El día había amanecido con un sol brillante, y un reconfortante aire parecía querer llevarse todas las malas vibras del lugar.
Al salir de la vieja cabaña, me topé con la sorpresa de que Kaeldrak e Yldrok estaban en mi puerta, mirándome ansiosos.
Ambas bestias movían sus colas enérgicamente, e Yldrok movía sus patitas alegremente en una especie de bailecito, el cual realiza siempre que está emocionado por algo.
Al ver tal escena no pude contener una risita; por tanto tiempo me había concentrado solo en los maltratos y me había olvidado de ellos.
—¿Qué los trae por aquí? —dije mientras me acercaba a ellos.
—Pensábamos que la guerra está a la vuelta de la esquina y hoy el día es muy lindo como para desaprovechar esta oportunidad de tener un último momento de paz… todos juntos —habló con un tono que mezclaba la alegría con nostalgia Yldrok.
—Pensamos que podríamos hacer un pik-me —Kaeldrak guardó silencio pensando si lo había dicho bien—. Poc-non.
Ver cómo intentaba decir “picnic” me sacó una carcajada.
—Querés decir “picnic”.
—Sí, eso mismo. En tus anécdotas parecía ser una idea ingeniosa para hacer todos juntos ahora.
Abracé por el cuello a ambos dragones y, con los rayos del sol acariciando mi rostro, asentí. Hoy el día era perfecto para poder tener una salida con ellos.
Preparé todo para que el día fuera perfecto, solo que no tenía mantel, ni cesta… ni los sándwiches de mermelada de frutilla con maní que solía hacer para compartir con los chicos, entonces me tocó improvisar.
Tomé un poco de carne seca, algunos frutos secos y agua, a la cual le exprimí dos limones para hacer un tipo de limonada.
Al fin nos pusimos rumbo a nuestro lugar especial; otros dragones, al vernos, se acoplaron a nuestro plan y así terminamos siendo un grupo mayor del que teníamos pensado ser.
Al llegar, acomodamos lo poco que había traído y nos dispusimos a tener una tarde tranquila. Hablamos sobre el pasado, lo cual duró muy poco, ya que la curiosidad por mi vida actual les llamaba más la atención; querían saber más sobre mis amigos, cómo eran mis padres, y yo alegremente les respondía todas sus dudas.
Luego de un tiempo, los dragones optaron por ir a estirar sus alas; yo me quedé sentada debajo de un árbol, viendo cómo disfrutaban de poder volar libres, pero me percaté de que Yldrok había quedado a mi lado.
La curiosidad de lo que le había pasado me carcomía la cabeza, y no iba a desaprovechar esta oportunidad para poder descubrir quién lo había lastimado… aunque muy en el fondo creo tener la respuesta.
—Yldrok —llamé su atención cuidadosamente—. ¿Puedo hacerte una pregunta?
Mientras miraba al horizonte, donde todos los otros dragones disfrutaban sobrevolar el cielo, miré de reojo al gran dragón blanco que tenía a mi lado; él también los miraba, podía ver tranquilidad en su mirada, pero a su vez la tristeza coloreaba el sombreado de aquellos ojos dorados.
Comencé a jugar con un mechón de pelo que caía por mi hombro; las manos me transpiraban y podía sentir cómo poco a poco mis latidos comenzaron a aumentar su ritmo. No podía predecir cómo le caería mi pregunta.
—¿Quieres saber qué me pasó, ¿no?
Su tono era serio, muy diferente al que solía tener siempre, lo cual hizo que se me erizara la piel; entre mis recuerdos apareció un recuerdo donde también tenía el mismo tono… El día que me fueron a rescatar.
Tragué saliva; ante mi silencio, apartó su mirada de sus compañeros y me miró a mí. Me brindó una sonrisa; yo solamente me dispuse a asentir.
—Antes de contarte, ¿puedo preguntarte algo?
Asentí enérgicamente nuevamente.
—¿Realmente valió la pena irte y dejarnos atrás? —No había reproche en su voz, solamente había tristeza y curiosidad genuina.
Me quedé en silencio; ambos nos veíamos a los ojos. Mi corazón latía fuertemente, tanto que podía sentirlo en mis oídos.
No quería mentirle… no podía, más cuando miles de flashbacks venían a mi mente: mis padres consolándome en interminables noches, las fuertes carcajadas con Liam desde que nos hicimos hermanos, el apoyo incondicional de Sisi, el amor genuino de Leif, cómo Noah me ayudaba en el secundario, cómo Sol me ve como su hermana mayor, cómo Mik me busca siempre que necesita un consejo y cómo Ingrid no se cansa de leerme las cartas cada vez que tengo dudas sobre algo.
No podía ser tan cruel y mentirle, decirle lo que quería escuchar; no podía fingir que estaba arrepentida de mi elección.
—Yo… —me tomé un momento para analizar bien mi respuesta.
Pero antes de que pudiera terminar de contestar, Yldrok me interrumpió.
—Creo que vamos a tener que dejar esta conversación para otro momento —se levantó de mi lado—. Parece que alguien te necesita.
Con un sutil gesto me indicó que alguien se aproximaba.
Entonces vi por el rabillo de mi ojo una sombra aproximarse; mi sorpresa fue indescriptible al ver a un lloroso Hakon acercarse a donde estaba.
—Tenías razón —dijo entre sollozos, su voz quebrada por el dolor—. Ella no me ama como yo me imaginaba.
Yo no contesté nada; lo miraba atónita, sin poder creer que lo volvería a ver llorar como en las noches cuando éramos niños y extrañaba a su mamá. Tenía una mezcla de sentimientos en mi interior: por una parte me alegraba que por fin pudiera ver quiénes lo rodeaban, por otra parte una clase de angustia se había instalado en mi corazón; pero lo que más me llamó la atención fue la mezcla entre indiferencia y ganas de poder consolarlo, pero sin saber cómo.