Entramos a la gran cueva que era el hogar de cientos de dragones, los cuales ya estaban acomodados para escuchar mi historia. Las tenues luces de las antorchas iluminaban levemente el alrededor. Yo me coloqué en el medio de todos; Kaeldrak se puso atrás mío, siendo mi apoyo, mientras que Yldrok se acomodó a mi lado, buscando mi brazo para que lo acariciara.
Una vez que todos estuvimos cómodos en nuestros lugares, hablé con voz suave.
—Entonces... ¿quieren saber qué fue de mí todo este tiempo? —pregunté, y una docena de ojos brillantes se clavaron en los míos. No sabía por dónde empezar, pero, al parecer... tenía toda la noche.
Empecé contando cómo llegué a mi otra vida, cómo eran mis nuevos padres y la ciudad. Algunos dragones soltaron ruidos de sorpresa y se miraban entre ellos. Les conté sobre las auroras boreales, lo cual realmente les llamó la atención.
—¿Pero cómo puede ser que en el cielo aparezcan luces de la nada? —preguntó un dragón negro desde un altillo.
—Eso, ¿acaso allá también existe la magia? —completó otro dragón verde.
Entre risas les expliqué cómo funcionaba este hermoso fenómeno natural, y también les conté que ellos, en ese mundo, no existían y que solo eran criaturas mitológicas de innumerables historias. Esto los indignó un poco; algunos incluso bufaron, como si no toleraran ser tratados como ficción. Luego, preguntaron confundidos qué significaba el término "criatura mitológica".
Después, les relaté las infinitas historias que viví con mis amigos. Les hablé de mi relación con Leif, de cómo ellos nunca me habían hecho sentir fuera de lugar, cómo me apoyaban y entendían en todos los sentidos. Con tono melancólico, les comenté que, sin compartir sangre, habíamos formado una hermosa familia. Les describí a cada uno de mis amigos: cómo eran, cuáles eran sus personalidades... cada detalle que podía recordar, se los comenté.
Hice mucho énfasis en Liam y Sisi, contando cómo, a pesar de mis cientos de crisis, ellos nunca me soltaron la mano. Aquello hizo que el cambiante reaccionara drásticamente, y me hicieron una pregunta para la cual no estaba lista.
—¿Por qué tenías crisis? —preguntó un joven dragón que estaba cerca de mis pies.
Me quedé en silencio durante un largo tiempo. No sé exactamente por qué. Tomé aire y, con cautela, hablé.
—Yo tenía pesadillas con volver a este lugar.
Vi cómo todos se tensaban. Se miraban entre ellos, buscando palabras adecuadas para consolarme. Ellos, más que nadie, sabían cómo sufría en esta aldea.
—No importa cuántas veces fuera a terapia, siempre tuve el miedo constante de volver —unas lágrimas rebeldes lograron escaparse de mis ojos— Y ahora ese miedo se volvió realidad. Estoy aquí, en el lugar donde me mataron en vida, siendo jueza.
Levanté la vista para ver a los dragones, que, por sus caras, estaban conmovidos. Y sin embargo, ahí estaban: escuchándome, comprendiéndome. Como si nunca me hubiera ido. Como si fuera otra noche más en la que les compartía mi dolor por ser excluida.
—Pero eso ya no importa. Si volví, fue por un bien mayor —acaricié suavemente la cabeza de Yldrok— Ustedes.
Aquellos que habían desviado la vista, volvieron a mirarme. Pero su mirada era mucho más que simple agradecimiento: era esperanza, tranquilidad.
—Hablando del tema —dijo Kaeldrak, moviéndose cuidadosamente para poder mirarme mejor— ¿Qué era eso que teníamos que hablar?
Lo miré; no sabía si era un tema que se podía tratar frente a todos los dragones. Pero parece que él me leyó la mente, porque asintió con la cabeza, indicándome que era seguro hablar en presencia de todos.
—Bueno... —mi voz se quedó atorada a mitad de camino en mi garganta. Tosí un poco para poder seguir— Bueno, Yrsa me comentó que esta no sería la línea temporal que se creó luego de mi partida, y que desde que me fui, la aldea se ha visto atacada por Los Portadores del Olvido, y que han perdido aquella guerra más de una vez.
Hice una leve pausa antes de continuar. Por el rostro de algunos dragones, el tema les afectaba bastante, sobre todo al joven dragón blanquecino.
—Inclusive, la anciana me comentó que, en la última vez que se enfrentaron, mataron a Ragnar y que pudieron descubrir que el verdadero objetivo eran ustedes —bajé la vista para mirarme las manos— También mencionó a un tal Torsten.
Todos se tensaron al escuchar aquel nombre. Lo pude sentir en el ambiente y también a través de Kaeldrak e Yldrok. La gran bestia carmesí se reacomodó en su lugar.
—Yrsa tiene razón —dijo Kaeldrak— Luego de tu desaparición, volvimos a unos años antes de tu nacimiento. Al principio nos preocupamos, pero la anciana nos explicó todo lo sucedido respecto a ti— Guardó silencio durante unos minutos— Desde entonces, todo transcurrió con normalidad, solo que sin tu presencia...Hasta la guerra. Ahí nos dimos cuenta de que algo había cambiado.
Todos se movieron en sus lugares. Moví con cuidado a Yldrok para poder levantarme y lograr ver bien a todos los presentes. Se veían conmovidos, atrapados en un bucle que anhelaban que terminara. No pude evitar preguntarme qué les pasó durante todos estos años: ¿Por qué Yldrok tenía su ala lastimada? ¿Por qué habían esperado tanto mi regreso?
La voz de Kaeldrak me sacó de mis pensamientos; tenía mucho más que decir.