Cuando me estaba acercando a la aldea, a lo lejos pude ver cómo una columna de humo surgía de ella. Aceleré mi paso, mi mente se imaginaba mil escenarios posibles, pero ninguno como el que me estaba esperando.
Miré el cielo en busca de algún dragón, pero este estaba más solitario que de costumbre, tampoco podía escuchar un aleteo aproximarse.
Al estar a unos metros pude ver todo con claridad, y mis dudas de que tal vez había sido un accidente se esfumaron. Todo estaba en ruinas, muchas cabañas seguían todavía prendidas fuego, y a medida que me adentraba más podía sentir cómo el olor a sangre fresca y humo invadía mi nariz. Miré a mi alrededor: muchos aldeanos seguían tirados en el piso con heridas visibles, mientras que muchos otros yacían ya sin vida.
Me aproximé a uno que estaba consciente para preguntarle qué había pasado. En mis recuerdos de mi vida pasada no habíamos tenido conflictos hasta la guerra con Los Portadores del Olvido, así que encontrarme con este acontecimiento, sin dudas, era algo nuevo y preocupante.
—¿Qué pasó? —pregunté mientras me agachaba para poder tratar la herida que tenia.
—No sabemos, estábamos tranquilos hasta que llegaron unos barcos desconocidos y nos atacaron.
Soltó un aullido de dolor cuando realicé presión en su herida para lograr detener el sangrado. Levanté la vista en busca de los demás, pero no había nadie a quien pedirle ayuda.
—¿Dónde están los demás? —pregunté con incertidumbre.
—Los enemigos los llevaron al sureste.
Estaba entre dejar a este herido para ir a ver con qué me encontraba al dirigirme donde estaban todos, o quedarme a brindarle primeros auxilios, pero al parecer me leyó la mente, ya que tomó mi muñeca y, mirándome a los ojos, me dijo:
—Ve, ellos necesitan toda la ayuda posible, yo puedo resistir.
Asentí sin nada más que decir y me puse rumbo al enfrentamiento, pero no sin antes pasar por la herrería y ver qué podía llevar para defenderme. No sería de utilidad si no pudiera atacar al enemigo. Pero cuando estaba a unos pasos, vi cómo de entre el humo salía una figura. Detuve mi paso inmediatamente, no lograba identificar de quién se trataba, hasta que salió completamente de las sombras y vi con claridad quien me estaba esperando, era la amenaza de Drakkarvik.
Me miraba con una sonrisa sarcástica y tenía sus manos ocultas en su espalda. Se detuvo a unos metros de donde yo estaba.
—¿Te gustó la bienvenida? —levantó sus cejas con curiosidad.
Me quedé estupefacta. Su presencia era imponente y su voz profunda hizo que la piel se me erizara. Di un paso hacia atrás.
—Trosten —logré formular en apenas un susurro, que él alcanzó a escuchar.
Sonrió ampliamente al ver que sabía quién era. Dio un paso en mi dirección y, por instinto, yo di dos hacia atrás. Por lo que me contó Yrsa tenía que ser lo más precavida posible: el hombre que tenía enfrente era un monstruo, y no estaba dispuesta a morir en sus manos.
—No tienes por qué temer —me miró con picardía en los ojos—. No quiero lastimarte, al contrario, te quiero de mi lado.
Sus pasos no se detuvieron hasta que estuvo lo suficientemente cerca de mí como para sentir cómo nuestras respiraciones se mezclaban en el mismo aire.
—¿Sabes? —tomó un mechón de mi pelo y se lo llevó a los labios—. Te debo todo lo que soy, mi desvelo.
Su voz era muy tranquila para la situación que había creado. Levantó su vista para mirarme directamente a los ojos, los cuales me sorprendieron, ya que eran rojos vibrantes. Me quedé quieta en el lugar, su afirmación me dejó pensativa, ¿qué tenía que ver yo con él?
Miré a mi alrededor en busca de algún arma para poder defenderme en caso de que fuera necesario, pero Torsten parecía leerme la mente. Tomó mis muñecas con fuerza, inmovilizándome, y se acercó a mi oído para susurrarme:
—Veo que estás dispuesta a pelear. Qué extraño, ya que antes no te habrías atrevido. Veo que has cambiado —me miró de arriba a abajo con una sonrisa de satisfacción—. Pero me pregunto si sigues siendo una ratoncita jugando a ser gato, o te convertiste en una zorra astuta.
Quise zafarme de su agarre, pero este era tan fuerte que, ni usando todas mis fuerzas, pude escapar de él. Solté un suspiro de frustración.
—¿Cómo es que me conoces? —lo miré a los ojos queriendo demostrarle que no me intimidaba, aunque su tacto me hiciera temblar como papel.
Me miró como un depredador que observa a su próxima víctima. Podía sentir cómo toda esta situación lo divertía. Aflojó su agarre para poder acomodar su cabello desordenado y, con media sonrisa, me contestó:
—Hay tantas cosas que quisiera contarte, y muchas otras que agradecerte, ¿sabes? Pero por ahora me satisface con este primer encuentro, ratoncita.
Me dio una última sonrisa y se dio media vuelta para irse, pero no podía dejar que se marchara tan tranquilo y sin darme alguna respuesta. Tomé impulso y agarré su muñeca. Esto hizo que se sobresaltara y me miró curioso.
—¿Qué es lo que quieres?
Soltó una risa ruidosa, se rascó la cabeza y me miró.
—Veo que todavía no lo descubres —me tomó de la barbilla y me acercó peligrosamente a él— A ti.
Me quedé inmóvil debajo de su tacto. Él solo sonreía al ver lo que generaba en mí, y su mirada parecía querer leerme, aunque estoy segura de que ya lo había logrado.
Ahora lograba entender a lo que se referían los dragones. Todo este tiempo todos creyeron que Torsten iba detrás del poder que transmitían estas sagradas criaturas, pero todo resultó ser una cortina de humo para poder hacerme regresar. Pero ahora la gran pregunta era: "¿Por qué?".