Un capítulo especial a esos amigos que nos salvan de todo mal, que son nuestra luz en las sombras sin siquiera saberlo.
Espero que todos podamos encontrar una amistad así.
Mucho tiempo atrás...
Estaban bajando cajas del camión de mudanzas sin percatarse de que unos curiosos ojos los observaban desde la gran ventana de la casa de al lado.
Un niño inquieto y hambriento de aventuras miraba con atención a través del gran cristal cómo una nueva familia empezaba a dejar sus pertenencias en la casa de la señora Lund, la cual se había ido de viaje a un mundo lejano. Según las palabras de los padres de aquel niño, él, al escuchar la noticia de que la anciana se había ido, se angustió mucho, ya que la dulce señora siempre le daba galletas y escuchaba sus historias con mucha atención.
Pero algo llamó la atención del pequeño: una niña de cabello cobrizo, que bajo la luz parecía encenderse como una llama viva. Tal vez esta sería su oportunidad para tener una amiga de su edad.
Los días transcurrieron con normalidad, hasta una tarde en la que sus padres le dijeron que irían a visitar a la nueva familia para darle la bienvenida al barrio.
El pequeño estaba emocionado, tanto que quería poder lucir su mejor conjunto, su remera favorita de dinosaurios y sus zapatillas con luces que, según él, lo hacían correr más rápido que otros niños.
Al estar enfrente de aquella gran puerta blanca como la nieve, donde no se veía el apellido Lund, sino Skovgaard, los nervios se apoderaban del jovencito haciendo que juegue con la cola del velociraptor que había llevado para mostrarle a la niña de cabello de fuego. Tal vez a ella también le gustaran las grandes criaturas como a él.
Su madre había llevado una canasta con diferentes aperitivos y su padre una botella de vino. Dieron dos golpes a la puerta y a los minutos esta se abrió dejando ver a una mujer de cabello revoltoso y a un hombre con el mismo cabello que la pequeña que divisó el otro día. Ambos tenían una sonrisa cálida, invitándolos a pasar.
Pero al mirar alrededor no veía por ningún lado a la jovencita, aunque, como si le estuvieran leyendo la mente, los adultos simpáticos de hace un momento llamaron con tono dulce:
—Adelaida, ven, cariño —llamó el señor de fuego.
Y como por arte de magia, de atrás de las piernas de este se asomó tímidamente una niña de su misma edad. Su pelo estaba revuelto y un mechón que parecía un resorte caía perfectamente por el medio de su frente.
El protagonista de este recuerdo no pudo contener su alegría al ver que la niña de fuego vivía en la casa.
—¡Soy Liam! —exclamó emocionado el jovencito.
Para su sorpresa, la niña se escondió nuevamente detrás de las piernas de su padre, y luego pudo escuchar sus pasos corriendo, dejando al pequeño totalmente confundido y apenado. Probablemente ella también creía que él era un pesado.
La madre de la pequeña tímida, al ver cómo los ojitos del dulce niño que tenía enfrente se empezaban a cristalizar, se agachó a su altura y con una dulce sonrisa le habló:
—Perdonala corazón, mi Aida es muy tímida. ¿Y te cuento un secreto? —dijo mientras lo miraba con una media sonrisa—. Ella nunca tuvo un amigo. ¿Vos podrías ayudarla con eso?
Al escuchar esto último, Liam se emocionó: había encontrado a alguien que comprendía lo que era no tener con quién compartir sus juguetes. El brillo de emoción invadió nuevamente su mirada, y la mujer sonrió y volvió a pararse.
—Muchas gracias por la cesta —dijo mientras se dirigía a los padres de Liam—. Soy Freja y él es mi esposo Anders, y la pequeña que salió corriendo es nuestra hija Adelaida.
—Un gusto, muchas gracias por la bienvenida —dijo Anders mientras estrechaba la mano del padre del niño.
—El gusto es todo nuestro. Yo soy Eira y mi esposo es Arvid, y el pequeño amante de los dinosaurios es nuestro hijo Liam.
—Por favor, pasen —dijo el hombre pelirrojo.
—Oh n... —quiso negarse Arvid, pero fue interrumpido por su esposa antes siquiera de poder terminar la frase.
—Nos encantaría —dijo con la sonrisa más genuina que había dado hace días.
—Estupendo, por favor —dijo Anders mientras se hacía a un lado para que pudieran pasar.
—Nos alegra que se mudaran, hasta el momento éramos la única familia joven del barrio —dijo alegremente Eira mientras ayudaba a Freja con las tazas—. Espero que podamos ser amigos.
—Hablando de amigos —habló Freja mirando al pequeño Liam—. Cariño, ¿por qué no vas a buscar a Aida? Seguramente esté debajo de su cama.
Para el pequeño esta tarea era una misión súper mega importante: era el comienzo de su futura primera amiga.
—¡Sí, señor! —exclamó de inmediato, para luego salir corriendo, y a los segundos volver para preguntar dónde quedaba la habitación de la pequeña. Entre risas, le indicaron, y volvió a salir corriendo.
Al llegar al cuarto se dio cuenta de que era el indicado, ya que el color rosado y blanco invadía las paredes. Entró con cuidado, como si dar un paso en falso pudiera activar una trampa —como había visto tantas veces en las películas—. Al mirar a su alrededor no había rastro de que la pequeña estuviera ahí, hasta que escuchó un pequeño estornudo.