La que desapareció del tiempo:el lamento de los dragones.

Capítulo 14:Sombras de otra vida

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—Veo que por fin decidiste salir de tu cueva.

La voz del joven hizo que le recorriera un escalofrío por toda la espalda; no quería verlo, mucho menos tener que interactuar con él.

Ada solo se dignó a darle una rápida mirada para luego darse la vuelta y seguir con su camino, pero Hakon no la quería dejar ir tan fácilmente. Algo en ella le llamaba la atención desde que cayó en sus brazos el día que llegó. Sentía que la conocía, pero en sus recuerdos no había rastro de ella, y eso solo lo atraía más.

Salió de sus pensamientos cuando vio que la pelirroja se alejaba de él y se apresuró para llegar a su lado.

—Entonces, ¿volvimos a la etapa donde no me hablas?

Hakon se esforzaba más de lo usual para poder hablar con la joven y pasar tiempo con ella; a fin de cuentas, era una extraña a la que habían nombrado nueva jefa de la noche a la mañana, y él quería averiguar por qué.

Por su parte, Adelaida estaba encerrada en un caparazón interno. Había pasado años detrás del joven, rogando que la buscara como había hecho ahora, pero ese anhelo se había marchitado aquel día lluvioso, donde su corazón se terminó de romper y los dioses fueron testigos de aquella ruptura.

Ada solo se dignó a levantar sus hombros como muestra de indiferencia.

—Bueno, puede que tú no quieras hablarme, pero yo puedo hablar todo lo que quiera.

Hakon tomó sus manos detrás de su espalda de forma juguetona, mientras se inclinaba en dirección a Ada. Esperaba obtener una reacción de esta, pero lo único que recibió fue que ella se alejara y aumentara la velocidad de sus pasos.

Esto lo desconcertó más; no entendía por qué la joven lo despreciaba tanto, sin motivo alguno… o eso creía él.

—¿Por qué te desagrado?

Esta pregunta tomó por sorpresa a la pelirroja. Se paró en seco y, por primera vez desde que empezaron a caminar, Adelaida lo miró directo a los ojos. Apreció aquel rostro que tenía enfrente, miró cada detalle: su pelo desordenado, la cicatriz en la nariz lo suficientemente llamativa como para cualquiera que lo conociera por primera vez, y sus ojos, que ya no tenían aquella chispa. Lo miró como quien observa un recuerdo vivo, pero no encontró al muchacho que había amado, sino a un desconocido.

Cuando abrió la boca para decir algo, una voz femenina la interrumpió, haciendo que cerrara la boca tan rápido como la había abierto, lo cual frustró al joven, que esperaba ansioso escuchar que la chica dijera algo por fin.

—Hakon, por fin te encontré, te estuve buscando por todos lados.

Una joven rubia y esbelta entrelazó su brazo con el del pelinegro, acortando drásticamente la distancia entre ambos. Al ver que el joven hablaba con la forastera, no dudó en marcar su lugar en la aldea.

—¿Interrumpo algo? —preguntó con una ceja alzada.

—¡No! Solo venía a ver qué pasaba con la forastera —explicó rápidamente Hakon.

Esta escena le resultaba repugnantemente familiar. Los recuerdos la golpearon de lleno: Después de cumplir catorce años, Hakon empezó a alejarse de ella. Al principio la ignoraba con cuidado, casi con disimulo, pero poco a poco se volvió más descarado, hasta que fue obvio que ya no quería tenerla cerca. Cada rechazo le agrietaba el corazón, aunque se aferraba a la esperanza ingenua de una niña enamorada de su mejor amigo. Pero Hakon solo tenía ojos para Astrid. Siempre había sido Astrid.

Por su parte, Adelaida sacudió la cabeza para eliminar el recuerdo que le había llegado. Se dio media vuelta y retomó su viaje. Esto molestó a la rubia, que no estaba acostumbrada a ser ignorada en la aldea. La siguió y la tomó por el hombro para que se diera vuelta y la mirara de frente.

—¿Y tú? ¿No piensas presentarte? Creo que te estás creyendo mucho solo porque la vieja te nombró nueva jefa.

Ada quitó de forma brusca la mano de Astrid de su hombro, mientras una mueca de asco asomaba en la comisura de sus labios. La miró de arriba a abajo como quien mira un escarabajo caminar y, sin una pizca de ánimo en su voz, habló:

—No, no me interesa que me conozcan.

Sin palabras más ni palabras menos, los miró. Ahora que los veía a los dos nuevamente juntos, se dio cuenta de que en efecto eran el uno para el otro. Soltó una risa burlona y volvió a hablar:

—¿Ya me puedo ir o me van a seguir molestando?

La mirada de la joven era apagada. Le molestaba tener que interactuar con este par, le molestaba mirarlos, compartir espacio, tener que escuchar sus voces. En conclusión, todo de la pareja le resultaba repulsivo. Y no eran celos, era un sentimiento mucho mas fuerte que se había incrustado en ella mucho antes de que siquiera desapareciera del tiempo.

La parejita se miró sorprendida; no podían creer que alguien como ella les hablara con tanto desprecio. Estaban acostumbrados a ser los más queridos de la aldea: eran el hijo del jefe y su prometida, al fin de cuentas. Todos tenían que quererlos, si no querían ver sus cabezas rodar.

—¿Acaso sabes con quién estás hablando? —la rubia estaba indignada.

—Sí, con el perrito faldero y la dueña, ¿no? —una mueca de burla cruzó su rostro—. Ahora, si me disculpan, tengo cosas que hacer, y hablar con un títere y su titiritera no estaba en mi lista.

Sin más, les hizo una reverencia en modo de burla y, sin mirar atrás, continuó su camino, el cual por fin se vio sin interrupciones.



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En el texto hay: vikingos, viajeseneltiempo, dragones humano dioses

Editado: 27.08.2025

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