La que desapareció del tiempo:el lamento de los dragones.

Capítulo 15: Donde los dioses fueron testigos

Por fin mi respiración se estaba normalizando cuando tomé conciencia de dónde estaba

Por fin mi respiración se estaba normalizando cuando tomé conciencia de dónde estaba. Miré a mi alrededor y pude entender que había llegado al lugar donde mi vida tuvo un quiebre irreparable.

El río sonaba tranquilo y los pájaros estaban dando un concierto, pero por dentro estaba teniendo una tormenta. Los recuerdos me golpeaban como balas; hacía años que nos habíamos alejado...Que él me había alejado.

Mi corazón se congeló. Me quedé estática por un minuto, como si alguien me estuviera acechando, y tal vez así era. Los recuerdos estaban viendo cuidadosamente en qué momento atacarme de la peor forma, y ahora estaba en el escenario que ellos habían orquestado cuidadosamente.

Miré al cielo frustrada. Estaba cansada de sentirme tan chiquita, de sentir que volvía a ser la indefensa Sigi que no tenía a quién recurrir cuando le pasaba algo. Esa ya no era yo: ahora tenía personas que me querían, que me cuidaban. ¿Por qué tengo que seguir aferrada a todo este dolor?

Extrañaba a mi mamá. Quería poder correr a sus brazos para que me consuele, que me diga que todo va a estar bien, que ella me iba a cuidar. Pero estaba acá, sola en medio de un bosque al cual tristemente conocía como la palma de mi mano.

Me acurruqué sobre la gran piedra en la que me había sentado, tomé mis piernas y escondí mi rostro en ellas. Ya no podía seguir jugando a ser fuerte, a ser Adelaida, cuando ahora me pregunto si ella alguna vez existió en mi interior y no era solo un disfraz. Tampoco estaba segura de poder enfrentar esta tarea. ¿Cómo pretendía ir a una guerra? ¿Cómo se me ocurriría tener esperanza siquiera?

Lloré. Lloré como aquellas noches en las que me encerraba en mi habitación por culpa del miedo a que todo fuera un sueño y en algún momento tuviera que despertar. Ahora lloraba de frustración, de extrañar a mi madre, de extrañar la calidez que me reconfortaba y se depositaba en mi pecho y resolvía todo aquello que me angustiaba. Miré a un costado y pude ver unos delicados claveles, los cuales se mecían al compás del viento que las acariciaba. Me bajé de la gran roca y, con paso cansado, me aproximé a ellas. No pude evitar pensar que habían sido enviadas por mi madre. Recordé cómo siempre me reconfortaba con flores, cómo me decía que siempre la buscara en ellas, y ahora, cuando más la extrañaba, me aparecían claveles.

Tomé algunas y realicé un pequeño ramillete, y entre susurros le confesé todos mis miedos: cuánto la necesitaba, cuánto la extrañaba y que la necesitaba más que nunca. Y por primera vez desde que volví, le hablé al cielo.

—¿Acaso esto es otra prueba? ¿Tengo que enfrentarme nuevamente a un corazón roto?

Exclamé en busca de una respuesta, pero solo escuchaba a los pájaros y las ramas bailando con el viento y el sol.

—Ya no siento nada por él, encontré a alguien que realmente me ama —bajé la vista al ramillete—. Nanna, por favor, dame una señal, yo...

Las palabras se quedaron atoradas en mi corazón. No podía confesarle al cielo que estaba pensando en darme por vencida, que tal vez lo mejor era dejar de existir. Pero iba a renunciar a mis amigos, a mis padres, a conocer todo un mundo nuevo que me estaba esperando... y la idea de que mis padres lloraran porque me fui me destrozaba el alma. Imaginar cómo se iban a sentir los chicos también. ¿Podía ser tan cobarde? Cuando hace unos momentos atrás anhelaba volver, después de ver cómo todos me extrañaban, ¿me iba a rendir tan fácil?

—Está bien. ¿Quieren que me enfrente a esto? Lo voy a hacer.

Sentía cada músculo de mi ser tensarse. Apreté mis manos tan fuerte que mis nudillos estaban blancos, y las flores perdieron algunos pétalos.

—Pero para hacerlo tengo que ir al lugar exacto donde pasó.

Me levanté y caminé unos metros hasta llegar al punto exacto. Entre los aldeanos era conocida como la pradera de los enamorados, ya que se creía que si confesabas tu amor a la persona correcta en ese lugar, te iba a corresponder. Era un lugar apartado, pero eso no le quitaba lo mágico; todo lo contrario, le daba un toque íntimo. Y quien viera de afuera la escena pensaría que era una película romántica perfecta. Lastimosamente, para mí fue una película de terror.

Me senté a la orilla del pequeño río que pasaba por el lugar, aproveché para mojar los pies mientras recordaba todo mi pasado y cómo había sido tan ingenua.

Mucho tiempo atrás...

Desde que tengo memoria había estado enamorada de él. No sabría decir cuándo nació el amor o por qué, simplemente en todos mis recuerdos lo tengo presente. Pero el que más me despertó fue aquella noche de lluvia en la que unos chicos mayores me estaban molestando por cuidar a un dragón flaco y desnutrido. Para toda la aldea ya era normal molestar e ignorar a la huérfana, pero estos chicos no me dejaban en paz. Estaba empapada y mis ojos no podían aguantar más las lágrimas cuando de pronto apareció él. Se veía molesto, sus mejillas estaban rojas de ira, aunque ahora viéndolo mejor pudo haber sido el frío. No le importó que esos chicos nos sacaran por poco dos cabezas: me puso tras de él y sacó su espada. Los chicos se rieron, pero Hakon no dudó dos veces en atacarlos, de tal forma que uno perdió parte de su dedo anular. Desde ese día las bromas y malos tratos fueron menores: nadie quería que el hijo del jefe se enojara.

Luego de eso, mis sentimientos fueron más claros. Las dudas de que tal vez estaba confundiendo amistad con amor se esfumaron. Cuando se dio la vuelta para ver cómo estaba, me topé con sus ojos tan vivos, viéndome con el característico brillo que tenían siempre, y entonces sentí mil mariposas volar en mi interior. El frío que sentía se transformó en un calor sofocante. Se veía preocupado, me extendió su mano y en tono de angustia me preguntó:



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En el texto hay: vikingos, viajeseneltiempo, dragones humano dioses

Editado: 20.10.2025

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