La que desapareció del tiempo:el lamento de los dragones.

Capítulo 8: No soy quien esperan

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Todo el camino fue silencioso. Yo iba marcando el ritmo de la caminata, Yrsa a mi lado, mientras que padre e hijo iban detrás nuestro, vigilando todo... o mejor dicho, vigilándome.

Todo se veía tan familiar y extraño a la vez. Podía oír el rugir de algunos dragones a lo lejos. A medida que nos acercábamos, el aire se volvía salado por la cercanía al mar.

La anciana caminaba tranquila, sumida en sus pensamientos. Me volteé a ver cómo iban nuestros nuevos guardias. Por su parte, Ragnar iba tenso, con la espalda recta. Dirigí la vista hacia Hakon, que ya me estaba observando, pero en cuanto notó que lo miraba, apartó la vista rápidamente.

Cuando éramos niños, siempre admiré su creatividad, que iba de la mano con su curiosidad. Su papel en la aldea, además de ser el próximo jefe, también era el de inventor: siempre traía armas, trajes, o incluso aparatos para mejorar la vida diaria. Viéndolo en retrospectiva, le encantaría vivir en el siglo XXI.

Busqué con la mirada su libreta; en ese entonces no salía sin ella. Como él decía: "No puedo correr el riesgo de tener una idea y no poder plasmarla en papel". Pero esta vez, al parecer, se la había olvidado.

Él notó que buscaba algo en él con la mirada, pero antes de que pudiera decir una palabra, Yrsa se le adelantó.

—Querida, prepárate. Estamos cerca, y hay mucha gente ansiosa por conocerte.

Sus palabras hicieron eco en mi mente.

Tengo miedo. Miedo de repetir una historia que me atormenta. Quiero entender por qué Nanna me trajo de vuelta. Quiero, por fin, enterrar a Sigi y ser Adelaida. No tener más fantasmas, ni monstruos debajo de la cama.

Me cubro con la capa. Quiero poder ocultar todo el daño que alguna vez me hicieron.

Apenas puse un pie en la plaza central, todos se acercaron a ver a la forastera. Los recuerdos de las burlas y el desprecio de los aldeanos se grabaron en mi piel, y el frío que sentía por la brisa se desvaneció, un calor me invadió el cuerpo.

No podía verlos con claridad, pero recordaba cada rostro de quienes provocaron mis ganas de dejar de existir.Todos me miraban confundidos; algunos incluso con asombro. Yrsa me guió hasta el escenario central y, sin más preámbulos, tomó la palabra.

—La nueva jefa ha vuelto —dijo, tomándome de la mano y alzándola con una gran sonrisa.

La miré incrédula. Recién llegaba, y soltaba aquella noticia como un balde de agua fría. Pero la sorpresa no fue solo mía. Padre e hijo también quedaron en silencio, preocupados, incrédulos.

Aparté bruscamente mi mano de la suya y me alejé de un salto. Podía sentir a todos murmurando. Estaban inquietos... y yo también.

Miré a mi alrededor, alterada. Necesitaba dejarlos atrás. Salí corriendo hacia el bosque solitario. Luego de esta emboscada, necesitaba estar sola. Pero la vieja no iba a dejarme ir tan fácilmente.Sentí pasos tras de mí, y de pronto alguien me derribó.

Era el maldito pelinegro.

—¿¡Qué mierda haces!? —grité.

Lo miré furiosa y lo empujé con todas mis fuerzas antes de volver a ponerme de pie.

—¿Por qué huyes? —preguntó él, aún en el suelo.

Me miraba enojado. No le contesté, no porque no quisiera... simplemente no podía.
Bajé la cabeza, buscando algún tipo de alivio en mis manos, pero solo temblaban. No sabía si por enojo o por miedo.

—No. No pienso ser la nueva jefa de esta maldita isla, Yrsa —dije, clavando la mirada en la anciana.

Ella perdió la sonrisa. Los dos hombres me miraban preocupados. Probablemente ahora me vean como una amenaza.

—Pero Sigi, nosotros...

—¡No! —la interrumpí, alzando la voz hasta que hizo eco—Te lo dije claramente en la cabaña: soy jueza, y para mí el veredicto ya está sentenciado.

—¡¿Cómo puedes hacernos esto, Sigrhildr!?

—Por dios, Yrsa, ya no te reconozco —dije mientras me sobaba la cabeza—¿Dónde quedó aquella compasiva anciana que me ayudó a salir de acá?

Di un paso atrás. Ya no podía fingir ser fuerte. Estaba viviendo mi pesadilla recurrente, mis fantasmas estaban de pie, viéndome... y yo a ellos. El pecho me dolía, la respiración se agitaba.

Los tres me miraban preocupados. Pero yo sabía perfectamente lo que me estaba pasando: era un ataque de pánico.

Por querer fingir que estaba bien, ignoré cómo realmente me sentía. Quién era realmente.

Nunca dejé de ser aquella niña asustada y solitaria.

Nunca iba a ser tan fuerte como quería aparentar.

Y esta era la clara muestra de ello.

No podía pensar con claridad. Me dolía el pecho. Me apoyé en un árbol cercano. Vi que Ragnar se me acercaba. Le hice señas con las manos para que se alejara, pero siguió avanzando.

Entonces, se escuchó un rugido fuerte. Las ramas de los árboles se estremecieron lentamente.
Y de un momento a otro, una gran bestia carmesí estaba delante mío.

—Kaeldrak... muchacho, ven aquí —dijo Hakon con un tono de enfado.

Pero para su sorpresa, el dragón no se movió ni un centímetro.Al contrario, soltó un rugido ensordecedor que dejó a todos atónitos.

💌 Nota de autora:

🌙 ¡Hola, lectores del otro lado del fuego!

Primero que nada, perdón por actualizar tarde y por publicar un capitulo tan corto jajaja pero los estudios me consumieron :(

Si llegaste hasta acá, te abrazo fuerte (virtualmente, claro, con una taza de té en mano ☕).



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En el texto hay: vikingos, viajeseneltiempo, dragones humano dioses

Editado: 03.09.2025

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