Luego de ayudar un poco a recoger todo el desastre que dejó atrás Trosten, me dispuse a ir hacia la montaña para ver dónde estaban los dragones. Mientras caminaba entre los restos de la aldea, miraba a mi alrededor atónita; todo parecía tan surreal y tan ajeno para mí, mientras que para los aldeanos esto era un día normal. Todos ya sabían cómo actuar, qué protocolo poner en acción, mientras que para mí era como estar en alguna de esas películas de terror que veíamos en la casa de Noah.
Yo nunca había participado en guerras. Aunque mis padres me habían nombrado “victoria en batalla”, ese término siempre fue ajeno a mi persona. La idea original de ellos era que, cuando pudiera participar de los enfrentamientos, yo fuera el símbolo de victoria que acompañara al pueblo de Drakkarvik, pero sus planes se vieron interrumpidos cuando fallecieron en aquel ataque a la aldea, y el simbolismo de mi nombre nunca salió a la luz.
Mientras me adentraba en la montaña, el ruido se dispersaba más y mis pensamientos se hacían presentes; no podía dejar de rondar en lo que me había dicho aquel pelirrojo:
“—Te estoy dando tiempo para que consideres ser mía o de nadie más.”
¿Qué quería decir con “ser suya”? Era algo que me carcomía la cabeza, aparte de que me hablaba como si me conociera, pero no tengo ningún recuerdo de conocer a alguien como él, y estoy segura de que recordaría a una persona con su aura: alguien que te transmite miedo y oscuridad con solo su mirada. Y esos ojos… no son algo fácil de olvidar… o ¿sí? Ya ha pasado mucho tiempo desde que escapé de esta prisión.
Estaba tan perdida en mis pensamientos que no me había percatado de que ya estaba a unos pasos de la puerta, y el ruido de adentro me sobresaltó. A paso apurado, me adentré para llevarme la sorpresa de que una fila de dragones estaba lista para atacar, pero al ver que era yo quien había llegado, bajaron la guardia.
—¡Sighrild! —exclamó Yldrok, saliendo del fondo.
Sonreí con el sonido de su voz. A ellos no les podía pedir que me llamaran Adelaida; sabía que si les pedía otro nombre, los entristecería, y no quería que en mis momentos con ellos se vieran afectados. Podía tolerar aquel nombre por ellos.
Me adentré en la gran cueva; podía notar cómo todos se relajaban con cada paso que daba. Los miré curiosa: si estuvieron todo este tiempo acá, ¿por qué no fueron a socorrer a los aldeanos?
—Me alegra ver que todos están bien —dije mientras acariciaba al gran dragón blanco—. ¿No vieron lo que pasó en el pueblo?
Todos se miraron entre sí, pero antes de que pudieran responder, Kaeldrak entró a la escena.
—Sí, pero preferimos no interferir; algo cambió en el flujo del tiempo desde tu llegada —habló con total calma, mientras se sentaba a mi lado.
Traje salida, así que ellos sí se dieron cuenta de que Trosten había venido por mí. Para una parte de mí, no era de extrañar: estas criaturas siempre habían sido muy intuitivas y sabias.
—Ah, así que veo que ustedes sí lo notaron —solté una pequeña risa incómoda—. Creo que no sirve de nada que se lo oculte a ustedes, pero tenías razón, Kaeldrak.
Tomé asiento entre las dos bestias y, con un poco de incomodidad, les conté todo lo que viví con Trosten. Como era de esperarse, algunas cosas los sorprendieron, pero se esperaban el desenlace; para ellos ya era sabido que el objetivo de él siempre había sido yo.
—Por favor, que todo esto quede entre nosotros —dije al terminar de hablar—. Como en los viejos tiempos.
Las grandes bestias me miraron con una chispa de nostalgia tras escuchar mis palabras.
—Tranquila, puedes confiar en nosotros —dijo alegremente Yldrok—. Como en los viejos tiempos.
Tras decir esto último, sonreí animadamente. Era agradable sentir que con ellos el paso del tiempo no había tenido efecto. Ahora que los puse al día, necesitaba saber qué estaban haciendo durante el ataque.
—Bueno, yo les conté sobre mi pequeño encuentro, pero a todo esto, ¿por qué no fueron a ayudar?
—No creímos que tuviéramos que interferir, simplemente eso.
Sorprendentemente, fue Yldrok quien me respondió, lo cual me llamó la atención porque siempre el que toma la palabra al ser líder es Kaeldrak, pero este simplemente asintió lentamente al escuchar las palabras del albino.
Sin nada más que añadir, cambiamos de tema y hablamos de cosas triviales. Les conté lo de la diosa Nanna y un poco sobre cómo me sentía respecto a extrañar a mi madre y lo que viví hasta llegar al bosque.
El ambiente era tan agradable y reconfortante que no me percaté de que ya había anochecido y tenía que asistir a la reunión que había dictado Ragnar.
—Disculpen, amigos, pero tengo que irme.
Todos se angustiaron tras escucharme.
—¿No puedes quedarte a pasar la noche aquí? —preguntó un joven dragón verde.
—Me encantaría, pero no puedo; Ragnar ordenó tener una reunión de emergencia tras el ataque y no puedo faltar —respondí mientras me ponía de pie.
—Sigi, ten cuidado en esa reunión —habló una pequeña dragona de color azul intenso.
Al escuchar su advertencia, me detuve en seco y la miré con curiosidad.
—Pequeña, ¿por qué dices eso? —pregunté mientras me ponía a su altura.
La pequeña se encogió en su lugar y, avergonzada, se cubrió la cara con su cola.