mucho tiempo dejaste que las sombras del pasado te persiguieran. Si realmente eres Adelaida, ¿por qué te estremece escuchar el nombre que niegas?

Sabía que lo que me preguntaba era importante. Tal vez más importante de lo que estaba dispuesta a admitir. Esa entidad que ahora acariciaba mi pelo era, sin dudas, la responsable de la vida que siempre soñé.

—¿Usted... fue quien me dio esta nueva vida?

Asintió con calma.

—¿Por qué?

Me miró -o eso creo- Guardó un largo silencio y luego volvió a hablar.

—Me conmovió tu dolor. Aquella noche, cuando te vi pedirle a Yrsa que te borrara... mi corazón se comprimió. Me apiadé de ti y te cumplí lo que tanto pediste. Pero no has podido dejar atrás las sombras que te atormentan.

Soltó mi cabello, colocó ambas manos sobre su regazo y volvió la mirada al frente.

Mientras tanto, en Tromsø...

El olor a desinfectante del hospital hacía que todos los integrantes del grupo se sintieran enfermos. Habían llegado hacía media hora y Ada ya se encontraba en una habitación. El grupo estaba esperando a los padres de la joven, quien estaba conectada a varios cables que monitoreaban su ritmo cardíaco y presión arterial. También tenía oxígeno y suero.

Todos la miraban a través del vidrio que los separaba. Aún no podían pasar a estar con ella. Al observarla de lejos, se la veía pálida y muy tranquila, lo cual era extraño para ella, ya que siempre era alegre y vivaz. Verla en ese escenario fue un golpe bajo.

El doctor no quiso hablar con ellos, diciendo que debía hablar primero con los padres. Esto molestó a todos, pero quienes más se veían afectados eran Sigrid y Leif. Ambos discutían con el médico, insistiendo en que eran la "hermana" y el novio de Ada, pero eso no fue suficiente para convencerlo.

Los padres llegaron unos minutos después. El viaje desde donde trabajaban era extenso, lo que agravó su ansiedad. Durante el incidente, Liam se había comunicado con ellos, pero luego de eso no tuvieron más noticias.

Todos en el grupo eran ya jóvenes adultos, pero al ver que los verdaderos adultos habían llegado, dejaron de fingir que estaban bien. Todos se derrumbaron.

—¡Freja! —exclamó Sigrid, y de un momento a otro estaba a su lado.

—Sigrid, ¿qué pasó? ¿Cómo está?

La señora Skovgaard la abrazó mientras miraba hacia todos lados buscando al médico encargado. Por su parte, el señor Skovgaard hablaba con los muchachos. Se veía cansado y apagado, algo que nunca antes habían visto. Freja -la madre de Adelaida- se veía desaliñada, como si hubiese salido apurada, lo cual era cierto, pero también les resultaba extraño, ya que siempre lucía muy arreglada.

El médico, al ver que los padres habían llegado, los llamó aparte para explicarles el estado de su hija. Mientras tanto, los jóvenes hablaban entre ellos.

—Estuvo bien toda la mañana, ¿qué pasó? —se preguntaba Ingrid, sentada en el suelo del frío hospital.

—Aparte, ahora está pálida... eso es imposible. ¿Cómo pudo perder el color en unos minutos? —mencionaba Mik.

—No se preocupen, seguro ya se despierta, y cuando lo haga va a ser chistoso porque va a tener el pelo desordenado y... —Liam quiso levantar el ánimo, pero le fue imposible.

No pudo terminar la oración. La voz se le quebró y las lágrimas se le escaparon. Desde que habían llegado, estuvo callado, ajeno a la situación. Pero ahora, al ver a su amiga en aquella camilla, el peso de todo lo que había contenido lo aplastó.

Todos lo observaron. Era nuevo verlo así. Solveig se acercó primero para abrazarlo, y luego, con paso tímido, se unió Noah. En un abrir y cerrar de ojos, todos estaban abrazados, demostrando que los amigos de verdad siempre están en los peores momentos.

Volviendo con Adelaida...

El silencio duró varios minutos. El lugar era cálido y el brillo de la luna reflejado en el mar hacía que la vista fuera como de una ilustración. Pero no podía seguir acá sabiendo que me estaban esperando... en algún lugar.



#1770 en Fantasía
#2374 en Otros
#210 en Aventura

En el texto hay: vikingos, viajeseneltiempo, dragones humano dioses

Editado: 03.09.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.