La que desapareció del tiempo:el lamento de los dragones.

Capíyulo 10:La espera de los que sienten

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Mientras tanto, en el hospital:

Todo era oscuridad. El silencio reinaba en aquella habitación. El doctor ya los había habilitado para que pudieran estar con la joven inconsciente. Nadie tenía las palabras adecuadas para consolar a los demás, o a ellos mismos.

Los padres de Adelaida ya habían hablado con el médico, y el pronóstico no era bueno. La joven pelirroja había sufrido el desmayo por culpa del estrés y la ansiedad acumulados, junto con una mala alimentación. Por las causas mencionadas antes, era cuestión de tiempo para que su cuerpo colapsara.

Lo que los simples mortales no sabían era que esta caída física también simbolizaba una caída astral. La chica no era simplemente una joven estudiante normal. Su repentina recaída mental, en el fondo, simbolizaba que la barrera que separaba este plano y el de Drakkarvik se había visto debilitada por la constante manipulación de la peliblanca y la bestia alada.

Los demás dioses habían puesto a la diosa Nanna contra las cuerdas, obligando a su protegida a enfrentarse a sus pesadillas o volver a aquel infierno que, en su momento, consideró hogar.

Sus amigos hacían turnos para poder acompañarla y que no se sintiera sola. Ellos, más que nadie, sabían cómo le afectaba el sentirse sola o estarlo. Pero los que se veían más demacrados por toda la situación eran los tres pilares fundamentales de Adelaida: Liam, Sigrid y Leif.

Aquel rubio era el que más afectado estaba. Luego de recibir la noticia del por qué se desmayó su novia, sintió culpa por no haber visto las señales, por ver que la estaba pasando mal sin él.

Estaba encerrado en sus pensamientos, preguntándose qué pudo haber hecho para ayudarla, pero aún no encontraba una respuesta que le convenciera.

—Voy a buscar café, ¿alguien quiere?

Ingrid estaba en la puerta de la habitación con un termo, lista para ir a buscar algo que los mantuviera despiertos. Hoy era uno de esos días donde todo el grupo podía estar unido, esperando el despertar de la chica.

Todos los jóvenes, al unísono, soltaron un pesado “yo”. Estaban cansados, tenían notorias ojeras, y aquel ambiente divertido y relajado que siempre los caracterizó se había ido con la joven. Era la primera vez que algún integrante del grupo pasaba por algo así.

Noah se paró del sillón para poder estirarse. Se acercó lentamente a Adelaida y le acarició la frente.

—Ustedes… —guardó silencio, no quería perturbar más el ambiente, pero su cabeza lo traicionaba—¿Ustedes creen que despierte?

La pregunta del pelinegro sorprendió a todos. Siempre había sido el que mantenía la compostura. Se podía ver su tristeza en los ojos, como la incertidumbre de no saber qué le deparaba a la chica que tenía enfrente de él, y al grupo en sí, lo atormentaba.

—¿¡Qué carajos es esa pregunta!?

Leif se levantó enojado. Se acercó al chico de lentes con paso firme. Su mirada estaba apagada; aquellos azules ojos brillantes y llenos de vida ya no estaban, y eso asustó internamente al chico.

—Bu... bueno, ya han pasado días desde que cayó en coma —tragó saliva, no sabía cómo continuar— y no vemos mejoría.

Bajó la vista y se rascó la nuca con angustia. El resto que estaba en la habitación lo miraba angustiado también. No lo querían aceptar, pero internamente se habían estado preguntando lo mismo, solo que por primera vez lo escuchaban en voz alta.

—Noah, creo que lo mejor sería que te vayas por hoy.

Solveig habló desde el sillón, donde estaba abrazada con su hermana. Ambas se veían desalineadas y derrotadas, lo cual para Sol era normal, pero para Sigrid era algo totalmente extraño y llamativo, con lo cual demostraba lo mal que la tenía toda esta situación.

—Igual es verdad, chicos —Mikael desvió su mirada a una ventana que estaba cerca de él.

Leif estaba aturdido. Las palabras de sus amigos se sintieron como una traición ¿Cómo podían siquiera pensar eso?

No quería empezar una pelea, pero su humor no lo ayudaba a mantener la compostura. Desde los 12 años Adelaida era la chica que siempre soñó, y aunque quisiera, nunca iba a poder olvidar cómo se conocieron: cómo aquella pequeña niña ruluda se le acercó con una sonrisa y le brindó su mano cuando él estaba solo y asustado en una nueva escuela, sin nadie a quien poder pedir ayuda.

En ese momento, ella fue una luz en un momento de tiniebla, y desde entonces siempre se había vuelto su luz al final del túnel. Empezaron como amigos, pero con el tiempo, sus sentimientos por ella florecieron, al igual que florece un pequeño pimpollo en primavera.

Muchos creerán que toda su relación fue color de rosa, pero aquella joven tenía heridas sin curar, lo cual ante sus ojos solo eran pruebas de su humanidad. Y lo terminaron por atrapar más: quería ser él quien se las sanara, y para sorpresa de todos, no solo las logró sanar, sino que también logró eliminarlas por completo. Pero lo que no sabía era que no solo tenía heridas, sino también fantasmas, los cuales él, por más que quisiera, nunca lograría ver, y por consecuencia, ahora todos se encontraban ahí.

Desde hacía un tiempo, el joven estaba seguro de que Adelaida era la chica con la que quería pasar el resto de su vida. Una chica dulce, graciosa, que siempre busca el lado bueno de las cosas. ¿Tiene problemas? Sí, pero para él nunca fueron un impedimento, y para ella tampoco, ya que siempre demostraron su amor sin barreras.



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En el texto hay: vikingos, viajeseneltiempo, dragones humano dioses

Editado: 27.08.2025

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