La Quinta Dimensión

El remanente.

Siento los ojos pegajosos y los músculos gomosos, luego de la larga inmersión; 3 días de pruebas. Había sido mi primera experiencia completa. Anteriormente, sólo había estado por unas cuantas horas y en espacio limitados, dentro de la Quinta Dimensión.

Camino con lentitud hacia mi cubículo, por momentos parece que fuera a perder el sentido. Llegó frente a mí, "número 226580". De la nada se abre un espacio rectangular en la pared.

—Bienvenida a casa — dice alegremente la IA del complejo, cuando entro a mi espacio.

Todo luce mucho más precario y gris de lo que recordaba: una cama sofá, una mesa que funciona como comedor y espacio de trabajo, al lado el retrete.

Bufo, vaya mierda de casa.

Y se me puede considerar afortunada, tengo ventana; una pequeña ventana, desde donde se puede divisar un muelle congelado, rodeado de unas inmensas montañas color carbón, en cuyas faldas se deslizan unas aguas color plomo, que se mueven con lentitud y chocan contra el malecón.

Antes, me preguntaba frecuentemente qué había fuera del BIOS. Pero, los tutores nos dicen que ya no hay nada, que debemos dar gracias por ser el remanente de la humanidad. Y luego de 16 años, lo he aceptado como verdad. Aunque aún una pequeña parte de mí, sueña con correr por ese muelle, sentir el frío recorriéndome, el viento, el sol en la cara.

Parada brusca a mis locuras, pues me mataría la radiación y la falta de oxígeno.

Suspiro y me lanzo a la cama. Necesito descansar.

E inoportunamente al cerrar los ojos, veo a ese chico de nuevo.

Me sobresalto y me siento rápidamente en la cama. No, no está aquí.

Debe ser uno de los efectos de la inmersión: percepción alterada de la realidad. Antes le llamaban alucinaciones, de igual forma, pronto no tendré que preocuparme por eso.




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