La Quinta Hija

Capítulo 9—Bad Liar

Mi pecho se infla y mis ojos se llenan de lágrimas y miles de emociones me bombardean.

«No, no, no» Me rehúso a salir de la negación.

Salgo del salón y corro hacia la habitación de Ilesha, quien se sorprende al ver la manera abrupta en la que entré. 

Mi cara lo dice todo cuando se levanta enseguida.

—¿Estás bien, Als? —pregunta mientras posa sus manos en mis hombros y analiza mi cuerpo. 

—Creo que estoy embarazada.

—¿Cómo que “creo”?

Me separo de ella mientras camino por la habitación, la ansiedad se apodera de mi cuerpo.

—Los síntomas, mi ciclo, los antojos…

—¿Y porqué no me lo habías dicho?

—¡Porque no sabía!

Se lleva las manos a la cabeza.

—¡No te alteres conmigo que yo no tengo la culpa! —me mira seria sentándose en uno de los brazos del sofá de su habitación— ¿Que les vas a decir a mamá y papá? ¡Por esto el concejo se te puede venir encima! ¡Tu coronación es en semanas!

—¿Crees que no lo sé!

—¡Pues no…! Si lo hubieses sabido no te hubieras metido en la cama con el duque. Sabes perfectamente que no puedes llegar impura a tu matrimonio.

—¡Oh por Ra, Ilesha, no vengas con eso!

—¡No es que yo crea que esté bien! Pero no quiero que te pase nada malo.

Bajo la mirada e inconscientemente veo que me traqueo los dedos. Separo las manos.Tomamos unos minutos para respirar.

—¿Será el embarazo de ley?

Mi piel se pone de gallina con solo pensarlo.

—Espero que no.

—¿Y el duque? ¿Lo sabe?

—No, se fue a su reino hace semanas.

Rueda los ojos.

—¿Ahí está?

—¿Qué? —fruncí las cejas.

—¡Él solo te quería para eso Alcíone!

—Claro que no…

—Te vio camino fácil, se acostó contigo, y se largó. Hizo lo que quería contigo y se fue a buscar otra y seguir el mismo rumbo. 

—Alex no es así, él no…

—Él sí, ¿cuánto pasó después que lo metiste en tu cama?

—¡Ese término es asqueroso Ilesha!

—¡Es lo que hiciste! ¡Responde!

—Qué sé yo, unos días.

Me mira incrédula y hasta yo me siento estúpida con mi respuesta. Esta vez no aguanto el llanto, ella se viene contra mí abrazándome.

«Arruiné todo, como no pude pensar bien»

Alex

—¿Eso es todo cierto? —consulto ya agotado, dejando mi firma en los papeles. El hombre frente a mí asiente.

—Gracias, su majestad.

Se retira de mi despacho. Mi cabeza está revuelta y apunto de estallar. Juro que detesto mi vida en estos momentos.

Ser rey no es fácil, ni mucho menos de un reino en guerra, apenas me ha dado tiempo de aprender a liderar, y a manejar un ejército. 

Mi padre, Ross Syntox,falleció hace un par de meses. Ser el bastardo de un rey nunca será algo bueno, pero afortunadamente a mi no me fue tan mal. 

Verónika, su esposa, nunca le dio un hijo o hija. Por lo tanto me dió su apellido y convivimos mucho, la religión no dejaba que un bastardo tuviera el reino pero tras la muertes de Ross, las cosas cambiaron. Tuve que dejar mi puesto en el concejo, dejar a Alcíone, y dejar mi vida anterior. Mi madre y yo nunca nos aprovechamos de mi apellido, se aclararon los términos, mi padre respetó la decisión de mi mamá, al no querer vivir en Jamsflor ni ser conocida públicamente como la amante del rey. Cuando obtuve mi puesto en el concejo, la ayudé y ahora es la relacionista de varios reinos. Hace 12 años está en eso y me siento bastante contento por ella, al fin tiene algo de paz. 

La puerta se abre sacándome de mis pensamientos.

—Alex, cariño.

Mi abuela entra, con su vestido negro y su velo negro que tapa su cara solamente. Se echa la tela hacia atrás para poder darme un beso en la mejilla.

—¿Día ocupado? —pregunta sentándose frente a mí, sus ojos azules y la piel de porcelana demuestran su cansancio. No ha sido fácil para ella. Cuando era más pequeño, mi padre no tenía tiempo para pasar conmigo, así que cuando venía a Jamsflor mi abuela era quien me recibía. 

Asiento.

—Emma ha estado preguntando por ti, en todo el día.

Rueda los ojos.

—No hay más intensa que ella.

—Esto es una ridiculez.

—Es tu obligación.

—Abuela, lo mio con Emma no funcionó ni va a funcionar. Esto de unir Jamsflor y Lowside, no es solo es un acuerdo de política, me estás condenado a casarme con Emma. 

—Con esta guerra, necesitamos un aliado, y ya conoces a Emma, estuviste comprometido con ella…

—Por eso mismo no quiero casarme con ella, está loca, ¡Loca! 

—A mi tampoco me agrada, pero hay que hacer todo para vengar la muerte de tu padre— se levanta, se acerca a mí y  me alza el mentón—. El que se rinde pierde, el que siente pierde, el que no razona, pierde, el que no sabe las reglas del juego, acabará derrotado. La compasión no te llevará a ningún lado, un buen rey no ve primero por él, su pueblo siempre será primero. Nunca lo olvides, Alexander.

Ama usar ese nombre para joderme, los recuerdos me invaden haciendo más fuerte el dolor de cabeza.

Ir a la escuela siempre es un martirio, ¿por qué debería convivir con 20 inútiles todos los días? Un niño de 9 años no debería pensar así, pero mi vida se volvió así.

Cuando el timbre suena sabía que llegaba el peor momento de todos, el recreo. Me siento en uno de los columpios, saco el melocotón picada que me envió mi mamá. 

Tomé un pedazo que nunca llegó a mi boca, la patada que llegó a mi mandíbula me manda al piso y mi cabeza se golpea con uno de los barrotes que sostiene el columpio. Miro a cinco chicos frente a mí. Supongo que son más grandes que yo por su altura, además que no están en mi salón. Uno de ellos me escupe.

—¿Sabes lo que me dice mi padre, Alexander? —hace una pausa para escupirme de nuevo, mi cabeza duele, la toco y mis dedos se empapan de sangre—, las rameras como tu madre paren hijos como tú, inútiles, sin capacidades, niños que nunca se volverán hombres, que no son más que los bastardos de un rey.



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En el texto hay: realeza, contenido +18, enemies to lovers

Editado: 14.03.2024

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